Capítulo V. Desarrollo posterior del diálogo
However much we may wish it, we can hardly follow Professor Asa Gray in his belief “that variation has been led along certain beneficial lines”, like a stream “along definite and useful lines of irrigation”. If we assume that each particular variation was from the beginning of all time preordained, the plasticity of organisation, which leads to many injurious deviations of structure, as well as that redundant power of reproduction which inevitably leads to a struggle for existence, and, as a consequence, to the natural selection or survival of the fittest, must appear to us superfluous laws of nature.
Charles Darwin, Variation (1868) [1].
1. Los accidentes en la evolución
1.1. Los mecanismos de fecundación de las orquídeas
En junio de 1860 Darwin le dice a Gray que está muy impresionado por los increíbles mecanismos (contrivances) que se encuentran en las orquídeas para su fecundación con la ayuda de insectos[2]. Este interés lo llevará a trabajar en el primero de sus tres grandes estudios de botánica reproductiva: On the various contrivances by which British and foreign orchids are fertilised by insects, and on the good effects of intercrossing (1862)[3].
Según cuenta en su Autobiografía, Darwin se había interesado por el tema desde el verano de 1839, pero fue en los años previos a 1862 cuando decidió estudiar a fondo las orquídeas británicas. Finalmente, después de 10 meses de trabajo organizando el material recopilado, publicó su “pequeño libro” sobre la fertilización de las orquídeas el 15 de mayo de 1862[4].
En la introducción de Orchids dice el autor que busca mostrar dos cosas: (1) que los mecanismos mediante los cuales se fertilizan las orquídeas son unas de las más variadas, perfectas y bellas adaptaciones que se encuentran en el reino animal, y (2) que estos mecanismos tienen como objetivo principal la fertilización de cada flor[5]. Y más adelante dice:
Este tratado también me ofrece la oportunidad de intentar mostrar que el estudio de los seres orgánicos puede ser tan interesante para un observador que está completamente convencido de que la estructura de cada una se debe a leyes secundarias, como para uno que ve cada detalle insignificante de la estructura como resultado de la intervención directa del Creador[6].
Aquí Darwin expresa uno de los objetivos de su trabajo: mostrar que los intrincados mecanismos que se encuentran en las orquídeas pueden ser explicados por causas naturales y no requieren la intervención directa de Dios, haciendo una clara alusión a la teleología extrínseca de Paley[7].
El argumento central del libro es que la mayoría de las especies de orquídeas –como la mayoría de plantas que dan flores– son hermafroditas: cada individuo posee los órganos reproductivos masculinos y femeninos. Darwin estaba convencido, y así lo expresa en On the Origin, que la auto-fertilización –e incluso el cruce entre parientes cercanos– disminuía las posibilidades de supervivencia de la descendencia[8].
En las orquídeas la auto-fertilización es extremadamente rara –de hecho Darwin solo conocía un caso[9]–, y para evitarla estas tienen diversos “mecanismos” que hacen que los insectos transporten el polen de una planta a otra. Algunas atraen a los insectos por simulación (mimicry) y otras mediante aromas y colores[10]. Luego les impregnan el polen de diferentes maneras: unas, por ejemplo, impulsan el insecto hacia el polen, otras simplemente hacen que pase por el sitio donde éste se encuentra o lo encierran como en una “caja”[11].
En su detallada descripción de los mecanismos empleados por las orquídeas para manipular los insectos como “proxies” de sus órganos reproductivos, Darwin también da ejemplos de las estrategias usadas para molestar y ahuyentar al insecto tras recibir el polen y evitar así la auto-polinización[12]. Un ejemplo es el de algunas especies del género Catasetum que lanzan el polen “como una flecha” al insecto con tanta fuerza que si no lo golpea puede llegar a un metro de distancia[13].
Lo que más le llamaba la atención a Darwin era que todos estos mecanismos para conseguir la polinización cruzada habían evolucionado en circunstancias ambientales similares y en buena medida con los mismos tipos de insectos. Para Darwin la explicación de esta variedad se podía atribuir a la selección natural actuando sobre variaciones al azar[14].
En el último capítulo hace unos comentarios conclusivos en los que habla de “la causa de la diversidad y de la perfección de los mecanismos”, y dice:
En mi estudio de las orquídeas, raramente ningún hecho me ha golpeado tanto como la interminable diversidad de estructura –la abundancia de recursos– para obtener el mismísimo fin, a saber, la fertilización de una flor por el polen de otra. El hecho hasta cierto punto es inteligible a partir del principio de selección natural[15].
Mientras que esta diversidad de adaptaciones sería incomprensible a la luz de la explicación de Paley, se explica bastante bien mediante su teoría. Y más adelante dice:
Cuanto más estudio la naturaleza, más fuertemente me impresiono con la conclusión de que los mecanismos y las hermosas adaptaciones obtenidas lentamente gracias a que cada parte varía ocasionalmente en un grado insignificante de muchos modos –con la preservación o selección natural de aquellas variaciones que son beneficiosas para el organismo bajo las complejas y siempre cambiantes condiciones de la vida– superan en un grado incomparable los mecanismos y adaptaciones que la más fértil imaginación del hombre más imaginativo podría sugerir con un tiempo ilimitado a su disposición[16].
Cada mecanismo y adaptación ha surgido gracias al poder de la selección natural actuando sobre las variaciones “ocasionales” (i.e. al azar) y “graduales”. Para Darwin esto no solo elimina la teleología de Paley sino también la dirección en las variaciones que proponía Gray. De hecho en una carta escrita unos meses antes a este último le decía:
He pensado más sobre el asunto de antes, y lamento decirle que ahora discrepo todavía más de usted. No es tanto que la variación diseñada haga, según me parece, superflua a mi Deidad la “Selección Natural”; sino más bien que mis recientes estudios de las variaciones domésticas muestran el enorme campo de variabilidad no diseñada que está lista para que la selección natural la adecue a cualquier propósito útil para cada criatura[17].
Si las variaciones son dirigidas, su “Deidad” sería superflua. Su estrategia para mostrar que no existía esta dirección era hacer ver, como dice en la carta, la gran cantidad de variaciones que surgen sin un propósito. Y si antes había hecho énfasis en las diferentes variedades de palomas domésticas, ahora lo haría con los mecanismos de fertilización de las orquídeas. Como dice un estudioso del tema:
La multiplicidad de los posibles resultados de la evolución por la selección natural de las variaciones al azar, y de aquí la contingencia de los resultados actuales (como nosotros [los humanos]), es seguramente uno de los más inquietantes aspectos de la revolución darwiniana. Darwin escogió demostrar esta contingencia empíricamente en un libro sobre… orquídeas[18].
Otro de los modos mediante los cuales Darwin pretende criticar la teleología tanto de Paley como de Gray es mostrando los cambios de función:
Aunque un órgano puede no haber sido formado originalmente para algún propósito especial, si ahora sirve para este fin estamos justificados para decir que está especialmente adaptado [contrived] a él. Usando el mismo principio, si un hombre hiciera una máquina para algún propósito especial, pero usara sólo ruedas viejas, muelles y poleas, alteradas sólo ligeramente, toda la máquina –con todas sus partes– podría decirse que está especialmente adaptada para ese propósito[19].
De lo que concluye que probablemente todas las adaptaciones en la naturaleza han surgido se esta manera:
Por tanto a través de la naturaleza casi todas las partes de cada ser vivo probablemente ha servido, en una condición levemente modificada, para propósitos diferentes, y ha actuado en la máquina viviente de muchas formas específicas antiguas y distintas[20].
Un órgano de una planta que sirve para una función puede cambiar y desempeñar otra función diferente. Este proceso, dice Darwin, llevado a cabo durante “miles de generaciones de maneras diversas” puede crear una diversidad casi ilimitada de “estructuras coadaptadas” para la misma función (coadapted structures)[21]. Más adelante este tipo de adaptación será llamada “exaptation” por Gould y Vrba[22].
***
Públicamente Gray continuaba defendiendo a Darwin y privadamente siguieron intercambiándose muchas cartas en las que hablaban de temas muy diversos. Como Gray era un experto botánico, muchas se referían a temas de tipo científico. Pero también hablaban de las dificultades y avances en la recepción del darwinismo, de sucesos familiares, de las amistades, la guerra en los Estados Unidos, etc. Eran cartas entre amigos en las que no ocultaban sus diferencias pero siempre de una manera muy respetuosa con las opiniones del otro y con buen humor. Ahora veremos algunas de ellas en las que hablan del diseño y el azar.
El 2 de julio de 1862 encontramos una carta de Gray que habla tanto del diseño como del nuevo libro de Darwin. Refiriéndose a la traducción al francés de On the Origin, hecha por Clémence Auguste Royer, que en sus comentarios atacaba el diseño[23], dice Gray:
Por lo que se refiere a la traducción y comentario de On the Origin de la dama francesa, no estoy muy sorprendido. Tal y como lo veo hay sólo dos posturas respecto a la cuestión principal. Ella adopta una postura de un modo claro y consistente; y o bien ella está en lo cierto, o yo estoy en lo cierto. Es decir, hay diseño en la naturaleza o no. La visión no-diseño, si uno se atreve a dedicarse a ella, puede muy bien dar lugar a todo lo que dice, y podemos admirarnos mucho de cómo la colisión, y la destrucción de los menos favorecidos obtiene resultados aparentemente ordenados, –aparentes mecanismos o adaptaciones de medios a fines–. Por el otro lado, la inferencia de una mente diseñadora debe [llevar] consigo una inferencia fuerte del diseño en asuntos donde no podríamos probarlo directamente. Si usted acepta un diseñador inteligente en alguna parte de la naturaleza, puede estar seguro de que él ha tenido algo que ver con los “mecanismos” en sus orquídeas[24].
Con respecto a las críticas de Madame Royer dice Gray que solo hay dos posibilidades: o hay diseño o no lo hay. Como vimos anteriormente, para Gray es algo que no puede ser demostrado sino que se debe inferir a partir de los resultados. Si se adopta el punto de vista que niega la existencia del diseño, en últimas se debe aceptar que todo es accidental (“colisión”) y los resultados son solo “aparentemente” ordenados. Se trata del “Cosmos fortuito” del que hablaba en el tercer artículo del Atlantic Monthly.
Si, por el contrario, se acepta que hay un Diseñador “en algún lado en la naturaleza” (seguramente Gray estaba pensando en el origen de las variaciones), éste incluso “tendría algo que ver” con los mecanismos de las orquídeas de Darwin. Pero para Gray esto está fuera del alcance de la ciencia y no es susceptible de una prueba directa.
En la misma carta, inmediatamente después del pasaje anteriormente citado, dice Gray después de leer un escrito de Bentham que acaba de recibir:
Me entretiene ver como su hermosa maniobra de flanco [flank-movement] en el libro de las orquídeas casi ha superado la oposición [de Bentham] a The Origin[25].
A lo que poco tiempo después responde Darwin:
Usted es el mejor de todos los carpinteros para golpear el clavo correcto en la cabeza: nadie más ha percibido que mi interés principal con mi libro sobre de las orquídeas ha sido que éste era una “maniobra de flanco” contra el enemigo[26].
Varios estudiosos se han preguntado sobre cuál es el enemigo al que se refieren. Para Ghiselin el diseño era el enemigo que fue derrotado por Darwin[27]. Por su parte Lennox defiende que Darwin era partidario de la teleología, por lo tanto el enemigo no podría ser ésta sino el creacionismo especial[28]. Beatty, en cambio, está de acuerdo con Lennox en que Darwin re-define la teleología en términos de utilidad e incluye en la categoría de creacionismo especial «a todo aquel que crea que Dios ha tenido conocimiento previo de las formas que tomaría la vida, y que Él intencionalmente hizo que surgieran estas formas, ya sea directa o indirectamente a través de la institución de las leyes naturales que llevarían a dichos resultados»[29].
Lo que podemos deducir de la correspondencia hasta este momento es que para Gray el enemigo no podía ser la teleología general sino la que hemos llamado especial (creacionista). Para Darwin el enemigo era todo aquello que hiciera superflua su “deidad”, y esto incluye de modo particular la sugerencia de Gray de aceptar que las variaciones están de algún modo dirigidas por Dios.
Después de la alabanza que hace Darwin a Gray por haberse dado cuenta de la “maniobra de flanco”, le pide que le diga lo que piensa del último capítulo de Orchids en los que habla de la “cuestión interminable”: el diseño[30].
En el último capítulo es donde se encuentran los pasajes que hemos citado, en los que Darwin expone cuál es, según él, la causa de la diversidad y de la perfección de los mecanismos de fecundación. Dicha causa no es otra que el “principio de la selección natural” actuando sobre pequeñas variaciones “ocasionales”, que da lugar a una “ilimitada diversidad de estructura” en “mecanismos y bellas adaptaciones” que superan la imaginación e ingenio de cualquier mente humana[31].
1.2. La recensión de Orchids
Gray hizo una reseña del libro –que apareció en las ediciones de julio y noviembre de 1862 del American Journal of Science and Arts– en la que alaba el trabajo de Darwin[32]. Sobre la “cuestión interminable” Gray dice que el libro muestra lo interesante que son las estructuras de las orquídeas “independientemente de las teorías acerca de su origen”, y que es conciliable “tanto con la creación directa como con la indirecta”[33].
Sin embargo, después de leer la primera entrega de la reseña, Darwin piensa que Gray no ha afrontado directamente los nuevos interrogantes que plantea en su libro acerca del diseño, y a finales de agosto le vuelve a pedir a Gray que le diga qué piensa acerca de su último capítulo[34]. Un mes después Gray le responde:
Si saco tiempo para darle vueltas, diré unas cuantas palabras sobre el último capítulo de su libro sobre las orquídeas. Pero plantea una cuestión espinosa sobre accidente o diseño, en el que uno no debe meterse demasiado hasta que no sienta que puede llegar más allá de lo que yo puedo llegar[35].
Estas palabras de Gray son muy interesantes porque al decir que se trata de un asunto “espinoso” deducimos que se daba cuenta que algo no cuadraba bien en su concepción del diseño en la evolución. La razón de esto la encontramos en la disyuntiva que plantea: “accidente o diseño”. Podemos suponer que seguía pensando que de alguna manera todas las variaciones estaban dirigidas, lo cual no parecía ser fácilmente conciliable con la enorme variedad de palomas y de mecanismos de fertilización de orquídeas que, según Darwin, eran fruto de un proceso en el que el azar tenía un papel “imprescindible”[36].
