Original in Spanish

 

Capítulo IV. La correspondencia entre Darwin y Gray

You will be weary of my praise; but [your essay] does strike me as quite admirably argued; & so well & pleasantly written. Your many metaphors are inimitably good. I said in a former letter that you were a Lawyer; but I made a gross mistake, I am sure that you are a poet. No by Jove I will tell you what you are, a hybrid, a complex cross of Lawyer, Poet, Naturalist, & Theologian! Was there ever such a monster seen before?

Carta de Darwin a Asa Gray, 10 de septiembre de 1860[1].

1.   La recepción inicial del darwinismo en los Estados Unidos

1.1.       Asa Gray, el botánico americano amigo de Darwin

Gray nació en Sauquoit (NY) el 18 de noviembre 1810 y murió en Cambridge (MA) el 30 de enero de 1888. De joven se dedicó a la granja familiar pero pronto mostró sus dotes intelectuales, de manera que su padre decidió que estudiara. Después de asistir a varias escuelas, fue al Medical College de Fairfield donde obtuvo el título de médico en 1831.

Mientras estudiaba allí leyó un par de artículos sobre botánica[2] que despertaron en él un gran interés por las ciencias naturales. Ejerció muy poco la medicina y trabajó como profesor de ciencias en una escuela. Luego tuvo la suerte de entrar en contacto con el Dr. John Torrey (1796-1873), profesor de química y botánica en el New York College of Physicians and Surgeons (la escuela de medicina de la Universidad de Columbia), y en 1833 se convierte en su asistente, lo que lo llevaría a ser un experto taxonomista.

En 1836 publica su primer manual de botánica titulado Elements of Botany que trata sobre los principios de morfología, histología y fisiología vegetal. En 1838 es nombrado profesor de botánica en la recién fundada Universidad de Michigan, aunque siguió trabajando con Torrey para publicar parte de su Flora of North America, que terminaría en 1843.

En noviembre de 1838 empieza un viaje de un año por Europa con el fin de recolectar información para el libro en el que estaba trabajando, y conseguir libros y equipos para la nueva universidad. En el Viejo Continente visitó diversos herbarios que tenían grandes colecciones de plantas Americanas. Visitó Inglaterra, Escocia, Francia, Alemania, Suiza, Italia y Austria. En Inglaterra fue huésped de Sir William Hooker (1785- 1865) quien sería el primer director de los Royal Botanic Gardens en Kew. De esa época data su amistad con los prestigiosos botánicos Sir Joseph Dalton Hooker (1817-1911) –hijo de Sir William que además era médico– y Alphonse De Candolle (1806-1893).

Regresó a América en noviembre de 1839 pero nunca asumió su cargo en la Universidad de Michigan. Siguió absorbido por su trabajo con Torrey y en una reelaboración de los Elements que se convertiría en un manual usado por más de una generación de botánicos americanos: el Botanical Text-Book que vería la luz en 1842. Fue en ese año cuando le ofrecieron una cátedra en la Universidad de Harvard, la Fisher Professorship of Natural History, que mantendría hasta su retiro en 1873.

En Harvard tuvo la responsabilidad de formar el departamento de botánica, ya que lo que había antes era muy incipiente. Estableció el herbario que luego llevaría su nombre, y fue director del jardín botánico de Harvard. Fueron años de intenso trabajo en los que completó alrededor de 400 escritos de carácter científico. Además realizó en total seis viajes a Europa –varios de ellos de más de un año de duración– en uno los cuales conoció a Charles Darwin[3].

En la vida de estos dos grandes naturalistas encontramos varios paralelismos. Ambos empezaron a estudiar medicina, y mientras Darwin pronto la dejó, Gray la ejerció por poco tiempo. Los dos sintieron desde jóvenes pasión por el estudio de la naturaleza y tuvieron como tutores a prestigiosos botánicos, Henslow en el caso de Darwin y Torrey en el caso de Gray.

Con respecto a sus familias, sin embargo, encontramos profundas diferencias. A diferencia de Gray, Darwin nació en el seno de una familia acomodada y pudo asistir a prestigiosas universidades.