En la segunda entrega de la reseña de Orchids Gray expresa su gratitud a Darwin por traer «de nuevo consideraciones teleológicas a la botánica»[37], y concluye expresando su idea de que la inferencia del diseño se puede hacer a partir de los resultados, independientemente del proceso que ha llevado a esos resultados[38]. Recordemos que para el botánico americano encontrar una explicación científica no invalida la inferencia del diseño sino que llevaría la secuencia de causas segundas más atrás, quedando la cuestión de la causa primera al margen de la ciencia[39]. Más tarde Gray le confesará a De Candolle:
Detrás de mis cordiales felicitaciones a Darwin por sus impactantes contribuciones a la teleología, hay un poco de petite malice, ya que sé bien que rechaza la idea de diseño, ¡cuando todo el tiempo está exponiendo las más claras ilustraciones del mismo![40]
Gray era plenamente consciente de la oposición de Darwin al diseño, pero aún así pensaba que los maravillosos mecanismos y adaptaciones que éste ilustraba en sus libros podrían ser usados por un teísta para inferir la existencia de un diseño en la naturaleza –aunque se desconocieran muchos aspectos de cómo fueron originados.
El botánico de Harvard estaba convencido de que la selección natural era una vera causa en la derivación de las especies, pero era muy escéptico del poder creativo de ésta actuando sobre variaciones aleatorias[41]. En una carta de finales mayo de 1863 Darwin alaba la recensión que hizo de una obra de De Candolle en la que dice: «pienso que usted habla en favor de la derivación de especies más abiertamente que en otras oportunidades, aunque tenga reservas acerca de la selección natural»[42]. Y continúa hablando de un botánico suizo llamado Oswald Heer que defendía lo que hoy llamamos saltacionsimo. Para defender el gradualismo, Darwin le dice a Gray:
¿No piensa que casos como los de las orquídeas son casi una demostración contra la visión de Heer de que las especies van surgiendo repentinamente? (…) Es imposible imaginar que tantas coadaptaciones se forman todas por un golpe de suerte [chance blow][43].
A lo que Gray responderá:
A propósito de Heer, usted me pregunta si no es imposible imaginar tantas y tan bellas coadaptaciones como vemos en las orquídeas fueron formadas todas por un golpe de suerte. Contesto que sí, perfectamente imposible de imaginar (y también por cualquier número de golpes de suerte).
Así que le devuelvo la pregunta, ¿no constituye el hecho de que las coadaptaciones son tan bellas, casi una demostración contra [la posibilidad] de que hayan sido formadas por golpes de suerte, ¡uno o muchos!?[44]
Y termina manifestando su inquietud:
Aquí radica, supongo, la diferencia entre nosotros. Cuando me lleva hasta este punto siento el escalofrío[45].
Darwin y Gray volverán a debatir sobre este tema, años más tarde, con ocasión de la publicación de la obra de Darwin The Variation of Plants and Animals Under Domestication.
1.3. La metáfora de la casa de piedra
Uno de los eventos más importantes en el dialogo entre Darwin y Gray acerca del sobre el diseño y el azar fue la publicación de The Variation of Plants and Animals Under Domestication a comienzos de 1868. Darwin dice en su Autobiografía que había empezado a trabajar en este libro poco después de la publicación de On the Origin, en 1860, pero el trabajo fue interrumpido por largos periodos de enfermedad y otros proyectos “más interesantes”[46].
Variation fue publicado en dos volúmenes: el primero ilustra la gran variedad de animales en estado doméstico[47], y el segundo sobre lo que en aquel momento se conocía acerca de las leyes de la herencia. En éste volumen habla de la “hipótesis provisional de la pangénesis” y concluye con una metáfora con la que pretende contrarrestar la hipótesis de Gray de que las variaciones son guiadas[48].
La metáfora de la casa de piedra había aparecido por primera vez, algunos años antes, en la correspondencia de Darwin en una carta escrita a Hooker a mediados de 1860[49]. Allí dice que si bien los ladrillos, piedras y madera son indispensables para la construcción de un edificio, al contemplarlo se debe alabar al arquitecto y no al fabricante de los ladrillos: en la evolución los ladrillos son las variaciones y el arquitecto la selección.
Esta misma idea la expone en una carta a Lyell escrita en esos mismos días[50], quien le responderá:
Su comparación de la Selección con el Arquitecto y las variaciones con las piedras, es lo que he deducido de algunos pasajes pero que no puedo aceptar. El arquitecto que planea de antemano y ejecuta sus ideas, e inventa el estilo Corintio y otros, y luego mediante maquinaria viva e inanimada –grúas, caballos, e incluso hombres inteligentes– (…), tal arquitecto no puede ser confundido en sus funciones con el humilde oficio del más hábil de los domesticadores. Como he dicho por todas partes esto es la deificación de la Selección Natural[51].
Darwin se defiende diciendo que no hay problema en atribuir tanto peso a la selección natural porque ésta no excluye la existencia de leyes generales que rigen el orden del universo, mientras que la “interferencia por parte del Creador” que defienden “Paley & Co” es tan innecesaria en los seres vivos como en la “trayectoria de los planetas”[52].
Tres años más tarde por fin se decide a mencionarle su metáfora a Gray. Hablando de las variaciones accidentales de las palomas domésticas dice:
En mi actual libro [Variation] he estado comparando la variación con las formas de las piedras caídas de un acantilado, y la selección natural o artificial al arquitecto; pero no puedo en absoluto emplear una metáfora como usted lo hace[53].
Aunque la descripción de la metáfora es muy breve, Darwin hace énfasis en el carácter aleatorio de las variaciones al decir que las piedras simplemente caen de un acantilado, sin ser cortadas ni buscadas. La respuesta de Gray –que citamos al hablar de las palomas– dice que ve problemas a lo lejos en relación con el diseño, y que ha logrado evitar los “escalofríos” dándole largas a las cuestiones espinosas[54].
Aunque es bastante conocida, comentaremos brevemente las partes más relevantes de la metáfora “semi-teológica” de Darwin[55], tal como aparece en la primera edición de Variation.
Al inicio de la exposición se mencionan las ideas principales que hemos visto en las cartas: si un arquitecto construye un edificio tomando rocas que han caído en la base de un acantilado –en vez de cortarlas– debemos verlo como la fuerza principal (paramount power) en la construcción del edificio[56]. Así como los fragmentos de roca son seleccionados, aunque no fueron diseñados para el fin al que fueron destinados, lo mismo sucede con las variaciones y la selección natural[57].
Luego Darwin sale al paso de quienes dicen que la selección no explica nada porque no se conocen las causas de las variaciones, y pone un ejemplo similar al de la mujer y la máquina tejedora que usó Gray para defender el diseño por causas segundas. Dice que se puede entender perfectamente el arte de construir edificios independientemente de que conozcamos la causa de la forma de las piedras empleadas en su construcción[58]. Y continúa:
La forma de los fragmentos de roca en la base de nuestro precipicio puede llamarse accidental, pero esto no es estrictamente correcto; pues la forma de cada uno depende de una larga secuencia de eventos, que obedecen todos ellos a leyes naturales (…). Pero en relación al uso para el cual los fragmentos pueden ser destinados, su forma puede decirse que es estrictamente accidental[59].
Este pasaje es muy interesante porque, como bien anota Lennox, Darwin identifica dos sentidos de azar que no se distinguían claramente en On the Origin. Por una parte la forma de las rocas en sí no es accidental, ya que su forma depende de las leyes naturales. Por otra parte la forma de las rocas es accidental en cuanto al uso que hacemos de ellas[60].
Después de esto entra al problema “teológico”: la compatibilidad del carácter accidental de las variaciones con la existencia de un diseño. Dice Darwin:
Aquí debemos enfrentar una gran dificultad, en relación a la que soy consciente que estoy viajando más allá de mi propia competencia. Un Creador omnisciente podría haber previsto cada consecuencia que resulta de las leyes establecidas por Él. ¿Pero puede mantenerse razonablemente que el Creador ordenó intencionalmente, si usamos las palabras en un sentido corriente, que unos fragmentos de roca deberían asumir ciertas formas de tal modo que el constructor pudiera levantar su edificio?[61]
Luego responde negativamente y lo aplica a las variaciones de plantas y animales domésticos:
Si las diferentes leyes que han determinado la forma de cada fragmento no fueron predeterminadas en atención al constructor, ¿puede mantenerse con una mayor probabilidad que Él ordenó especialmente en atención a los criadores cada una de las innumerables variaciones en nuestros animales y plantas domésticos; siendo muchas de estas variaciones de ninguna utilidad al hombre, y tampoco beneficiosas, sino muy a menudo perjudiciales, para las criaturas mismas?[62]
Acá vemos claramente la concepción deísta de Dios que tenía. Para Darwin el Creador puede prever lo que sucederá, no por estar fuera del tiempo, sino por su omnisciencia y el determinismo de las leyes que instituye. Esta concepción laplaciana del universo se manifiesta en que, si hay un diseño, éste debe incluir todos los detalles: incluso la forma de todas las rocas que caen de un acantilado y todas las variaciones que se dan en las plantas y los animales. Sigue diciendo Darwin:
Pero si abandonamos el principio en un caso [las variedades domésticas] (…), [no tenemos ningún motivo] para creer que las variaciones –presente también en la naturaleza y como resultado de las mismas leyes generales, que han sido la base para la formación (mediante la selección natural) de los animales más perfectamente adaptados del mundo, incluido el hombre– fuesen intencional y especialmente guiadas[63].
Acá usa de nuevo el modus tollendo tollens: si los detalles en la estructura de muchas variedades domésticas de animales no pueden ser diseñadas (en el texto que omitimos menciona las “grotescas” guturosa y colipava), tampoco lo son las especies que encontramos en la naturaleza, incluidos nosotros mismos: no hay ni una guía en el proceso ni una intención. Y añade:
A pesar de lo mucho que lo desearíamos, difícilmente podemos seguir al profesor Asa Gray en su opinión de “que la variación ha sido conducida a lo largo de ciertas líneas beneficiosas”, como un arroyo “a lo largo de líneas de irrigación definidas y útiles”. Si asumimos que cada variación particular fue preordenada desde el inicio del tiempo, tanto la plasticidad de la organización –que conduce a muchas desviaciones de la estructura perjudiciales– como el [aumento de la población] que inevitablemente lleva a una lucha por la existencia y, en consecuencia, a la selección natural o supervivencia de los más aptos, nos parecen leyes superfluas de la naturaleza[64].
Aquí rechaza públicamente la hipótesis de Gray de que en el diseño se manifestaba la dirección de las variaciones. Pero como para Darwin era impensable que esta guía pudiera darse “durante todo el tiempo” –como pensaba Gray– inmediatamente se refiere a la determinación de las variaciones “desde todo el tiempo”[65]. Todo se explica mejor, según Darwin, con las “leyes de la naturaleza” que, para el caso de la evolución biológica, se pueden resumir en una: la selección natural. Y concluye el libro de la siguiente manera:
Por otra parte, un Creador omnipotente y omnisciente ordena todo y prevé todo. Por tanto se nos presenta una dificultad tan insoluble como la de la libertad y la predestinación[66].
1.4. La “derrota” de Gray
Gray fue comisionado para hacer una reseña de Variation para The Nation (que no es una publicación científica sino un periódico), para lo cual fue recibiendo de Darwin los borradores corregidos. También organizó la publicación de la versión Americana del libro, que incluyó un prefacio de dos páginas escrito por él mismo[67].
En su recensión, que apareció el 19 de marzo de 1868, Gray hace una breve descripción del libro y dice que es una buena colección de hechos relativos a la variación de especies en estado doméstico, muy interesante incluso para quien no comparte la hipótesis darwiniana[68]. Dice también que las ideas de Darwin han estimulado poderosamente la investigación científica, aunque añade:
La mayoría de los naturalistas –tal vez deberíamos decir la mayor parte de los filósofos naturales– que han prestado atención al asunto parecen considerar la selección natural como una vera causa, aunque pocos están convencidos de su suficiencia, sin ayuda, para todo el trabajo que el Sr. Darwin le atribuye[69].
De la pangénesis dice que se trata de una hipótesis independiente de la anterior, que busca conectar de manera inteligible, mediante algún tipo de causas, una variedad de fenómenos –i.e. los de la herencia– que deben estar relacionados de alguna manera[70].
Finalmente hace referencia a metáfora de la casa de piedra. Al citarla Gray omite la parte donde Darwin se refiere explícitamente a su propia posición con respecto al diseño, y en donde se dice que la predeterminación de las variaciones haría que la selección natural fuera superflua hace un inciso diciendo:
No superflua, seguramente, si “supervivencia del más apto”, “excelente coordinación”, y todas las armoniosas adaptaciones y diversidad que contemplamos son el resultado de la operación de estas mismas leyes[71].
Acá Gray se refiere a la operación de las leyes naturales pero, a diferencia de Darwin, pensaba que estas leyes –que desconocía– eran más que la simple selección natural. Y termina la reseña con unas palabras muy interesantes:
La misma dificultad, en efecto, y la misma imposibilidad que encontramos al tratar de delinear los límites entre lo determinado [fixed] y lo contingente, ya sea en el mundo material o en el moral, en dónde se entrelazan [play their mingled parts] tanto la voluntad como el orden establecido. Pero en la metáfora del Sr. Darwin (…), no sólo los fragmentos de roca (que responden a la variación) deben caer, ¡sino el que edificio (que responde a la selección natural) debe levantarse [solo], independiente de [una] voluntad y elección![72]
En el comentario “semi-teológico” de Variation Darwin expone su visión del papel de Dios en la evolución, intentando dar una solución al dilema de un Creador que instituye las leyes que rigen el mundo, pero a la vez permite la libertad. Este conflicto, dice, está relacionado con un problema que considera “insoluble”: el de la libertad y la predestinación. En términos más generales podríamos hablar del dilema entre contingencia y necesidad, similar al que hay entre azar y necesidad.
La solución que plantea Darwin es que en la evolución la necesidad se encuentra en las leyes naturales que, en el caso de la metáfora casa de piedra, dan lugar a las formas que adquieren las piedras por la acción de la gravedad, el material de la roca, el viento, etc. Por otra parte su uso es accidental –y por ende contingente– dado que no hay una relación entre la forma que adquiere cada piedra y el uso al que es destinada. Como dijimos antes, las piedras no son diseñadas sino seleccionadas por el arquitecto.
Expresándolo en términos dialécticos podemos decir que la tesis es la necesidad, la antítesis es el azar y la síntesis es el resultado final, obra de la selección natural. Dios es autor de las leyes –está de parte de la necesidad– pero lo demás está “fuera de sus manos” –el resultado es contingente[73].
Dejando de lado la cuestión de que si se acepta el determinismo absoluto el azar es solo aparente, el problema aparece cuando en este esquema introducimos una nueva variable: el diseño. Dado que Darwin aborrece cualquier intervención del Creador en el mundo, si se acepta un diseño implica que éste fue fijado “desde todo el tiempo”. La consecuencia es que la forma de cada piedra que cae de un acantilado y cada pequeña variación en las plantas y los animales estaría predeterminada por Dios.
Para Darwin el problema crucial es que esto implicaría que la selección natural no tendría el “poder supremo” (paramount power)[74] que él le adjudica, ya que si las variaciones están predeterminadas –especialmente las benéficas– la selección perdería su creatividad ya que actuaría necesariamente: seleccionaría las variaciones que ya estaban preseleccionadas por el Diseñador. Su actuación sería, como bien dice Darwin, superflua.
Lo anterior se complica aún más si incluimos el problema del mal. Ya hemos mencionado el principal problema teológico del deísmo para explicar la existencia del mal físico o moral: o Dios no es bueno o no es omnipotente. En la correspondencia hemos visto que en muchas oportunidades Darwin plantea la existencia del mal como un argumento contra la existencia de un diseño en la naturaleza (el sufrimiento, las Ichneumonidæ, los gatos que juegan con los ratones, las monstruosidades, etc.). Como resume un estudioso: «para Darwin Dios no solo tenía que ser un Diseñador Inteligente, sino también un Diseñador Amoroso»[75].
En su análisis de la metáfora de Darwin, Gray hace ver que hay una diferencia importante entre la construcción de la casa de piedra y la acción de la selección natural. En el primer caso las piedras tienen formas “aleatorias” (lo cual no significa que no existan causas) pero el arquitecto que las selecciona quiere hacer una casa y sabe cómo hacerla, i.e. tiene voluntad e inteligencia. Si hablamos de un arquitecto humano, podemos agregar que no solo sabe cómo hacer una casa sino que tiene un diseño –por lo menos general– en la mente.
En el segundo caso, es evidente que la selección natural carece tanto de inteligencia como de voluntad: es como si las piedras que caen del acantilado formaran espontáneamente la casa. Como decía ocho años antes: «Si por el origen de especies (…) el autor se refiere a una serie de acontecimientos que se suceden unos a otros sin una inteligencia que los dirija continuamente (…) ha acumulado improbabilidades más allá de toda creencia»[76].
Pensamos que Gray plantea bien el dilema de Darwin (entre libertad y predestinación) diciendo que es similar al que hay entre necesidad y contingencia (“the fixed and the contingent”). Y es muy interesante que diga que tanto en el mundo material como en el moral se entrelazan el orden establecido (necesidad) y la voluntad (contingencia)[77].
Por su concepción teísta (Cristiana) de Dios, Gray –a diferencia de Darwin– concebía el diseño como manifestación de la Providencia divina y no simplemente como la actuación ciega de las leyes naturales. Pero aunque el diseño se podía inferir de los resultados, no estaba clara la “causa eficiente” (que es como él denomina el modo como Dios interviene en el mundo)[78].
Para Gray tampoco estaba claro el modo de compaginar el diseño –que según él se debería manifestar en la dirección de las variaciones– con los resultados malos o inútiles (como la enorme variedad de las palomas y mecanismos de fecundación de las orquídeas). En pocas palabras, no comprendía bien la accidentalidad presente en el proceso evolutivo.
A pesar de que las posiciones de Darwin y Gray en relación con el diseño en la evolución son muy diversas, tienen en común que ven cierta incompatibilidad entre el diseño y el azar. En el caso del inglés se manifiesta en un conflicto que manifestará hasta su muerte, en el caso del americano percibimos la actitud de quien se encuentra frente a algo que no logra entender del todo, pero que de ninguna manera lo lleva a dudar de la existencia de un plan providente de Dios en el mundo. Como veremos, esta perplejidad de Gray disminuirá con el paso de los años gracias a su profundización en la comprensión de la relación entre la causa primera y las causas segundas.
Pero antes de terminar este breve análisis queremos manifestar nuestra propia perplejidad ante el hecho de que, en su correspondencia con Darwin, Gray nunca se distancia expresamente de la concepción deísta de diseño de Darwin. Tampoco hace referencia a su visión determinista del mundo. De todas formas cabe anotar que Gray era ante todo un científico y no un filósofo ni un teólogo.
Volviendo a las cartas, encontramos una de mayo de 1868 en la que Darwin hace referencia a la reseña de Gray diciendo que es evidente que la metáfora de la casa de piedra no es equivalente a la selección natural, pero que lo que quería mostrar era el carácter accidental de las variaciones[79]. Gray responde diciendo:
Al final de mi artículo (…) me puse a la defensiva por su referencia a un viejo y peligroso comentario mío. Encontrado su argumento de la casa de piedra incontestable en esencia (porque, después de todo, la noción de diseño debe apoyarse principalmente en la fe, y en la acumulación de adaptaciones, etc.): por eso lo único que podía hacer era encontrar un punto vulnerable en la conformación [del argumento], hacer mi pequeño disparo, y huir en el humo.
Por supuesto entiendo su argumento perfectamente, y percibo su peso[80].
Gray en cierto modo se excusa por haber criticado la metáfora de Darwin por el hecho de que éste haya hecho referencia a un “viejo y peligroso comentario” suyo[81]. Al decir que el argumento es “en esencia incontestable” y que siente su “peso”, reconoce que Darwin tiene razón en que en la evolución hay variaciones accidentales. Esta aceptación por parte de Gray no invalida la inferencia de un diseño pero sí la hipótesis de que toda variación sea diseñada. De cualquier forma se trata de una victoria de Darwin y de una derrota de Gray que marcó el término del debate entre los dos en relación con la “cuestión interminable”.
***
Aunque Darwin promovió la difusión del panfleto de Gray en el que se defendía la compatibilidad de la selección natural con la teología natural[82], privadamente nunca estuvo de acuerdo con las ideas que allí se exponían en relación con el diseño. Para Darwin había llegado la hora de rechazar públicamente la posición de Gray y tomar partido en el tema.
En el año de 1868 Gray estaba exhausto[83], y por invitación de Hooker viajó con su esposa a Inglaterra. Asa y Jane estuvieron allí desde mediados de septiembre hasta mediados de noviembre. En los Kew Gardens Gray se dedicó a la taxonomía vegetal junto con Hooker, y estuvo de visita en Down House del 24 al 30 de octubre.
Había terminado el esfuerzo de Gray por evitar que el darwinismo estuviera asociado con el materialismo y la filosofía de Herbert Spencer. Y aunque la verdadera posición de Huxley no era muy diferente de la de Gray, su lenguaje era tan beligerante que parecía ser el proponente de la unión entre el darwinismo y un materialismo rígido[84].
En una carta escrita desde Londres en agosto de 1869 Gray expresa sus sentimientos al hablar de un encuentro de la British Association en Exeter al que no asistió:
A pesar de todo estoy satisfecho de quedarme lejos, especialmente de las discusiones darwinianas, en las que no deseo estar “mezclado” en absoluto con el grupo de Huxley, y la predominante línea de pensamiento Materialista-positivista típicamente inglesa –por la que no tengo ninguna simpatía– aunque en historia natural soy un tipo de darwiniano[85].
En medio de este aislamiento Gray sintió la solidaridad de Lyell con quien estrechó más su amistad. Al presentar una nueva edición de Antiquity of Man Lyell le escribió a Gray diciéndole que el enviaba un ejemplar en agradecimiento por el gran provecho que había sacado de sus escritos, especialmente para determinar hasta qué punto debía aceptar el darwinismo[86].
Darwin por su parte deja de lado el dialogo acerca del diseño con Gray pero sigue expresando sus dudas con respecto a la existencia de un diseño. En 1870 le escribe a Hooker:
Mi teología simplemente es un enredo [muddle]: no puedo contemplar el universo como el resultado del azar ciego [blind chance], pero a la vez no veo ninguna evidencia de un diseño benéfico, o incluso de diseño de algún tipo en los detalles[87].
De sus dudas acerca del diseño pasa a expresar sus dudas acerca de la existencia de Dios por el azar y el sufrimiento que hay en el mundo. En una carta de 1873, por ejemplo, dice que el argumento central para demostrar la existencia de Dios es que el universo no puede haber surgido por azar, pero no está seguro no haya sido así. Y al final de la carta da muestras de su creciente agnosticismo[88].
Años más tarde, en 1879, dice que es absurdo pensar que no se pueda ser teísta fervoroso y a la vez evolucionista, y da el ejemplo de Kingsley y Gray. Con respecto a sí mismo dice que podría llamarse teísta dependiendo de cómo se defina el término. Pero que se considera más bien agnóstico[89].
Al final de su vida, en 1881, manifiesta que azar es lo opuesto a diseño o propósito. Hace referencia a Variation diciendo que esto es lo que trató de explicar en las últimas dos páginas del libro, pero añade que la cuestión le parece insoluble[90].
Finalmente podemos mencionar la referencia que hace a la conclusión de Variation en su Autobiografía, escrita durante los seis últimos años de su vida. Allí, en una reflexión acerca de la existencia de Dios, primero dice:
A pesar de que no pensé mucho sobre la existencia de un Dios personal hasta un período considerablemente tardío de mi vida, daré aquí las vagas conclusiones a la que he sido conducido. El viejo argumento del diseño en la naturaleza, tal y como lo presenta Paley, que antes me parecía tan concluyente, fracasa ahora que la ley de la selección natural ha sido descubierta. Ya no podemos argumentar que, por ejemplo, la hermosa bisagra de una concha bivalva debe haber sido hecha por un ser inteligente, como la bisagra de una puerta por un hombre[91].
Vemos que durante toda su vida identificó el argumento de diseño con la interpretación “intervencionista” de Paley. Ahora que conocemos la selección natural, pensaba Darwin, se hace innecesario que Dios se “entrometa” en la naturaleza. Y sigue diciendo:
Parece que no hay más diseño en la variabilidad de los seres orgánicos y en la acción de la selección natural, que en el curso en el que sopla el viento. Todo en la naturaleza es el resultado de leyes fijas[92].
Su determinismo lo lleva a concluir que “todo” es resultado de leyes fijas, y no hay más diseño en los seres vivos que el curso de los vientos. Podemos decir que mezcla un contingentismo absoluto con la necesidad absoluta, lo cual es en sí mismo contradictorio. Anotemos simplemente –al igual que dijimos de Gray– que Darwin era ante todo un científico y no un filósofo ni un teólogo. Y termina diciendo:
Pero he tratado este asunto al final de mi libro On the Variation of Domestic Animals and Plants, y el argumento presentado allí –hasta donde sé– no ha sido nunca contestado[93].
2. Posición final de Gray en relación con el azar y el diseño
2.1. Dos escritos de 1874
Después de su retiro de Harvard en 1873, Gray pudo precisar mejor su posición con respecto al diseño, y el modo de conciliarlo con los accidentes presentes en el proceso evolutivo. En una carta de 1874 que recoge su biógrafo, expresa sus puntos de vista. De él mismo dice:
[Soy] un humilde miembro de la Iglesia Cristiana, y en cuanto a la ortodoxia, recibo y profeso, ex animo, el Credo de Nicea para mí mismo, sin pretender negar el nombre de cristianos a los que aceptan menos[94].
De Darwin dice que si bien es menos ortodoxo que él, de ninguna manera se puede decir que sea ateo. Decir que el darwinismo es una creencia religiosa «es tanto como decir que mi creencia es la botánica, o las matemáticas del Prof. Pierce»[95], de manera que las doctrinas sobre la evolución pueden ser aceptadas tanto dentro del teísmo como del ateísmo. «Por supuesto que pienso que éste último es erróneo y absurdo»[96].
La supuesta incompatibilidad entre la teoría de la evolución y la fe fue promovida por algunas interpretaciones materialistas del darwinismo –fomentadas por la elocuencia de Huxley– y por algunos creyentes que estaban muy influenciados por la teología natural de Paley.
En los Estados Unidos uno de los teólogos que más radicalmente se opuso a la nueva teoría fue el presbiteriano Charles Hodge (1797-1878) del Princeton Theological Seminary. En 1874, cuando muchos cristianos aceptaban la evolución, Hodge publicó What is Darwinism? en el atacaba la hipótesis de Darwin por considerar que su carácter aleatorio no dejaba lugar a un diseño y, en últimas, a Dios[97]. Así concluye Hodge: «La respuesta a nuestra pregunta, ¿qué es el Darwinismo? Es ateísmo»[98].
Aunque aclara que esto no significa que Darwin sea ateo, ni que todos los que aceptan la teoría lo sean, «pero significa que la teoría es atea»[99]. Distingue entre evolución y darwinismo, y aunque no acepta la primera, piensa que Dios podría haber creado las diferentes especies mediante un proceso evolutivo[100].
Gray, quien no había hecho ningún comentario público acerca del reciente libro de Darwin The Descent of Man[101], sale en su defensa en una reseña del libro de Hodge que apareció en The Nation el 28 de mayo de 1874[102]. Allí hace una referencia velada al deísmo de Darwin diciendo que pretende excluir toda intervención divina en la naturaleza, confiando demasiado en la selección natural, «pero esto no significa que niegue la existencia de un propósito, una intención o la cooperación de Dios en la naturaleza. Esto sería tan gratuito como anti-filosófico, por no decir anti-científico»[103].
Aunque Gray conocía bien el escepticismo de Darwin con respecto al diseño, quiere quitar toda asociación de su teoría con el ateísmo. Por eso Gray define la posición de Hodge como “ultra-ortodoxa” y dice que se diferencia de muchos que aceptan de alguna manera la evolución sin ser ateos como Lord Kelvin, Herschel, Argyll, Owen, Mivart, Wallace y Darwin[104]. Y añade que todo esto muestra que el darwinismo permite tanto una interpretación atea como una teísta, «aunque tememos que [el libro de Hodge] no contribuye mucho a la reconciliación entre ciencia y religión»[105]. Al final Gray termina citando unas palabras de Charles Kingsley:
Sabemos desde antiguo que Dios es tan sabio que puede hacer todas las cosas; pero he aquí que Él es incluso más sabio que eso, ya que puede hacer que todas las cosas se hagan a sí mismas[106].
Gray le hace llegar la reseña a Darwin y le escribe diciéndole que está haciendo un trabajo “cuesta arriba” para mostrarlo como teísta[107], a lo que Darwin respondió:
Leí con interés su reseña semi-teológica y conseguí el libro [de Hodge], pero creo que su reseña será suficiente para mí. Cuanto más reflexiono sobre la cuestión, más perplejo me quedo[108].
Ese mismo año el editor de la revista inglesa Nature le pidió a Gray un esbozo de la vida de Darwin, ya que veía en el americano alguien “en quien todos confiarían”[109]. En este breve escrito Gray resalta su contribución a las ciencias naturales, y termina diciendo:
Estos artículos [botánicos de Darwin] –que proporcionan excelentes ilustraciones [de las adaptaciones]– nos permiten reconocer el gran servicio de Darwin a la ciencia natural al traer de vuelta a ésta la Teleología; así que, en vez de Morfología vs. Teleología, tenemos la Morfología casada con la Teleología[110].