También encontramos diferencias en cuanto a la religión. Ya dijimos que la familia del padre de Darwin era anglicana y la de su madre era unitarista. Los miembros de la familia Gray, por el contrario, eran miembros devotos de la Iglesia Presbiteriana.

Sus padres inculcaron a Asa una fe viva, pero debido a algunas lecturas de tipo materialista, y otras influencias que recibió mientras trabajaba como aprendiz del Dr. John Trowbridge en Bridgewater (NY), cayó rápidamente en el racionalismo y el materialismo. Sin embargo en 1835, gracias a la influencia del Dr. Torrey, recupera la fe y se une a una Iglesia Presbiteriana reformada[4]. Dice su biógrafo:

Justo en ese momento cuando había alcanzado la madurez científica Asa Gray dio un paso que alteró profundamente su modo de ver la vida. La fe firme de Torrey, la cálida acogida de su esposa, y las atracciones sociales del círculo familiar tuvieron su resultado. La memoria de Bridgewater se desvaneció, y a principios de 1835 Gray se unió a la Bleeker Street Church[5].

La salida de su “oscura desilusión” –como la llamará más adelante– fue ordenada, ya que no tendía ni a la credulidad ni al fanatismo. Hasta su muerte mantendrá su fe intacta, combinada con un sano espíritu racionalista[6].

En 1848 se casa con Jane Loring, hija de un prestigioso abogado de Boston, que –al igual que la esposa de Darwin– era Unitarista[7]. Esto no lo separó de la Iglesia Presbiteriana como no lo había hecho su entrada en Harvard en 1842 –una época en la que predominaba el Unitarismo–. Podemos resumir con Dupree:

[Gray] mantuvo su ortodoxia frente a las fuertes influencias Unitaristas que lo rodeaban, una muestra de la fuerza y sinceridad de su compromiso con una fe que puede ser llamada evangélica. Este término no sólo describe los Presbiterianos Americanos sino también la fe dominante de la Inglaterra Victoriana que entonces estaba alcanzando su mayor vigor y prosperidad. Era una creencia en el Evangelio, en el pecado del hombre, en la necesidad de la Gracia de Dios, en la necesidad de la conversión, en la redención por medio de la fe. (…) La conversión de Gray había sido un asunto moderado, casi científico, derivado de la misma fuente que su inspiración para seguir adelante en la botánica[8].

Y sigue diciendo, en pocas palabras, cómo veía la relación entre ciencia y religión:

La creencia literal en la Biblia no era parte de su versión de la religión evangélica. Ni siquiera recurrió a las interpretaciones simbólicas para conciliar la ciencia y la Escritura. No había necesidad de reconciliación. La ciencia era una de las cosas que, como le comentó a su hermano George, la Biblia no enseña. Simplemente, la Biblia no es un manual de ciencia[9].

***

Vemos que en la vida de estos dos naturalistas hubo grandes similitudes y profundas diferencias. Su pasión por las ciencias naturales los llevó por caminos paralelos en la investigación científica y entre ellos surgió una amistad que duraría hasta el final de sus vidas[10].

1.2.       Dos profesores de Harvard enfrentados

En 1840 Gray hizo una reseña sobre un libro titulado Flora Japonica sobre plantas del país asiático, y notó la extraordinaria similitud de éstas con otras que se encontraban al este de los Estados Unidos que él había estudiado por años. Esto lo llevó a interesarse por la distribución de las plantas y a publicar un ensayo en 1846 en el que hace notar que casi cuarenta géneros de plantas se encuentran en ambos lugares, pero no en otros[11].

El estudio de la distribución de las plantas –campo en el que Gray fue un pionero– implica necesariamente el estudio del origen de las especies. La idea más comúnmente aceptada asumía la creación específica de cada tipo de planta y animal[12]. Sin embargo otro profesor de Harvard, Louis Agassiz (1807-1873), era más radical y añadía a esto que las distintas especies fueron creadas originalmente en el lugar que ahora ocupan en la Tierra, y cada una es un pensamiento del Creador[13].

Agassiz fue un naturalista nacido en Suiza, quien en 1846 se mudó a los Estados Unidos. Dos años más tarde fue nombrado profesor de zoología y geología en Harvard donde ayudó a establecer el Museum of Comparative Zoology (1859). Tenía un enorme prestigio y una gran capacidad para entusiasmar a la gente. Poseía un vasto conocimiento de la historia natural y veía el diseño divino en cada pequeño hecho de la naturaleza. A pesar de que su padre era clérigo protestante, no perteneció a ninguna confesión religiosa. En la comunidad científica de Cambridge (MA) fue el vocero más elocuente de la inmutabilidad de las especies, e incluso defendía que las razas humanas eran especies diferentes[14].

A principios de los años 1850s Gray hizo una reseña del ensayo introductorio escrito por Hooker para su Flora Novæ-Zelandiæ (1853-1855) y le escribió una carta fechada el 21 de febrero de 1854. Allí Gray critica fuertemente la posición de Agassiz y, acerca de la ligereza de éste para sacar conclusiones de sus observaciones, dice:

Me limito a tratar de demostrarle que de sus propios datos no se pueden obtener de modo necesario las conclusiones que a veces saca de ellos[15].

Gray también plantea dudas acerca de la estabilidad de las especies y, aunque no estaba listo para negar de modo terminante la permanencia de las especies, sus propias observaciones lo empezaban a inquietar. Hooker le hizo llegar la carta a Darwin, quien vio en el botánico americano un posible aliado. Es así como poco tiempo después le envía a Gray la primera de las muchas cartas que se escribirán. En ésta le pide completar cierta información que se encuentra en su Manual of the Botany of the Northern United States (1848), en concreto la distribución de las plantas alpinas de los Estados Unidos[16].

Gray le envió la información solicitada[17] y después intercambiarse varias cartas, en 1857 Darwin le confía que ha llegado a la “conclusión heterodoxa” de que las especies no son creadas de manera independiente sino que son solo “variedades fuertemente definidas”[18].

Gray le responde que nadie puede haber trabajado tanto como él en botánica sistemática sin tener reservas acerca de la permanencia [definiteness] de las especies[19]. Finalmente el 5 de septiembre de 1857 Darwin le escribió la famosa carta en la que le expone su teoría de evolución de las especies por medio de la selección natural, convirtiéndose así en uno de los tres científicos –junto con Hooker y Lyell– con quienes Darwin compartió su teoría antes de la publicación de On the Origin[20].

En ese mismo año Agassiz, quien estaba en el punto más alto de su prestigio después de doce años en los Estados Unidos, publicó su Essay on Classification en el que colocaba toda la naturaleza como el resultado de un plan divino, reflejo de la mente del Creador[21]. Gray llevaba muchos años enfrentado con la posición de Agassiz, pero pesar de que estaba cada vez más convencido de la variabilidad de las especies, hasta el momento no había encontrado una explicación científica plausible que permitiera reemplazar la hipótesis de la creación directa. Por esto, aunque la aceptó con reservas, Gray vio en la teoría de Darwin la pieza que completaba el rompecabezas de la distribución y el origen de las especies.

En diciembre de 1858 Gray completó el análisis de unas colecciones de plantas traídas desde Japón, con lo que tenía más herramientas para atacar las ideas de Agassiz. Publicó un extenso artículo en las Memoirs de la American Academy of Arts and Sciences, de la que era secretario, y quiso exponer sus ideas ante sus miembros[22]. En enero de 1859 la Academia se reunió en Boston –en un salón del padre de Jane Loring Gray– y asistieron 22 miembros. Gray también invitó a su amigo y mentor John Torrey quien vino desde Nueva York[23].

En la reunión Gray hizo notar que las relaciones entre la flora de Japón y la de los Estados Unidos al este del Mississippi son particularmente estrechas. Luego se refirió a la posición de Agassiz –i.e. que las distintas especies fueron creadas originalmente en el lugar que ahora ocupan en la superficie de la Tierra–, y dijo:

[La hipótesis de Agassiz] no ofrece ninguna explicación científica acerca de la actual distribución de las especies en el mundo, sino simplemente reemplaza la explicación, afirmando que, tal como están las cosas, así lo eran al principio; mientras que los hechos (…) parecen pedir de la ciencia algo más que una referencia directa a la Voluntad divina[24].