Estas palabras son muy citadas, pero pueden dar la impresión de un cierto panglossianismo teleológico por parte de Gray. En nuestra opinión son mucho más interesantes –y muy poco citadas– las palabras que dice a continuación:
Para muchos, sin duda, la Teleología evolucionista se presenta de una forma tan cuestionable que parece despojada de toda su bondad; pero cambiarán de opinión con el tiempo, cuando sus ideas se ajusten, y vean el impulso que han dado las nuevas doctrinas a la investigación. Están muy equivocados quienes piensan que el Darwinismo sólo tiene importancia especulativa, y quizás un interés transitorio[111].
Gray veía claramente que la teoría de Darwin había puesto retos importantes a la teleología y a la teología natural. No se trata de algo negativo en sí mismo, pero si de un asunto que requiere atención.
El sketch fue publicado en Nature el 4 de junio de 1874, y el día siguiente Darwin le escribe a Gray una carta en la que le dice:
Lo que dice sobre la teleología me agrada especialmente, y no creo nadie más haya advertido jamás el punto. Siempre he dicho que usted es el hombre para golpear el clavo en la cabeza[112].
***
Para Gray –al igual que para Aristóteles– es posible llegar a las causas finales (la teleología) a partir de los resultados finales (la morfología). Pero esta doctrina –y en particular la inferencia de un diseño– enfrenta algunas dificultades que pone el darwinismo. Esto lo vivió personalmente Gray con su derrota de 1868, y vemos que en este párrafo evita usar la palabra diseño.
Acá podemos percibir que Gray está madurando su respuesta a la metáfora de la casa de piedra, la cual aparecerá en su ensayo Evolutionary Teleology de 1876. En el fondo Gray pensaba –al igual que Kingsley– que Darwin «no ha dañado para nada los cimientos de la teología natural, aunque la superestructura necesitará un ajuste en un modo que alegraría el corazón de Paley, si viviera. De hecho los nuevos argumentos y explicaciones de viejas dificultades mejorarán –en vez de lesionar– la teología natural»[113].
2.2. Evolutionary Teleology
Todos los artículos escritos por Gray entre 1860 y 1874 aparecieron de manera anónima, con excepción de la reseña del American Journal of Science and Arts y del panfleto –publicado solo en Inglaterra– con los tres artículos del Atlantic Monthly. La reseña de The Nation sobre el libro de Hodge le interesó mucho a un ministro Congregacionalista llamado George Frederick Wright (1838-1921)[114]. Éste escribió al editor del periódico en relación con el artículo y así entró en contacto con el célebre botánico[115].
Tanto Gray como Wright tenían una fe firme y un gran interés por la ciencia, pero sobre todo el profundo convencimiento que no podía haber conflicto entre ambas. Wright poseía una honda formación científica, filosófica y teológica que le permitió reconciliar la evolución con su fe[116].
Era imposible, pensaba Wright, conocer los planes últimos de un Dios soberano, de manera que la evolución darwiniana no representa una amenaza seria para su lugar en el universo. Los naturalistas saben muy poco acerca del diseño del Universo como para sostener que no hay lugar en él para Dios: en la evolución las variaciones pueden ser útiles para la selección, y al mismo tiempo hacer parte de un diseño grandioso y benevolente del Creador. Solo Dios puede ver el todo y los hombres no podemos restringir su acción a las ideas y los modos de trabajar humanos[117].
Aunque entre Gray y Wright había ventiocho años de diferencia, trabajaron juntos durante varios años en la causa de defender la compatibilidad entre la fe y la evolución. En 1875 Wright animó a Gray a publicar sus ensayos en un libro para contrarrestar tanto a los materialistas como a los antievolucionistas. Gray no estaba muy convencido de que hubiera demanda para un libro así y, en todo caso, no estaba interesado en la notoriedad que le podría dar. Wright lo terminó convenciendo, ofreciéndole además sus servicios como editor y consultor teológico. «Un año más tarde fue publicado Darwiniana, que es en todo derecho el libro más importante sobre evolución y teología escrito por un científico profesional en Gran Bretaña y América durante el último tercio del siglo XIX»[118].
En Darwiniana (1876) se recogen doce escritos publicados por Gray desde 1860[119], más un ensayo completamente nuevo titulado Evolutionary Teleology, en el que se percibe la influencia de Wright[120].
Desde el prefacio del libro encontramos que uno de los objetivos de Gray es la armonía entre ciencia y religión. Allí dice:
[El autor de este libro] es científicamente, y a su manera, un Darwiniano, filosóficamente un teísta convencido, y religiosamente un aceptador del “Credo comúnmente llamado Niceno”, como exponente de la fe Cristiana[121].
Y en tono esperanzador termina el prefacio diciendo:
“La verdad emerge antes del error que de la confusión”, dice Bacon; y visiones más claras que las que comúnmente prevalecen sobre los asuntos en cuestión –en relación con “religión y ciencia”– son todavía suficientemente necesarias como para justificar estos esfuerzos[122].
En Evolutionary Teleology Gray empieza haciendo referencia a su afirmación, repetida en 1862 y 1874[123], de que Darwin había traído de nuevo la teleología a la historia natural. Dice que todo el darwinismo se apoya en los conceptos de utilidad y propósito, que se puede apreciar en las adaptaciones que implican una finalidad[124].
Pero a partir de estas adaptaciones (como los mecanismos de las orquídeas) no podemos concluir directamente que existe un inventor (contriver) que las fabricó. Dice:
Por una confusión de pensamiento, ahora obvia, pero que en su momento era razonable [not unnatural], [las adaptaciones] fueron vistas como una prueba de la ejecución directa del propósito del inventor en la creación de cada órgano y organismo, de modo similar a cuando el hombre inventa y fabrica una máquina. Una idea que ha sido afirmada como doctrina ortodoxa, pero que San Agustín y otros padres Cristianos eruditos habrían juzgado heterodoxa[125].
Acá se separa de la llamada creación especial en la que el Creador es visto como un demiurgo. Esta es la que hemos denominado “interpretación intervencionista” de Paley (III.3.3). Y añade:
En la doctrina del origen de las especies mediante la selección natural, estas adaptaciones aparecen como el resultado más que como el motivo, como resultados finales más que como causas finales[126].
Es muy interesante que en este artículo Gray distinga claramente entre propósito y diseño. El primero corresponde al «fin al que ciertos medios están adaptados»[127], y el segundo a «la acción de una inteligencia en la que la imagen o idea del fin precede al uso de los medios»[128]. Mientras que el propósito se puede ver en el resultado final de las adaptaciones, el diseño no. Aunque no emplea estos términos, acá Gray distingue entre lo que hemos llamado teleología intrínseca y la teleología extrínseca (III.3.3).
Dice que es evidente que la visión de la naturaleza que ofrece el darwinismo es compatible con un propósito (teleología intrínseca), pero que para muchos no lo es con el diseño (teleología extrínseca). Gray entonces se pregunta si podemos inferir con nuestra propia inteligencia la existencia de una inteligencia superior que ordena e informa la naturaleza[129].
Para responder esta pregunta se fija en una posible objeción: la presencia del azar. Antes que nada se refiere a las obras humanas diciendo que «no todas son diseñadas, sino que muchas son contingentes o accidentales»[130]. Por el contexto de esta frase podemos ver que está haciendo una comparación entre las obras humanas y las obras divinas: así como en las primeras encontramos resultados que no hacen parte de un plan, de la misma forma en las obras de Dios no todo tiene que hacer parte del diseño del mundo. Los fenómenos “contingentes o accidentales” en la naturaleza son compatibles con un plan divino general –que no incluye todos los detalles– mientras que resultan en cierto modo inexplicables si se piensa que dicho plan debe incluir todos los detalles.
Una muestra de la presencia de los accidentes en la evolución es la existencia de órganos inútiles. Darwin había hecho referencia en varias oportunidades a la existencia de órganos rudimentarios o atrofiados como indicio de la descendencia de unas especies de otras[131] y también para mostrar su escepticismo con respecto a la existencia de un diseño[132].
Gray dice que este tipo de órganos sin función se encuentran en casi todas las especies y muestran que han sido heredados de otras[133]. Además este hecho no tiene sentido a la luz de la creación especial, en cambio:
Mediante la adopción de la hipótesis Darwiniana –o algo parecido a ella– que estamos inclinados a favorecer, se evitan muchas de las dificultades y otras disminuyen. En la teleología amplia y de largo alcance que podría ocupar el lugar de otras concepciones anteriores más estrechas, los órganos e incluso las facultades inútiles para el individuo encuentran su explicación y razón de ser[134].
Y poco más adelante dice:
Desde este punto de vista, además, el desperdicio de vida y materia en la naturaleza orgánica deja de ser totalmente inexplicable, porque deja de ser algo sin sentido. Puede ser visto como una parte de una “economía general de la naturaleza”[135].
Para Gray la adopción de una teleología general que integre los descubrimientos hechos por Darwin –más adelante la llama “teleología darwiniana” [136]– permite explicar tanto las perfecciones como los defectos. En últimas la presencia de accidentes dentro de un diseño divino.
Es interesante anotar cierta similitud entre esta “teleología amplia y de largo alcance” de la que habla Gray con la que promovía Huxley. Escribiendo en 1887 acerca de la acusación que se le hacía a la teoría de Darwin de abolir la teleología y de “destrozar” el argumento de diseño, dice Huxley que «la doctrina de la evolución no es ni anti-teísta ni teísta. Simplemente no tiene que ver con el teísmo más que el primer libro de Euclides»[137]. Y citaba unas palabras que había escrito en 1869:
Pero posiblemente el servicio más notable que hizo el Sr. Darwin a la filosofía de la biología es la reconciliación entre Teleología y Morfología, y la explicación de los hechos de ambas que sus puntos de vista ofrecen[138].
Luego, refiriéndose a Paley, dice que la revolución darwiniana es una respuesta a algunas formas de teleología “más burdas” [coarser], como las que dicen que un ojo fue hecho inmediatamente con la precisa estructura que vemos que posee hoy día, con el fin de poder ver. Y añade:
Sin embargo, es necesario recordar que hay una más amplia teleología que no es tocada por la doctrina de la evolución (…). Esta proposición es que el mundo entero, vivo y no vivo, es el resultado de la interacción mutua, de acuerdo a ciertas leyes, de las potencias que poseían las moléculas de las que la nebulosa primitiva del universo estaba compuesta. Si esto es así, no es menos cierto que el mundo actual estaba potencialmente en el vapor cósmico. (…) Los puntos de vista teleológico y mecánico de la naturaleza no son, necesariamente, mutuamente excluyentes. Por el contrario, entre más puramente mecanicista es el especulador, más firmemente debe asumir una disposición molecular primordial de la que todos los fenómenos del universo son consecuencias, y más completamente está, por tanto, a merced del “teleólogo”, que siempre puede desafiarlo a desmentir que esta disposición primordial no estaba destinada a evolucionar los fenómenos del universo[139].
Se podrían hacer muchos comentarios acerca de estas palabras. Nos limitamos a citar lo que decía de ellas un estudioso del tema: «La idea central de esta cita de Huxley se encuentra en dos frases, “el mundo actual estaba potencialmente en el vapor cósmico” y “una disposición molecular primordial de la que todos los fenómenos del universo son las consecuencias”. Este concepto de la naturaleza primordial de la materia es bastante consistente con un universo en el que el azar y la necesidad también reinan. Yo iría más lejos y diría que un universo de azar y necesidad demandan una tal concepción de la materia»[140].
Volviendo a Evolutionary Teleology, dice Gray que la evolución darwiniana es compatible tanto con una interpretación teísta como con una atea. Dado que se trata de un problema filosófico, dice, debemos preguntarnos cual hipótesis está mejor sustentada. A favor de la existencia de un diseño divino dice que si bien los propósitos –en el sentido que se mencionó anteriormente– no implican diseño, ciertamente son compatibles con él y lo sugieren[141]. Y añade:
Un diseño general [design in a whole] del cual los detalles parecen contingentes, es difícil de ser concebido e imposible de ser demostrado, pero la alternativa es todavía más difícil y menos satisfactoria[142].
Si bien es difícil marcar una diferencia entre los resultados que son fruto del diseño y los que son contingentes, para Gray es importante tener en cuenta que entre más perfecta es la inteligencia, mejor tiene en cuenta los accidentes dentro de su plan. Por tanto nuestra falta de comprensión de las causas próximas no permite invalidar la existencia de un diseño hecho por parte de una mente infinita[143]. Y añade que el diseño en la naturaleza se distingue del de los hombres en que el primero lo abarca todo, y lo podemos llamar con su sinónimo teológico: Providencia[144].
Esta concepción teísta del diseño no es incompatible con la hipótesis de que las especies vengan unas de otras mediante un proceso natural, ya que esto mismo sucede con los individuos al ser generados por sus padres: son hechos análogos. Luego dice que hay dos ideas han ayudado a que algunos vean cierta incompatibilidad entre ambas: la hipótesis de las creaciones especiales y una idea errónea de la naturaleza y alcance de la selección natural[145].
Aquí Gray expone una nueva metáfora, diferente al “comentario viejo y peligroso” en el que sugiere que «las variaciones han sido conducidas por ciertas líneas beneficiosas»[146]. Dice:
La doctrina darwiniana (…) puede ilustrarse brevemente así: la selección natural no es el viento que impulsa el velero, sino el timón que, por fricción, ahora por este lado y ahora por el otro, forma la trayectoria. El timón actúa cuando el velero está en movimiento, y no efectúa nada cuando está parado[147].
Recordemos que en la metáfora de 1860 comparaba la evolución con arroyos que bajaban por una ladera gracias a la gravedad, pero cuyo cauce estaba diseñado. Darwin siempre vio, con razón, que si la selección natural tenía un papel equivalente al de la gravedad en la metáfora se Gray, su papel sería totalmente superfluo en cuanto a la dirección del curso del agua[148]. El naturalista británico mostró de manera convincente en sus libros –especialmente en Orchids y Variation– la existencia de accidentes en la evolución: fenómenos que sería ilógico asignar a un diseño previo. Esto fue para Gray causa de cierta inquietud durante varios años.
La nueva metáfora tiene la ventaja de precisar mejor el papel de la selección natural en el proceso: no cumple una función superflua sino activa. Sin embargo su control no es absoluto, ya que depende de las variaciones: sin éstas no puede hacer nada, como un velero sin viento. Y sigue diciendo Gray:
La variación responde al viento: “oyes su voz pero no sabes de dónde viene ni adónde va”[149].