El debate entre Gray y Agassiz siguió dentro y fuera de los confines de la Academia[25]. Cabe resaltar sin embargo una nota que Gray añadió a su artículo sobre la flora de Japón antes de la publicación en las Memoirs. En ella dice:

La pregunta fundamental y más difícil que queda en la historia natural se presenta aquí: la cuestión de si esta relación entre las especies (…) es primordial, y hay tanto más allá de toda explicación científica, o si esta puede ser hasta cierto punto un resultado natural. El único intento de destacar en una solución científica del problema, con el objetivo de llevar tanto la variedad como la asociación geográfica de las especies existentes dentro del dominio de causa y efecto, es el del señor Darwin y (más tarde) del señor Wallace, parcialmente esbozado en los breves artículos “On the Tendency of Species to form Varieties” y “On the Perpetuation of Varieties and Species by natural Means of Selection” publicados en el Journal of the Proceedings of the Linnaean Society[26].

Aquí plantea la cuestión de si origen de las especies es fruto de creaciones directas por parte de Dios –y por tanto fuera del ámbito de la ciencia–, o si por el contrario es debido a causas naturales. Con respecto a esta última posibilidad, el único intento de explicación de tipo científico plausible es el de Darwin y Wallace. Y sigue diciendo:

Los puntos de vista que allí se sugieren tendrán un papel importante en las futuras investigaciones sobre la distribución y el probable origen de las especies. Difícilmente se puede dudar que las tendencias y las causas que indican sean realmente operativas. La cuestión es hasta qué punto llega su acción. Pero ya estoy dispuesto, por estas y otras razones, a admitir que las llamadas ‘especies estrechamente relacionadas’ en muchos casos pueden ser descendientes de otra especie anterior, al igual que sucede con las razas domésticas[27].

Como vemos, meses antes de leer On the Origin[28] Gray ve la importancia que tendrá la teoría formulada por Darwin y Wallace, y aunque tiene reservas acerca de que por sí sola pueda dar una explicación completa del origen de las especies, ve que el mecanismo de la selección natural opera realmente en la naturaleza. Por otra parte muestra su apertura a que las especies desciendan unas de otras.

Durante esos meses Gray se escribe mucho con Hooker y, a diferencia de éste, veía los posibles problemas que podía acarrear la teoría darwiniana. El 18 de octubre le confía su posición al respecto reiterando que estaba dispuesto a aceptar la descendencia común de las especies, pero lo preocupaba una cuestión de tipo “filosófico”: se sentiría incómodo si no pudiera conectar los principios de la ciencia con los de la religión[29].

La ortodoxia en materia religiosa de Gray tuvo un papel fundamental en su modo de aceptar la teoría de Darwin y afrontar el problema que planteaba –el del diseño–, mientras que Hooker se declaraba “desprovisto de capacidades para entender la metafísica”[30].

Gray leyó On the Origin en las Navidades de 1859. El 5 de enero de 1860 le escribe una carta a Hooker diciéndole que el libro le causó una excelente impresión y que se propone hacer una reseña para el American Journal of Science and Arts[31].

La reacción de Agassiz con respecto al libro de Darwin fue, como era de esperarse, muy negativa. En una carta a Darwin del 10 de enero Gray dice que Agassiz no soporta el libro y lo ha denunciado públicamente como ateo[32].

La controversia sobre On the Origin dominó la comunidad científica de Cambridge (MA) durante los años 1860s. Las ideas de Darwin fueron ganando terreno lentamente gracias a la defensa que de ellas hizo Gray en contra de las de Agassiz –quien defendió la inmutabilidad de las especies hasta su muerte en 1873[33].

***

En el fondo del debate encontramos dos problemas que también aparecerán en la correspondencia entre Darwin y Gray. El primero se refiere al grado de certeza que ofrece la teoría. A diferencia de Agassiz –que no estaba dispuesto a aceptar las incertezas de la teoría de Darwin– Gray las aceptaba hasta cierto punto. Dice un estudioso del debate:

Darwin ofrecía persuasión sin prueba, y esperaba que sus lectores aceptaran sus ideas a pesar de sus incertezas. (…) La teoría de Darwin carecía de pruebas al menos en dos sentidos: (1) la aparición de una nueva especie nunca había sido observada y por tanto esta posibilidad era, estrictamente hablando, hipotética; y (2) el agente de la variación dentro de un organismo particular era desconocido, y por tanto no solo carente de prueba, sino también –desde el punto de vista científico contemporáneo– aleatorio[34].

El segundo problema tiene que ver con la acción de Dios en la naturaleza. Mientras algunos como Agassiz y Dana[35] veían una estrecha relación entre ciencia y teología, Gray veía que la investigación científica podía permanecer neutral en cuestiones religiosas. Mientras los primeros veían en la evolución un ataque a la religión, Gray pensaba que ni el darwinismo ni ninguna otra teoría científica podía ser una amenaza para su fe[36].

Aunque Gray pensaba que era necesario algo más que la selección natural y el azar para explicar el origen de las especies, no estaba dispuesto a aceptar el método de Agassiz de poner en las manos de Dios lo que no podemos entender, y desde 1855 percibió que este modo de pensar constituía una amenaza tanto para la religión como para la ciencia. Como resume Dupree: «When Gray looked at nature he saw questions. Agassiz saw only answers»[37].

1.3.       La primera recensión de On the Origin por parte de Gray

Apenas terminó de leer la obra de Darwin, en los primeros días de enero de 1860, Gray empezó a trabajar en la reseña que aparecería en la edición de marzo del American Journal of Science and Arts, que en ese momento era la publicación científica más prestigiosa de los Estados Unidos.

En su reseña Gray contrapone la posición de Darwin con la de Agassiz, describiendo la posición de este último como «teísta en exceso»[38]. Y añadía que:

Un naturalista [Agassiz], asumiendo –tal vez demasiado– que lo que no ha sido explicado científicamente es inexplicable, ve los fenómenos sólo en su supuesta relación con la mente Divina. El otro [Darwin], esperando naturalmente que muchos de estos fenómenos se resuelvan mediante la investigación, los ve en sus relaciones entre sí, y se esfuerza por explicarlos hasta donde le es posible –y tal vez más– mediante causas naturales[39].

Gray se coloca en medio de los dos, aunque inclinándose por la posición de Darwin. Como vimos en el capítulo anterior, aceptaba que la selección natural fuera una “hipótesis suficiente”, pero no que haya sido probada como una “verdadera teoría física”[40].

Para Gray era claro el funcionamiento de la selección natural, pero advertía que en On the Origin no se explica cómo surgen las variaciones en los organismos para que ésta pueda actuar en ellos. Esta es la parte científica más discutida de la teoría de Darwin, y está relacionada con el papel del azar y la existencia de un diseño en la naturaleza.

Gray se lamenta de que el autor de On the Origin no explique de que manera pretende armonizar “su teoría científica con su filosofía y su teología”[41]. Antes se dijo que Gray veía que la investigación científica podía permanecer neutral en cuestiones religiosas, pero esta autonomía no implicaba independencia absoluta.

Ante este vacío explicativo por parte de Darwin, se aventura a decir que la nueva teoría podría convertirse en una extensión del argumento de diseño de Paley. Basándose en la cita de Whewell que aparece al inicio del libro –en la que se dice que los acontecimientos del mundo material son llevados a cabo por el autor Divino mediante el establecimiento de leyes generales[42]– dice que es posible que Darwin vea la naturaleza como un sistema de leyes que derivan de la voluntad de su Autor, quien previó las leyes necesarias para su funcionamiento, determinando cuándo y cómo se iría desenvolviendo su estupendo plan[43].

La posición de Whewell, sigue diciendo Gray, es compartida por eminentes científicos y teólogos, y difícilmente podría ser calificada como atea[44]. Y acerca de la teoría propuesta por Darwin dice que sugiere cómo se han originado las especies dentro de un sistema «en el que todo ha sido hecho sabiamente, y en términos generales diseñado, por una Causa Primera Inteligente»[45].