Aquí emplea una cita del Evangelio (Jn 3,8) para indicar que no sabemos el origen de las variaciones pero –sin decir expresamente que éstas están diseñadas– da a entender que hacen parte de la Providencia divina. Esto no significa necesariamente que sean “milagrosas”, pero esto será más claro en sus conferencias en Yale en 1880. Y continúa:
Su trayectoria está controlada por la selección natural, cuya acción, en cualquier momento dado, es aparentemente pequeña o imperceptible; pero los resultados finales son grandiosos. Ésta procede principalmente a través de influencias externas. Pero estamos más y más convencidos de que la variación (…) no es un producto sino una respuesta a la acción del entorno. Las variaciones –i.e. las diferencias entre plantas y animales individuales–, independiente de cómo hayan sido originadas, ciertamente no provienen de afuera sino de adentro, no son físicas sino fisiológicas[150].
Aunque el curso de la evolución está controlado por la selección natural, para Gray ésta no cumple la función del arquitecto tal como decía Darwin. Mientras para el británico las variaciones son modeladas por el ambiente (son físicas, vienen de afuera) para el americano éstas tienen su origen en el organismo (son fisiológicas, vienen de adentro). En pocas palabras, Darwin veía la evolución como la supervivencia del más apto (“the survival of the fittest”) mientras que para Gray era más importante la formación del más apto (“the making of the fittest”)[151].
En su ensayo sigue diciendo Gray que no tiene pruebas de que el origen de las variaciones sea interno y no externo, pero saca esta conclusión tras observar cómo surgen las variedades de una especie. Las variaciones aparecen –aunque de momento desconozcamos la causa– independientemente de las condiciones externas: «surgen, como se suele decir, espontáneamente (…) aunque no se producen todo tipo de variaciones»[152]. Gray reconoce la accidentalidad en el proceso evolutivo en la que tanto énfasis hizo Darwin, pero se distancia tanto de éste como de los neo-lamarckianos, de quienes en 1872 le había escrito a Darwin que no aportan ninguna vera causa a la evolución[153].
El ensayo termina diciendo que, después de analizar la evidencia lo más imparcialmente posible, parece convincente la inferencia del diseño. Y hace referencia a otro pasaje del Evangelio (Jn 4,48) para rebatir a quienes alegan que hay incompatibilidad entre el diseño y la evolución (como opuesta a la doctrina de las creaciones especiales):
[Quien] no puede reconocer el diseño en la naturaleza a causa de la evolución, debe ser colocado entre aquellos de los cuales se dijo, “Si no veis signos y prodigios no creéis”. ¡Qué extraño que un teísta convencido deba estar tan inclinado a asociar el diseño sólo con el milagro![154]
Para un teísta no puede haber ningún tipo de conflicto porque cualquier descubrimiento científico, incluso que las especies sean originadas mediante un proceso como el propuesto por Darwin, es compatible con la Providencia divina.
El ensayo termina diciendo que, aunque nunca sepamos el misterio de la causa de las variaciones, “difícilmente se puede encontrar un tema más legítimo para la investigación filosófica”. Acá cita un pasaje de la Metafísica en el que el Estagirita, hablando del primer motor inmóvil, dice que “lo Divino abarca la Naturaleza entera”[155]. Y dice:
Esta tradición, de la cual Aristóteles, a la vez naturalista y filósofo, habla tan noblemente –continuada a lo largo de los siglos sucesivos, e iluminada por la Luz que ha venido al mundo– puede todavía expresar los más encomiables pensamientos del investigador y pensador científico moderno[156].
2.3. Las conferencias en Yale
La publicación de Darwiniana acabó con el anonimato de Gray, y la aceptación del libro fue, en general, muy positiva. Wright estaba especialmente contento y le dijo que le parecía muy oportuno difundir sus puntos de vista en un momento en que Huxley estaba realizando una exitosa gira por los Estados Unidos[157]. El autor de la reseña para Popular Science Monthly escribió:
[Darwiniana es] quizás la más completa y confiable exposición e ilustración de lo que ha de entenderse correctamente por “Darwinismo” que puede encontrarse en nuestro idioma[158].
En el plano científico Gray siguió en contacto con Darwin, el cual le dedicó un libro en 1877 “como un pequeño tributo de respeto y afecto”[159] y siguieron siendo amigos hasta su muerte en 1882. Con Wright continuó sus esfuerzos para defender la compatibilidad de la evolución con la fe. En 1878, por ejemplo, apareció en la publicación religiosa Independent un artículo del astrónomo Simon Newcomb, presidente de la American Association for the Advancement of Science, en el que, hablando de la relación entre ciencia y religión, excluía toda posible intervención de Dios en la naturaleza. Gray, asesorado por Wright, respondió diciendo que dicha intervención es una hipótesis legítima, similar a como el hombre puede cambiar el curso de fenómenos gobernados por las leyes naturales. Decir que Dios no puede intervenir en la naturaleza es una afirmación gratuita y de ninguna manera científica. Gray aceptaba la autonomía de la ciencia, pero no podía aceptar una separación absoluta entre las dos esferas[160].
Dice Dupree que en 1879 el debate acerca sobre la evolución está, en palabras de Gray, “un poco gastado”: Darwin nunca cambió su posición con respecto al diseño, el idealismo de Agassiz parecía prehistórico, Lyell había muerto, y aunque Hooker seguía trabajando con Gray en cuestiones de taxonomía, incluso Huxley parecía viejo[161].
Sin embargo había muchas personas interesadas en la relación entre ciencia y religión que deseaban escuchar a un científico de primera línea que se declaraba evolucionista y teísta, y que además era amigo personal de Darwin. Aceptando su nuevo rol ante el público americano, Gray rompió su vieja regla de no dar conferencias públicas y aceptó una invitación para dirigirse a los estudiantes de teología de Yale en New Haven.
Con la asesoría de Wright preparó dos conferencias que pronunció en 1880 y que aparecieron publicadas ese mismo año con el título Natural Science and Religion. En la primera, que se titula Scientific Beliefs, expone las principales tendencias científicas en ese momento, aunque haciendo énfasis en la biología. En la segunda, que lleva por título The Relations of Scientific to Religious Belief, habla de la actitud que deben tomar los cristianos ante los nuevos descubrimientos científicos y, en general, de la relación entre ciencia y fe. Nos gustaría hacer un análisis detallado de estas interesantes conferencias, pero nos limitaremos a exponer las ideas principales que en ellas aparecen en relación con la teoría de la evolución, haciendo unos breves comentarios.
Hacia el inicio de Scientific Beliefs Gray se refiere a los problemas suscitados por la teoría de la evolución a la interpretación de la Sagrada Escritura. De estos afirma que no son nuevos, ya que la geología y la hipótesis nebular habían puesto las mismas dificultades en su día. Aquí repite una idea que menciona en su ensayo de 1876: debemos aceptar la idea que la Biblia no recoge conocimientos de tipo científico[162].
Hacia el final de la conferencia Gray entra a exponer la teoría de Darwin. Dice que “el darwinismo puro y simple, libre de especulaciones” consiste en que en los seres vivos se dan variaciones, las cuales –debido a la ley de Malthus– hacen que los individuos más aptos tiendan a sobrevivir y multiplicarse, y que los menos aptos tiendan a desaparecer[163].
Esta selección natural no es una hipótesis sino un hecho o, más precisamente, un principio que se puede inferir directamente de los hechos. La pregunta para Gray es qué tanto es capaz de explicar este principio. “La hipótesis, basada en este principio, es que la lucha por la supervivencia (…) da cuenta de toda la diversidad de formas de vida vegetal y animal” [164].
El problema de esta hipótesis es que no dice nada acerca del origen de las variaciones –asumiendo el misterioso principio de divergencia–, de manera que lo que explica es la selección de las formas nuevas pero no su formación[165]. Y dice:
Por supuesto que hay una causa de la variación. Nadie supone que algo cambia sin una causa; y no hay razón para pensar que las causas próximas de la variación no lleguen a ser conocidas; (…) pero por ahora no las conocemos. El punto al que quiero llegar es que la selección natural (…) no puede ser invocada como la causa de aquello sobre lo que actúa, i.e. la variación[166].
Se trata de un pasaje muy claro del que solo queremos hacer notar que para Gray las causas de las variaciones pueden llegar a ser conocidas por la ciencia, es decir, no es necesario que tengan un origen sobrenatural.
Sigue diciendo que algunos emplean el término selección natural como “la totalidad de las causas conocidas y desconocidas”, pero esto “no es más que una mera abstracción que, queriendo significar todo, no explica nada”. Y sobre el supuesto carácter aleatorio de las variaciones dice que quienes sostienen la hipótesis mencionada –entre ellos el mismo Darwin– asumen que éstas ocurren en todas las direcciones. “Pero los hechos, hasta donde soy capaz de juzgar, no soportan la suposición de que la variación es indefinida y hacia todos los lados”, es decir, tiene restricciones que no explica la hipótesis darwiniana[167].
En The Relations of Scientific to Religious Belief parte de la explicación de la teoría de la evolución presentada en la primera conferencia, y analiza su relación con la teología. Después de hacer una introducción del tema analiza algunos problemas que pone la evolución a la fe.
Haciendo una clara referencia a la teología natural de Paley –aunque su nombre no aparece en ninguna de las dos conferencias– dice que “antes se pensaba que los seres vivos ofrecían una especie de demostración de [la existencia] de un Creador sobrenatural”, pero ahora la ciencia está socavando esa idea. Sin embargo, lo que se ha perdido en inmediatez, puede ser ganado en profundidad[168]. Y hace una comparación muy original:
Todo el progreso de las ciencias físicas tiende, con respecto a la acción divina, a considerar como mediato, general e indirecto (…) lo que antes se pensaba que era inmediato y especial. Los jóvenes aprenden mediante ejemplos, los hombres maduros mediante leyes[169].
En este sentido los teólogos, al igual que los naturalistas, deben aceptar los mejores puntos de vista en cada momento, pero estar dispuestos a modificarlos si la evidencia así lo indica[170].
Entrando al tema de la hipótesis darwiniana mencionada en la primera conferencia, distingue entre una hipótesis creíble, que aporta “causas reales y conocidas” de un fenómeno, y una hipótesis completa, que no solo debe aportar causas reales sino suficientes para los efectos que pretende explicar[171]. Como vimos en el capítulo anterior, esta misma idea la expuso Gray en su recensión de On the Origin en 1860[172].
En este sentido la hipótesis de la creación directa de las especies no es, a la luz de las investigaciones científicas, creíble. Hablar solo del hecho de la evolución no es, en el sentido expuesto, una hipótesis científica, ya que no aporta ninguna causa del fenómeno. La hipótesis darwiniana es científica y creíble, porque aporta causas reales, pero Gray se pregunta:
¿Es una hipótesis completa y suficiente? ¿Ofrece una explicación científica (i.e. indica las causas) del surgimiento de las formas de vida desde lo bajo hasta lo alto, desde lo simple hasta lo complejo, desde el protoplasma a la planta simple y al animal, de la bestia al hombre? ¿Explica científicamente la formación de un órgano como el ojo, la mano o el cerebro (…)? ¿Explica cómo y por qué [ciertos organismos] poseen sensibilidad, la facultad de responder al movimiento, percepción, conciencia, intelecto [y otros no]? [173]
E inmediatamente responde:
¡De ninguna manera! La hipótesis [darwiniana] no hace ninguna de estas cosas. Por mi parte difícilmente puedo concebir que alguien pueda pensar que la selección natural explica científicamente estos fenómenos[174].
Más adelante repite que el gran vacío de le hipótesis consiste en que no explica la variación sobre la cual actúa la selección. Y añade que “la selección natural actúa externamente, mediante agentes conocidos, a la luz del día”, mientras que “la variación actúa internamente, en la oscuridad” y de modos desconocidos. Esto no significa que la causa de la variación sea de origen sobrenatural, simplemente que aún no la conocemos, ya que “no podemos suponer que los agentes naturales acaban justo donde fracasamos en explicarlos”[175]. En este sentido dice:
Todo parece suceder en el curso de la naturaleza y, por tanto, bajo causas segundas; pero cuáles son éstas o cómo están conectadas e integradas con la primera causa, por ahora no lo sabemos y posiblemente nunca lo sabremos[176].
Desde el punto de vista teológico, dice, no es menos teísta pensar que Dios actúa mediante su Providencia en un mundo pre-ordenado (no predeterminado) a que opera mediante intervenciones directas. Ningún teísta puede eliminar ni la posibilidad de que Dios intervenga en la naturaleza, ni la de que Dios la haya pre-ordenado. Pero tampoco lo puede hacer la ciencia, que se ocupa de las leyes naturales pero no de la interrupción de las mismas (los milagros). Lo que sería un error teológico es pensar que “lo que la ciencia mueve del ámbito sobrenatural al natural está perdido para el teísmo”[177].
En este sentido unas páginas más adelante dice que aún en el caso en que la ciencia lograra explicar completamente la evolución mediante causas naturales, de ninguna manera se puede excluir que sea una obra divina. Y explica que, aunque piensa que esta posición nunca podrá ser demostrada, puede ser creída, y “encaja bien con la doctrina que se dice que ha sido enseñada por filósofos y santos, por Leibniz y Malebranche, Tomás de Aquino y Agustín”[178].
Lo anterior se debe a que podemos tener la seguridad de que “el Dios de nuestra religión es el Autor de la naturaleza”, y en la inteligibilidad de ésta podemos ver un reflejo de la sabiduría divina. Aunque es evidente que a la luz de los nuevos descubrimientos científicos es necesario ajustar algunos de los argumentos a favor del diseño, también es cierto que estos mismos descubrimientos ayudan a entender mejor los designios divinos. En concreto Gray hace referencia a una idea que había expuesto en Evolutionary Teleology y es que el darwinismo permite entender mejor la existencia de accidentes en la naturaleza. Por tanto no debemos eliminar la divinidad por la existencia del azar, el diseño por la contingencia: sería como arrancar el trigo junto con la cizaña[179].
Finalmente habla de la inferencia de un diseño divino en la naturaleza diciendo todo ser inteligente tiene planes (designs) cuyo alcance es proporcional a su poder y sabiduría, por tanto, si hay un Autor de la naturaleza, sus planes “deben abarcarlo todo y ser insondables”[180]. Y, para ilustrar la idea de que la inferencia de un diseño se encuentra fuera de la ciencia, Gray cita unas palabras de Francis Newman que dicen:
No podemos probar, nos dicen, que el ojo fue hecho para ver, o la mano para agarrar, o los dedos para trabajar delicadamente. Por supuesto que no podemos. ¿Pero cuál es la alternativa? Creer que todo es fruto del azar ciego. Ninguna ciencia tiene ningún cálculo o aparato para decidir entre las dos teorías. El sentido común, no la ciencia, tiene que decidir, y el estudiante de física más experto no tiene en esta decisión ninguna ventaja sobre un hombre simple pero reflexivo [thoughtful] [181].
***
La reacción a las conferencias de Gray fue variada. Por una parte, dice Dupree, su ejemplo fortaleció una rápida tendencia del Protestantismo americano hacia una conciliación con Darwin. Pero mientras Wright veía la positiva influencia de Gray en muchos jóvenes científicos, otros pensaban que había fracasado en su intento de conciliar el teísmo con el darwinismo[182].
Hasta el final de su vida Gray mantuvo la determinación de no separar el dominio de la ciencia del de la religión, pero en la comunidad científica estaba tomado fuerza la idea que la ciencia era la única fuente de conocimiento, negando cualquier valor a la filosofía y la teología. Como buen taxonomista que era, Gray conocía a fondo el orden que había en la naturaleza, y pretendió conectar la ciencia con la religión a través de la inferencia de un diseño divino. Al respecto dice Dupree en un estudio sobre el tema:
Los lectores ocasionales, desde T. H. Huxley hasta el día de hoy, han rechazado el pensamiento de Gray pensando que se basa en la falacia ya refutada por el filósofo escocés David Hume (1711-1776) [del argumento del diseño por simple analogía] (…). Darwin conocía el argumento de diseño [de Paley] mucho mejor que Gray (…) y podía convertir los mecanismos como el ojo y la mano, que Paley atribuía a un diseño Providente, en argumentos a favor de la selección natural. Para Gray, por el contrario, era el mismo proceso de la evolución el que era diseñado por el Creador[183].
Como portavoz del darwinismo científico, Huxley promovió el positivismo como interpretación oficial de la teoría de Darwin. Entre otras cosas acuñó el término “agnosticismo” como una alternativa entre los teístas, de un lado, y los ateos, del otro. Gray rechazó esta corriente de pensamiento y, como vimos, quedó marginado del grupo de científicos que se agruparon en torno a Huxley[184].
La generación darwiniana desarrolló una visión de la verdad basada completamente en la ciencia. Esta visión era poco atractiva para Asa Gray (…) pero colocó a muchos de sus contemporáneos en el terrible dilema de escoger entre una realidad basada en la verdad de la ciencia y una realidad basada en una revelación que había perdido toda su persuasión[185].
En 1882 una sobrina de Darwin, Julia Wedgwood (a quien mencionamos en IV.2.4), veía con tristeza la lucha entre ciencia y religión promovida por quienes usaban las ideas de su tío para promover el ateísmo[186]. Ella sintió un gran consuelo al ver que una persona como Gray era cercana a su tío, pero luego se lamentó por el hecho que le faltaba fuerza para contrarrestar el agnosticismo entre los círculos científicos británicos. Al respecto dice Miss Wedgwood:
En el mundo científico no hay nadie tan distinguido como el profesor Gray que comparta la convicción de que todo lo que compendiamos en el nombre de la ciencia no es sino una parte –la parte menos importante– de la realidad, (…) pero debemos decir que esta convicción no es presentada aquí [en Natural Science and Religion] con toda la evidencia y fuerza que caracteriza lo que es directamente científico[187].
Algo sorprendente es que para la sobrina de Darwin uno de los puntos débiles del libro de Gray es que emplea el mismo razonamiento de Paley, cuyas obras «han traído tantas dificultades como las que solucionan»[188]. Aunque no estamos de acuerdo con esta identificación, las palabras de Miss Wedgwood manifiestan el hecho de que Gray fracasó en su intento de contrarrestar las “emociones polarizadas” de quienes, por ambas partes, veían contraposición entre ciencia y religión[189].
Durante los años finales de su vida Gray emprendió unas cuantas batallas más, por una parte contra los que rechazaban la evolución por motivos religiosos, y por otra contra los que rechazaban el teísmo por causa de la evolución como fue el debate con George J. Romanes en la revista Nature en 1883[190].
En los Estados Unidos el trabajo de Gray, Wright y otros “reconciliadores” hizo mucho para calmar los miedos de aquellos intelectuales que veían la evolución como una amenaza para la religión. Hasta mediados de los años 1870s estaban convencidos de que la evolución era “mala ciencia”, pero a medida que la comunidad científica fue aceptando la evolución, muchos repensaron el papel de la ciencia en la teología. Aunque una minoría siguió rechazando la evolución a favor de una interpretación literal de la Biblia, la mayoría se adaptaron a la nueva ciencia[191]. Dicha adecuación entre Protestantismo y evolución debida a personajes como Gray siguió en buena medida intacta hasta la década del Scopes Trial (1925) en que muchos evangélicos habían decidido rechazar la evolución[192].
En la carta de 1874 encontramos unas palabras de las que dice su biógrafo que es la única vez que Gray apela al juicio de la historia:
[Dado que las doctrinas ateas de la evolución] están prevaleciendo y posiblemente lo seguirán haciendo, más o menos, entre hombres de ciencia, he pensado que es importante mostrar –y me ha costado mucho esfuerzo hacerlo– que estas [doctrinas] pueden ser mantenidas desde un punto de vista teísta. (…) Espero que una generación posterior me dé crédito (…) por ser uno de los pocos que peleó valientemente por [defender] la ciudadela de la teología natural[193].
Si bien es cierto que no pudo convencer a Darwin de que era posible compaginar el diseño con los accidentes en el proceso evolutivo, hay que decir que es casi imposible encontrar alguien que lo hubiera podido hacer. En una oportunidad Gray le preguntó a Darwin acerca de qué lo convencería del diseño, y éste respondió que a lo mejor creería “si viera un ángel”[194].
Para juzgar correctamente a Gray es importante ver sus dos últimas obras, en donde se recoge su punto de vista final sobre el azar y el diseño, que maduró gracias a la ayuda de Wright y su diálogo con el mismo Darwin. Allí se puede ver que la labor que realizó Gray no solo es destacable en la teología natural sino también en la ciencia. Dice Moore que «el darwinismo de Gray era un darwinismo con futuro»[195] porque, como dice Dupree:
Aquellas partes del darwinismo que sobreviven –el gran hecho de la evolución en sí mismo y de la acción de la selección natural– fueron precisamente las partes que Gray aceptaba cuando se llamaba a sí mismo darwinista[196].
Nos parece que su énfasis en la insuficiencia del principio de la selección natural y en la importancia de las causas de las variaciones era una invitación al desarrollo de la nueva ciencia de la biología genética. Sin quitarle a Darwin ninguno de los méritos que en justicia se le deben, pensamos que Gray incorporó mejor en su pensamiento unas palabras que el naturalista británico dejó anotadas en uno de sus Cuadernos en diciembre de 1838:
It is one thing to prove that a thing has been so, & another to show how it came to be so[197].
[1] Charles Darwin, The Variation of Animals and Plants under Domestication (Variation), John Murray, London 1868, II, 432.
[2] Darwin a Gray, 8 de junio de 1860. Darwin Correspondence Database (DCD), University of Cambridge, entry 2825. Cfr. Darwin a Gray, 3 de julio de 1860. DCD, entry 2855.
[3] El título de la segunda edición fue acortado a: The Various Contrivances by which Orchids are Fertilized by Insects (1877). Los otros dos estudios son: The Effects of Cross and Self-Fertilisation in the Vegetable Kingdom (1876) y The Different Forms of Flowers in Plants of the Same Species (1877).
[4] Cfr. The Autobiography of Charles Darwin 1809-1882. Edited by Nora Barlow with the original omissions restored, Collins, London 1958, 127.
[5] Cfr. Charles Darwin, On the Various Contrivances by which Orchids are Fertilized by Insects (Orchids), John Murray, London 1862, 1.
[6] Ibíd, 2.
[7] De hecho a lo largo del libro emplea frecuentemente dos de los términos usados por Paley: contrivances y adaptation. Cfr. Thomas F. Glick, David Kohn (eds.), Darwin on Evolution: The Development of the Theory of Natural Selection, Hackett Publishing, Cambridge (MA) 1996, 283.
[8] Cfr. Charles Darwin, On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favored Races in the Struggle for Life, John Murray, London 1859, 96-97. Darwin se preocupaba por las consecuencias negativas para sus hijos por el hecho de haberse casado con su prima hermana, Emma. Cfr. Adrian Desmond, James R. Moore, Darwin: The Life of a Tormented Naturalist, W. W. Norton, New York 1995, 575.
[9] La Ophrys apifera. Cfr. Charles Darwin, Orchids, 63ss.
[10] Cfr. ibíd, 171: «What the use can be of this extreme flexibility and liability to movement in the labellum, I cannot conjecture, unless it be to attract the notice of insects to their dull-coloured, small, and inconspicuous flowers, in the same manner as the bright colours and strong odours of many other Orchids apparently serve to attract insects».
[11] Cfr. ibíd, 172: «The Australian genus Calæna is endowed with this property in a most remarkable degree; for when an insects alights on its labellum it suddenly shuts up against the column, and encloses its prey as it were in a box».
[12] Cfr. ibíd, 78: «As I have described the case, the flower would receive its own pollen; but if the insect first exhausted the richer source of nectar within the nectary, and afterwards licked up the lateral drops, it would not till then get the pollinia attached to its head, and, flying to another flower, a union would be effected between two distinct flowers or two distinct plants. If, indeed, the insect were to suck the lateral drops first, (…), the insect would perhaps be disturbed by the attachment of the pollinium, and would not go on sucking immediately, but would fly to another flower, and thus a union between distinct individuals would ensue».
[13] Cfr. ibíd, 212-213: «When certain definite points of the flower are touched by an insect, the pollinia are shot out like an arrow which is not barbed, but has a blunt and excessively adhesive point. The insect, disturbed by so sharp a blow, or after having eaten its fill, flies sooner or later to a female plant, and, whilst standing in the same position as it did when struck, the pollen-bearing end of the arrow is inserted into the stigmatic cavity, and a mass of pollen is left on its viscid surface. Thus, and thus alone, at least three species of the genus Catasetum are fertilised».
[14] Cfr. John Beatty, “Chance Variation: Darwin on Orchids”, Philosophy of Science 73 (2006), 632-633.
[15] Charles Darwin, Orchids, 348-349.
[16] Ibíd, 351.
[17] Darwin a Gray, 5 de junio de 1861. DCD, entry 3176.
[18] John Beatty, “Darwin on Orchids”, 640. En una carta escrita a Gray a mediados de octubre de 1861 dice que le parece “monstruoso” pensar que las orquídeas fueron creadas como las vemos: «When I think of my beloved orchids, with rudiments of five anthers, with one pistil converted into a rostellum, with all the cohesion of parts, it really seems to me incredibly monstrous to look at an orchid as created as we now see it. Every part reveals modification on modification. But enough & more than enough» (DCD, entry 3283).
[19] Charles Darwin, Orchids, 348.
[20] Ibíd.
[21] Cfr. ibíd, 351. Al respecto dicen Ghiselin y Lennox que Darwin hace ver la selección natural como si fuera “Rube Goldberg”. Cfr. Michael T. Ghiselin, The Triumph of the Darwinian Method, University of California Press, Berkeley 1969, 134; cfr. James G. Lennox, “The Darwin/Gray Correspondence 1857–1869: An Intelligent Discussion about Chance and Design”, Perspectives on Science 18 (2010), 469. Goldberg (1883-1970) fue un caricaturista, escultor, ingeniero e inventor americano. Da su nombre al concepto “Rube Goldberg machine” que es una máquina que hace una operación muy sencilla de una manera extremadamente complicada que usualmente incluye una reacción en cadena.
[22] Cfr. Stephen Jay Gould, Elisabeth S. Vrba, “Exaptation - A Missing Term in the Science of Form”, Paleobiology 8 (1982), 4-15. En inglés también se usa el verbo co-opt.
[23] Cfr. Darwin a Gray, 10 de junio de 1862: «I received 2 or 3 days ago a French Translation of the Origin by a Madelle. Royer, who must be one of the cleverest & oddest women in Europe is ardent Deist & hates Christianity, & declares that natural selection & the struggle for life will explain all morality, nature of man, politicks (sic) &c &c!!!. She makes some very curious & good hits, & says she shall publish a book on these subjects, & a strange production it will be» (DCD, entry 3595).
[24] Gray a Darwin, 2 de julio de 1862. DCD, entry 3637. El 16 de febrero de 1863 Gray le dice a De Candolle que tiene curiosidad de ver el libro de Madame Royer. Cfr. Jane Loring Gray (ed.), The Letters of Asa Gray, Houghton Mifflin, Boston 1893, II, 498.
[25] DCD, entry 3637: «[I] am amused to see how your beautiful flank-movement with the Orchid-book has nearly overcome his opposition to the Origin».
[26] Darwin a Gray, 23 de julio de 1862. DCD, entry 3662.
[27]Cfr. Michael T. Ghiselin, The Triumph of the Darwinian Method, 131-159. El capítulo en el que Ghiselin habla de esto se titula A Metaphysical Satire, y dice que Orchids es una especie de sátira de los Bridgewater Treatises. Cfr. ibíd, 136.
[28] Cfr. James G. Lennox, “Darwin was a Teleologist”, Biology and Philosophy 8 (1993), 415-418.
[29] John Beatty, “Darwin on Orchids”, 635-636. Como dijimos anteriormente (II.2.3), para Beatty son equivalentes la Natural Theology de Paley, los ocho Bridgewater Treatises y el Ninth Bridgewater Treatise de Babbage.
[30] Cfr. DCD, entry 3662: «One more word. I shd like to hear what you think about what I say in last Ch. of Orchid Book on the meaning & cause of the endless diversity of means for same general purpose.— It bears on design—that endless question».
[31] Cfr. Charles Darwin, Orchids, 348-351.
[32] Cfr. Darwin a Gray, 28 de julio de 1862: «what a capital notice you have published on the orchids! it could not have been better; but I fear that you overrate it» (DCD, entry 3667).
[33] Cfr. Asa Gray, “Review of On the various contrivances by which British and foreign orchids are fertilised by insects, and on the good effects of intercrossing”, American Journal of Science and Arts 34 (1862), 137.
[34] Cfr. Darwin a Gray, 21 de agosto de 1862: «I shd very much like, if time permits, to hear what you think of my last chapter in Orchid-book» (DCD, entry 3692).
[35] Gray a Darwin, 22 de septiembre de 1862: «If I get time to turn it over I will say a few words on the last chapter of your Orchid book. But it opens up a knotty sort of question about accident or design, which one does not care to meddle with much until one can feel his way further than I can» (DCD, entry 3736).
[36] Cfr. James G. Lennox, “Darwin/Gray Correspondence”, 466-467.
[37] Asa Gray, “Review of Orchids”, 428: «brought back teleological considerations into botany».
[38] Cfr. ibíd, 429: «We faithfully believe that both natural science and natural theology will richly gain, and equally gain, whether we view each varied form as original, or whether we come to conclude, with Mr. Darwin, that they are derived: –the grand and most important inference of design in nature being drawn from the same data, subject to similar difficulties, and enforced by nearly the same considerations, in the one case as in the other».
[39] Cfr. íd, “Darwin and his reviewers”, Atlantic Monthly 6 (Oct) (1860), 417; íd, “Design versus Necessity. Discussion between two Readers of Darwin's Treatise on the Origin of Species, upon its Natural Theology”, American Journal of Science and Arts 30 (1860), 232. Y en la reseña dice: «Now, is it credible that all this admirable apparatus and these well-ensured and beneficial results are undersigned? On the supposition that Orchis pyramidalis was independently originated as it is, it would not be credible, nor would anyone, probably, ever think of raising the question. Although supposable, would the absence of design be much less incredible, on the assumption that the Orchis we have been considering was the progeny (remote or near)…» (íd, “Review of Orchids”, 140).
[40] Gray a De Candolle, 16 de febrero de 1863. Cfr. Jane Loring Gray (ed.), The Letters of Asa Gray, II, 498. En esa misma carta también leemos: «Well, as to origin of species, you have now gone just about as far as I have, in Darwinian direction, and both of us have been led step by step by the facts and probabilities, and have not jumped at conclusions».
[41] Cfr. Gray a Darwin, 23 de marzo de 1863: «Of course we believers in real design, make the most of your frank and natural terms –contrivance, purpose, &c– and pooh-pooh your endeavors to resolve such contrivances into necessary results of certain physical processes, and make fun of the race between long noses and long nectaries!» (DCD, entry 4056).
[42] Darwin a Gray, 31 de mayo de 1863. DCD, entry 4196.
[43] Ibíd:«Do you not consider such cases as all the Orchids next to a demonstration against Heer’s view…: it is impossible to imagine so many coadaptations being formed by a chance blow».
[44] Gray a Darwin, 7 de julio de 1863: «A propos to Heer, you ask me if it is impossible to imagine so many & nice coadaptations as we see in Orchids being formed all by a chance blow. I reply yes, perfectly impossible to imagine (and much the same by any number of chance blows). So I turn the question back upon you, is not the fact that the co-adaptations are so nice next to a demonstration against their having been formed by chance blows at all, one or many!» (DCD, entry 4234).
[45] Ibíd: «Here lives, I suppose the difference between us. When you bring me up to this point, I feel the cold chill». Después de esta fecha Gray vuelve a referirse a los escalofríos en una carta del 1 de septiembre que ya hemos citado. Cfr. DCD, entry 4288.
[46] Cfr. Autobiography of Charles Darwin, 126-127. Los proyectos fueron, entre otros, tres ediciones revisadas de On the Origin, Orchids y On the Movements and Habits of Climbing Plants (1865).
[47] Habla, entre otros animales, de perros, gatos, caballos, cerdos, ganado, ovejas, conejos, palomas, peces dorados, abejas y polillas. También de cereales, frutas, semillas y árboles.
[48] Acerca de la pangénesis –de la que hablamos al final del capítulo anterior– dice un estudioso: «Once adopted, Pangenesis would eliminate the need for God’s interference as much in the origin of variations and species as in the creation of individuals. Those proponents of design, like Asa Gray, who also applauded the extension of natural laws, would no longer be able to call upon God to explain the mystery of mysteries» (Kenneth W. Hermann, Shrinking from the Brink: Asa Gray and the Challenge of Darwinism, 1853-1868, Kent State University (Tesis Doctoral), Kent, OH 1999, 537).
[49] Cfr. Darwin a Hooker, 12 de junio de 1860: «The following metaphor gives good view of my notion of relative importance of Variability & Selection. Squared stones, bricks or timber are indispensable for construction of a building; & their Nature will to certain extent influence character of building, but selection I look at, as the architect; & in admiring a well-contrived or splendid building one speaks of the architect alone & not of the brick-maker» (DCD, entry 2830).
[50] Cfr. Darwin a Lyell, 14 de junio de 1860. DCD, entry 2832.
[51] Cfr. Lyell a Darwin, 15 de junio de 1860. DCD, entry 2832a.
[52] Cfr. Darwin a Lyell, 17 de junio de 1860. DCD, entry 2833.
[53] Darwin a Gray, 4 de agosto de 1863: «In my present book I have been comparing variation to the shapes of stones fallen from a cliff, & natural or artificial selection to the architect; but I cannot at all work a metaphor like you do» (DCD, entry 4262). Darwin hace un recuento más extenso de la metáfora en una carta a Patrick Matthew del 21 de noviembre de 1863. Allí menciona que las formas de las piedras se deben a diferentes causas como el tipo de roca y la ley de la gravedad. Cfr. DCD, entry 4344. Esta carta realmente fue escrita por Emma de parte de su esposo.
[54] Cfr. Gray a Darwin, 1 de septiembre de 1863. DCD, entry 4288.
[55] Cfr. Darwin a Gray, 16 de octubre de 1867. «I finish my book with a semi-theological paragraph, in which I quote & differ from you; what you will think of it I know not» (DCD, entry 5649). Nótese que Darwin se refiere al tema del diseño como una cuestión de tipo teológico y no teleológico.
[56] Cfr. Charles Darwin, Variation, II, 430: «If an architect were to rear a noble and commodious edifice, without the use of cut stone, by selecting from the fragments at the base of a precipice wedge-formed stones for his arches, elongated stones for his lintels, and flat stones for his roof, we should admire his skill and regard him as the paramount power».
[57] Cfr. ibíd: «Now, the fragments of stone, though indispensable to the architect, bear to the edifice built by him the same relation which the fluctuating variations of each organic being bear to the varied and admirable structures ultimately acquired by its modified descendants».
[58] Cfr. ibíd, II, 430-431: «Now, if it were explained to a savage utterly ignorant of the art of building, how the edifice had been raised stone upon stone, and why wedge-formed fragments were used for the arches, flat stones for the roof, &c.; and if the use of each part and of the whole building were pointed out, it would be unreasonable if he declared that nothing had been made clear to him, because the precise cause of the shape of each fragment could not be given. But this is a nearly parallel case with the objection that selection explains nothing, because we know not the cause of each individual difference in the structure of each being».
[59] Ibíd, II, 431: «The shape of the fragments of stone at the base of our precipice may be called accidental, but this is not strictly correct; for the shape of each depends on a long sequence of events, all obeying natural laws; on the nature of the rock, on the lines of deposition or cleavage, on the form of the mountain which depends on its upheaval and subsequent denudation, and lastly on the storm or earthquake which threw down the fragments. But in regard to the use to which the fragments may be put, their shape may be strictly said to be accidental».
[60] Cfr. James G. Lennox, “Darwin/Gray Correspondence”, 472. Pensamos que estos dos sentidos del azar ya aparecen en Orchids, pero acá se distinguen de una manera más clara.
[61] Charles Darwin, Variation, II, 431: «And here we are led to face a great difficulty, in alluding to which I am aware that I am traveling beyond my proper province. An omniscient Creator must have foreseen every consequence which results from the laws imposed by Him. But can it be reasonably maintained that the Creator intentionally ordered, if we use the words in any ordinary sense, that certain fragments of rock should assume certain shapes so that the builder might erect his edifice?».
[62] Ibíd, II, 431: «If the various laws which have determined the shape of each fragment were not predetermined for the builder's sake, can it with any greater probability be maintained that He specially ordained for the sake of the breeder each of the innumerable variations in our domestic animals and plants;— many of these variations being of no service to man, and not beneficial, far more often injurious, to the creatures themselves?».
[63] Ibíd, II, 431-432: «But if we give up the principle in one case,—if we do not admit that the variations of the primeval dog were intentionally guided in order that the greyhound, for instance, that perfect image of symmetry and vigour, might be formed,—no shadow of reason can be assigned for the belief that variations, alike in nature and the result of the same general laws, which have been the groundwork through natural selection of the formation of the most perfectly adapted animals in the world, man included, were intentionally and specially guided».
[64] Ibíd, II, 432: «However much we may wish it, we can hardly follow Professor Asa Gray in his belief “that variation has been led along certain beneficial lines”, like a stream “along definite and useful lines of irrigation”. If we assume that each particular variation was from the beginning of all time preordained, the plasticity of organisation, which leads to many injurious deviations of structure, as well as that redundant power of reproduction which inevitably leads to a struggle for existence, and, as a consequence, to the natural selection or survival of the fittest, must appear to us superfluous laws of nature».
[65] Las expresiones las tomamos de Gray. Cfr. Asa Gray, “Review of Darwin's theory on the origin of species by means of natural selection”, American Journal of Science and Arts 29 (1860), 182: «done from all time, or else as doing through all time».
[66] Charles Darwin, Variation, II, 432: «On the other hand, an omnipotent and omniscient Creator ordains everything and foresees everything. Thus we are brought face to face with a difficulty as insoluble as is that of free will and predestination».
[67] Cfr. Kenneth W. Hermann, Asa Gray and the Challenge of Darwinism, 557.
[68] Cfr. Asa Gray, “Review of Variation of Animals and Plants under Domestication”, The Nation 6 (1868), 234.
[69] Ibíd, 235.
[70] Cfr. ibíd.
[71] Ibíd, 236.
[72] Ibíd.
[73] Recordemos lo que le escribía a Gray el 3 de julio de 1860: «I am myself quite conscious that my mind is in simple muddle about “designed laws” & “undesigned consequences”» (DCD, entry 2855).
[74] Cfr. Charles Darwin, Variation, 248, 430, 431.
[75] Michael B. Roberts, “Darwin's Doubts About Design”, Science & Christian Belief 9 (1997), 122. También dice Roberts: «[Darwin] required a beneficient theodicity, and could not reconcile “Nature, red in tooth and claw” with a loving God» (Ibíd). La expresión “Nature, red in tooth and claw” es tomada de un poema de Alfred Tennyson llamado In Memoriam A. H. H. (1849) y expresa las dificultades que presenta la evolución a la fe, por mostrar la naturaleza actuando de una manera impersonal, sin una intervención divina directa. El autor fue influenciado por las ideas evolucionistas de Robert Chambers en Vestiges of the Natural History of Creation (1844). Al final del poema se reafirma la fe Cristiana de Tennyson, pasando de la duda y la desesperación a la fe y la esperanza.
[76] Asa Gray, “Review of Darwin's theory”, 183.
[77] Cfr. íd, “Review of Variation”, 236.
[78] Cfr. íd, “Darwin and his reviewers”, 418: «There are, perhaps, only three views of efficient cause which may claim to be both philosophical and theistic. (1) The view of its exertion at the beginning of time, endowing matter and created things with forces which do the work and produce the phenomena. (2) This same view, with the theory of insulated interpositions, or occasional direct action, engrafted upon it,—the view that events and operations in general go on in virtue simply of forces communicated at the first, but that now and then, and only now and then, the Deity puts his hand directly to the work. (3) The theory of the immediate, orderly, and constant, however infinitely diversified action of the intelligent efficient Cause». Como dijimos anteriormente (IV.1.3), Gray se inclina por la última: la Providencia actúa durante todo el tiempo mediante las leyes –que son “la concepción humana de la acción divina continua y ordenada”– y también mediante intervenciones directas. Cfr. ibíd, 412, 417. Cfr. íd, “Review of Darwin's theory”, 183.
[79] Cfr. Darwin a Gray, 8 de mayo de 1868: «You give a good slap at my concluding metaphor: undoubtedly I ought to have brought in & contrasted natural & artificial selection; but it seemed so obvious to me that nat[ural] selection depended on contingencies even more complex than those which must have determined the shape of each fragment at the base of my precipice.— What I wanted to show was that in reference to preordainment whatever holds good in the formation of a pouter pigeon holds good in the formation of a natural species of Pigeon. I cannot see that this is false. If the right variations occurred & no others natural selection w[oul]d be superfluous» (DCD, entry 6167).
[80] Gray a Darwin, 25 de mayo de 1868: «As to close of my article, to match close of your book you see plainly I was put on the defense by your reference to an old hazardous remark of mine. I found your stone-house argument unanswerable in substance (for the notion of design must after all rest mostly on faith, and on accumulation of adaptations, &c): so all I could do was to find a vulnerable spot in the shaping of it, fire my little shot, and run away in the smoke. Of course I understand your argument perfectly, & feel the weight of it.» (DCD, entry 6206).
[81] “that variation has been led along certain beneficial lines”.
[82] Incluso lo promociona en la tercera edición de On the Origin.
[83] Gray a Darwin, 25 de mayo de 1868: «I am half dead with drudgery—half of it at least for other people—see no relief, but to break up, and run over, with wife who needs the change, to your side of the water for a good long while» (ibíd).
[84] Cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray: American Botanist, Friend of Darwin, Johns Hopkins University Press, Baltimore 1988, 339-340. En el capítulo anterior vimos la resistencia de Huxley para aceptar que la selección natural es la vera causa de la evolución. Para un buen resumen de la posición de Huxley con relación al diseño, cfr. James G. Lennox, “Darwin was a Teleologist”, 409-421.
[85] Gray a R. W. Church desde Londres, 22 de agosto de 1869. Cfr. Jane Loring Gray (ed.), The Letters of Asa Gray, II, 591.
[86] Cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 340.
[87] Darwin a Hooker, 12 de julio de 1870. DCD, 7273.
[88] Cfr. Darwin a N. D. Doedes, 2 de abril de 1873: «But I may say that the impossibility of conceiving that this grand and wondrous universe, with our conscious selves, arose through chance, seems to me the chief argument for the existence of God; but whether this is an argument of real value, I have never been able to decide. (…) The safest conclusion seems to be that the whole subject is beyond the scope of man's intellect; but man can do his duty» (DCD, entry 8837).
[89] Cfr. Darwin a John Fordyce, 7 de mayo de 1879. DCD, entry 12041. Charles Kingsley (1819-1875) era un clérigo anglicano, fiel seguidor de Darwin y Gray. Hay una referencia a él a partir de la segunda edición de On the Origin: «A celebrated author and divine has written to me that he has gradually learnt to see that it is just as noble a conception of the Deity to believe that He created a few original forms capable of self-development into other and needful forms, as to believe that He required a fresh act of creation to supply the voids caused by the action of His laws» (Charles Darwin, The Origin of Species by Means of Natural Selection, P. F. Collier & Son, New York 1909 (1872) 6 ed., 422). Dice Moore que en una conferencia a estudiantes de teología en 1871 acerca de la “teología natural del futuro”, Kingsley se describía a sí mismo como: «an orthodox priest of the Church of England, one who believes its theology to be “eminently rational as well as scriptural” and who holds that the present “divorce between Science and Christianity” would not exist had the Church’s “orthodox thinkers” for the last hundred years “followed steadily” in the steps of Bishop Berkeley, Bishop Butler, and Archdeacon Paley, the “three greatest natural theologians”» (James R. Moore, The Post-Darwinian Controversies: A Study of the Protestant Struggle to Come to Terms with Darwin in Great Britain and America, 1870-1900, Cambridge University Press, Cambridge 1981, 306).
[90] Darwin a Thomas Henry Farrer, 21 de agosto de 1881. Francis Darwin, Albert C. Seward (eds.), More letters of Charles Darwin. A record of his work in a series of hitherto unpublished letters, John Murray, London 1903, I, 395. Dos meses antes, el 3 de julio, había expresado ideas similares en una carta a William Graham. Cfr. DCD, entry 13230.
[91] Autobiography of Charles Darwin, 87. Una “valva” es una de las dos piezas que constituyen la concha de los moluscos y otros animales.
[92] Ibíd.
[93] Ibíd, 88.
[94] Gray a Clara (el apellido no aparece en la carta), marzo 3 de 1874. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 358. Hermann anota que la aceptación del Credo Niceno –en vez del llamado Credo de los Apóstoles– es signo de ortodoxia. Cfr. Kenneth W. Hermann, Asa Gray and the Challenge of Darwinism, 14. En una conferencia de 1880 Gray explica el motivo de su preferencia: «If now you ask me. What are the essential contents of that Christianity which is in my view as compatible with my evolutionary conceptions as with former scientific beliefs, it may suffice to answer that they are briefly summed up in the early creeds of the Christian Church, reasonably interpreted. The creeds to be taken into account are only two,—one commonly called the Apostles', the other the Nicene. The latter and larger is remarkable for its complete avoidance of conflict with physical science. The language in which its uses “look for the resurrection of the dead” bears —and doubtless at its adoption had in the minds of at least some of the council— a worthier interpretation than that naturally suggested by the short western creed, namely, the crude notion of the revivification of the human body, against which St. Paul earnestly protested» (Asa Gray, Natural Science and Religion, Charles Scribner's Sons, New York 1880, 108-109).
[95] A. Hunter Dupree, Asa Gray, 358.
[96] Ibíd.
[97] Cfr. Michael B. Roberts, Evangelicals and Science, Greenwood, Westport 2008, 122.
[98] Charles H. Hodge, What is Darwinism?, Baker, Michigan 1994 (1874), 156.
[99] Ibíd.
[100] Cfr. ibíd, 95.
[101] La reacción de Gray a este libro la encontramos en una carta a Darwin del 14 de abril de 1871: «Almost thou persuadest me to have been “a hairy quadruped, of arboreal habits, furnished with a tail and pointed ears” &c.» (DCD, entry 7683).
[102] Pocos meses antes, el 15 de enero de 1874, Gray había publicado un ensayo en ese mismo periódico titulado Evolution and Theology en el que analizaba algunos escritos de Henslow, Hodges y Le Conte. Este ensayo se recoge en Darwiniana (1876).
[103] Asa Gray, “Review of What is Darwinism?”, en Darwiniana, D. Appleton & Company, New York 1888 (1874), 274.
[104] Cfr. ibíd, 279.
[105] Ibíd.
[106] Ibíd, 282. Estas palabras de Kingsley fueron pronunciadas en 1871 en una reunión de clérigos en Londres en las que discutieron sobre la manera en que la teología natural debe afrontar algunos problemas puestos por las teorías científicas modernas.
[107] Cfr. Gray a Darwin, 16 de junio de 1874: «You see what uphill work I in making a theist of you, “of good and reputable standing”» (DCD, entry 9492).
[108] Darwin a Gray, 30 de junio de 1874. DCD, entry 9520. Es evidente que la satisfacción de Darwin no implica que lo haya convencido.
[109] Cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 355.
[110] Asa Gray, “Charles Darwin: Sketch Accompanying a Portrait in "Nature"”, en Darwiniana, D. Appleton & Company, New York 1888 (1874), 288.
[111] Ibíd.
[112] Darwin a Gray, 5 de junio de 1874: «What you say about teleology pleases me especially, & I do not think anyone else has ever noticed the point. I have always said you were the man to hit the nail on the head» (DCD, entry 9483). Gray responde el 19 de junio diciendo: «My claim for you about Teleology I have made several times, in Sill[mans] Jour[nal] [American Journal of Science and Arts] and elsewhere. It is a matter on which I have a good deal insisted» (DCD, entry 9501).
[113] Gray a Clara, marzo 3 de 1874. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 358.
[114] Wright era ministro en Andover (MA). Como dato curioso, cuando Gray fue a Harvard en 1842 ingresó en la iglesia Congregacional de Cambridge porque allí no había una iglesia Presbiteriana, mientras la mayoría de sus colegas iban a los servicios Unitarianos en la capilla universitaria. Cfr. James R. Moore, The Post-Darwinian Controversies, 270. El Congregacionalismo es un movimiento dentro de las iglesias protestantes que tiene raíces calvinistas.
[115] Cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 362-363. Wright ya se había interesado por otros artículos anónimos de Gray, y éste a su vez estaba impresionado por un artículo que había publicado Wright sobre el razonamiento inductivo. Cfr. James R. Moore, The Post-Darwinian Controversies, 282.
[116] Acerca de la altura intelectual de Wright, dice Moore: «Wright was probably the only minister on either side of the Atlantic who, while fulfilling his clerical duties, read the Bible through in the original languages, translated Kant’s Critique of Pure Reason, studied the philosophical works of Mill, Hamilton, and Noah Porter, and read appreciatively the Origin of Species and Lyell’s Antiquity of Man. And doubtless he was the only minister anywhere who found the time, while engaged in such pursuits, to become an authority on the glacial geology of his region» (ibíd, 281).
[117] Cfr. ibíd, 289-292.
[118] Ibíd, 283.
[119] Entre otros están la reseña del AJSA, el diálogo con Treadwell, la trilogía del AM, el comentario al libro de Hodge y el esbozo de Darwin en Nature. No se encuentran las recensiones a Orchids y Variation.
[120] Cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 366.
[121] Asa Gray, Darwiniana. Essays and Reviews Pertaining to Darwinism, D. Appleton & Company, New York 1888 (1876), vi.
[122] Ibíd.
[123] Cfr. íd, “Review of Orchids”, 428; cfr. íd, “Charles Darwin: A Sketch”, 288.
[124] Recordemos que Lennox y Beatty afirman que Darwin re-define la teleología en términos de utilidad.
[125] Asa Gray, “Evolutionary Teleology”, en Darwiniana, D. Appleton & Company, New York 1888 (1874), 357.
[126] Ibíd, 357-358.
[127] Ibíd, 358.
[128] Ibíd, 359. La terminología la toma de uno de los dos artículos que analiza a lo largo del ensayo.
[129] Cfr. ibíd, 361.
[130] Cfr. ibíd, 363.
[131] Cfr. Charles Darwin, On the Origin of Species, 450ss.
[132] Cfr. Darwin a Gray, 11 de diciembre de 1861: «I cannot admit that man’s rudimentary mammæ; bladder drained as if he went on all four legs; & pug-nose were designed» (DCD, entry 3342). Cfr. Darwin a Gray, 11 de octubre de 1861. DCD, entry 3283.
[133] Cfr. Asa Gray, “Evolutionary Teleology”, 371.
[134] Ibíd, 375.
[135] Ibíd.
[136] Cfr. ibíd, 378.
[137] Francis Darwin (ed.), The Life and Letters of Charles Darwin, John Murray, London 1887, II, 202.
[138] Ibíd, II, 201.
[139] Ibíd, II, 201-202. Estas palabras también son de 1869 que aparecieron originalmente en The Genealogy of Animals.
[140] Charles Birch, “Chance, Necessity and Purpose”, en Francisco Ayala, Theodosius Dobzhansky (eds.), Studies in the Philosophy of Biology, University of California Press, Berkeley 1974, 228.
[141] Cfr. Asa Gray, “Evolutionary Teleology”, 379.
[142] Ibíd. Y continúa: «If all Nature is of a piece –as modern physical philosophy insists– then it seems clear that design must in some way, and in some sense, pervade the system, or be wholly absent from it. Of the alternatives, the predication of design –special, general, or universal, as the case may be– is most natural to the mind; while the exclusion of it throughout –because some utilities may happen, many adaptations may be contingent results, and no organic maladaptations could continue– (…) leads to a conclusion which few men ever rested in» (Ibíd, 379-380).
[143] Cfr. ibíd, 380. En una nota al pie recoge unas palabras de Wright que expresan esta misma idea.
[144] Cfr. ibíd, 381.
[145] Cfr. ibíd, 385.
[146] íd, “Darwin and his reviewers”, 413-414. Cfr. Gray a Darwin, 25 de mayo de 1868: «an old hazardous remark of mine» (DCD, entry 6206).
[147] Asa Gray, “Evolutionary Teleology”, 386.
[148] Cfr. íd, “Darwin and his reviewers”, 413-414.
[149] íd, “Evolutionary Teleology”, 386.
[150] Ibíd.
[151] Eso lo explica bien Gray unas páginas más adelante: «But the origination, and even the variation, still remains unexplained either by the action of insects or by any of the processes which collectively are personified by the term natural selection. We really believe that these exquisite adaptations have come to pass in the course of Nature, and under natural selection, but not that natural selection alone explains or in a just sense originates them. Or rather, if this term is to stand for sufficient cause and rational explanation, it must denote or include that inscrutable something which produces –as well as that which results in the survival of– “the fittest”» (ibíd, 388-389).
[152] Ibíd, 386.
[153] Cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 357, 367. Cfr. Gray a Darwin, 7 de marzo de 1872: «the Hyatt-Cope school, that you may have heard of,—people who have got hold of what they call a law—tho’ I do not see that they contribute any vera causa at all» (DCD, entry 8237). Sobre el neo-lamarckismo de Alpheus Hyatt y Edward Drinker Cope, George Ernest Webb, The Evolution Controversy in America, University Press of Kentucky, Lexington 1994, 23-28.
[154] Asa Gray, “Evolutionary Teleology”, 389.
[155] Cfr. ibíd, 390; cfr. Metaph., X, 8, 1074b 15.
[156] Asa Gray, “Evolutionary Teleology”, 390. Cuando habla de “la Luz que ha venido al mundo” se refiere a Jesucristo.
[157] Cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 367.
[158] “Review of Darwiniana”, Popular Science Monthly 9 (1876), 625; cfr. James R. Moore, The Post-Darwinian Controversies, 279.
[159] Cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 356. El título del libro de Darwin es The Different Forms of Flowers on Plants of the Same Species.
[160] Ibíd, 370-371. En su respuesta a Newcomb, Gray finge el rol de un ingenuo “Country Reader”.
[161] Cfr. ibíd, 372.
[162] Cfr. Asa Gray, Natural Science and Religion, 6-8.
[163] Cfr. ibíd, 45-46.
[164] Cfr. ibíd, 46.
[165] Cfr. ibíd, 48.
[166] Ibíd, 49.
[167] Cfr. ibíd, 49-51.
[168] Cfr. ibíd, 68-69.
[169] Ibíd, 69.
[170] Cfr. ibíd.
[171] Cfr. ibíd, 70.
[172] Cfr. íd, “Review of Darwin's theory”, 162.
[173] íd, Natural Science and Religion, 73.
[174] Ibíd.
[175] Cfr. ibíd, 74-75.
[176] Ibíd, 77.
[177] Cfr. ibíd.
[178] Cfr. ibíd, 82-83. Para recalcar la compatibilidad de esta posición con el teísmo, aquí Gray hace referencia a una “alocución” reciente del Papa en la que, hablando del “Doctor Angélico”, dice que su “genuina filosofía” no está en oposición con la verdad religiosa. Seguramente Gray se refiere a la Encíclica Æterni Patris del 4 de agosto de 1879 en la que León XIII habla de la importancia de la filosofía para la consolidación de la fe, y resalta la figura de Santo Tomás como guía y maestro para la enseñanza de la filosofía y teología cristianas. Cfr. Acta Apostolicæ Sedis 12 (1879/1880), 98-114.
[179] Cfr. Asa Gray, Natural Science and Religion, 85-86: «The field which we took to be thickly sown with design seems, under the light of Darwinism, to yield only a crop of accidents. Where we thought to reap the golden grain, we find only tares».
[180] Cfr. ibíd, 86.
[181] Ibíd, 87. Francis William Newman (1805-1897) era el hermano menor de John Henry Newman.
[182] Cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 377, 381.
[183] íd, “Christianity and the Scientific Community”, en David C. Lindberg, Ronald L. Numbers, God and nature: historical essays on the encounter between Christianity and science, University of California Press, Berkeley 1986, 361. Sobre la crítica de Hume al argumento del diseño por analogía, cfr. Alberto Barbés Fernández, El argumento teleológico del “Intelligent Design”, (“Dissertationes”, XXXV), Edusc, Roma 2011, 22-29.
[184] Cfr. A. Hunter Dupree, “Christianity and the Scientific Community”, 362.
[185] Ibíd.
[186] Cfr. íd, Asa Gray, 377-378: «Her loyalty to her uncle fought directly with her cherished convictions. “Physical science at its present stage is hostile to the beliefs that seem to me more important than all that Physical Science has to teach”. She was convinced that the general tendency of her uncle’s influence, “or rather of the influence of the body of men of which he is, somewhat accidentally, the eponymous hero” was “distinctly atheistic”». Cfr. Julia Wedgwood, “A Botanist on Evolution”, Spectator 55 (1882), 536-538.
[187] Ibíd, 537.
[188] Ibíd.
[189] Cfr. A. Hunter Dupree, “Christianity and the Scientific Community”, 362.
[190] Cfr. James R. Moore, The Post-Darwinian Controversies, 276-278.
[191] Cfr. George Ernest Webb, The Evolution Controversy, 22-23.
[192] Cfr. Michael B. Roberts, “Darwin's Doubts About Design”, 118-119.
[193] Gray a Clara, marzo 3 de 1874. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 359-360.
[194] Cfr. Darwin a Gray, 17 de septiembre de 1861: «Your question what would convince me of Design is a poser. If I saw an angel come down to teach us good, & I was convinced, from others seeing him, that I was not mad, I shd believe in design» (DCD, entry 3256).
[195] James R. Moore, The Post-Darwinian Controversies, 279.
[196] A. Hunter Dupree, Asa Gray, 382.
[197] Charles Darwin, Notebook E: Transmutation of species 4 (oct. 1838-jul. 1839), CUL-DAR124, 69.