Acerca de la operación de esa causa primera dice que algunos ven la disyuntiva entre: “hecha desde todo el tiempo” o “actuando durante todo el tiempo”[46]. Hacer un énfasis exagerado en la primera lleva hacia el ateísmo[47] mientras que la segunda podría llevar al panteísmo. La solución que propone es un punto medio:

Nos sentimos a salvo de ambos errores en nuestra profunda convicción de que hay orden en el universo; este orden presupone una mente, un diseño, una voluntad (…). Con esta premisa, nos gusta mucho más la segunda de las dos concepciones de la causalidad, como el punto de vista más filosófico y a la vez más cristiano –un punto de vista que nos deja con las mismas dificultades y los mismos misterios en la Naturaleza que en la Providencia, pero no otros–. La ley de la naturaleza, desde este punto de vista, es la concepción humana de la acción divina continua y ordenada[48].

Encontramos aquí la apología de una visión teísta de la naturaleza, que se distancia tanto del deísmo como del ateísmo, tomando la posición de que la acción de Dios está presente en todo momento. Para Gray esta acción es en cierto modo misteriosa, aceptando que así como en la Providencia hay cosas que escapan a la comprensión limitada del hombre, pero a la vez racional, ya que se realiza principalmente a través de las leyes naturales.

Mientras para Agassiz la explicación del origen de las especies es totalmente sobrenatural, para Darwin es totalmente natural. Como vimos en el capítulo anterior, para el naturalista inglés la selección natural, actuando sobre variaciones al azar, da cuenta satisfactoriamente del origen de las especies, excluyendo además la posibilidad de cualquier tipo de intervención o dirección por parte de Dios. Entre estas dos posturas se coloca Gray, para quien es posible encontrar leyes (de las cuales la selección natural sería una de ellas aunque no la única), pero dejando abierta la puerta a que Dios intervenga en la naturaleza –a pesar de que desconozcamos el modo concreto como se realice dicha intervención[49].

Dice Gray que en On the Origin hay lagunas importantes como el desarrollo de los órganos o la aparición de las capacidades mentales, pero esto no es obstáculo para aceptar, en líneas generales, la teoría de Darwin ya que podemos suponer que detrás de todo hay una Inteligencia que dirige todo a ciertos fines:

Si por el origen de las especies y de los órganos a través de los agentes naturales, el autor se refiere a una serie de acontecimientos que se suceden unos a otros, sin que una inteligencia los dirija continuamente –eventos que [dicha] mente no ordena a determinados fines–, entonces no ha establecido dicha doctrina [del origen de las especies], ni ha avanzado hacia su establecimiento, sino que ha acumulado improbabilidades más allá de toda creencia[50].

Para mostrar que lo más razonable es pensar así, hace referencia a la comparación que hace Darwin en su obra entre el ojo y un telescopio[51]: «así como sabemos que este instrumento ha sido perfeccionado por los prolongados esfuerzos de los más altos intelectos humanos, podemos naturalmente inferir que el ojo ha sido formado por un proceso análogo»[52]. Y continúa Darwin explicando cómo sería ese proceso:

Debemos suponer que cada nuevo estado del instrumento debe multiplicarse por millones, y cada uno de ellos debe ser preservado hasta que se produzca uno mejor, y los viejos se destruyan. En los organismos vivos, la variación causará las pequeñas modificaciones, la generación las multiplicará casi indefinidamente, y la selección natural escogerá cada mejora con una habilidad infalible. Dejemos que este proceso prosiga durante millones de millones de años, y durante cada año en millones de individuos de muchos tipos, ¿y no podemos creer que un instrumento óptico vivo así formado sería superior a uno de cristal, de la misma manera a como las obras de la Creador son [superiores] a las del hombre?[53]

Este pasaje muestra cómo pensaba Darwin que se formaban todos los órganos y, en últimas, todas las especies[54]. Acerca del origen de las variaciones solo dice de modo general que “la variación causará las pequeñas modificaciones”, sin mencionar ninguna causa próxima. Lo que es claro es que, aunque menciona un Creador, su concepción de éste es deísta, de manera que su acción sería –usando las expresiones de Gray– “desde todo el tiempo” y no “durante todo el tiempo”.

En los pasajes citados anteriormente del capítulo Laws of variation veíamos que Darwin pensaba que debía haber causas de las variaciones, pero desconocía cuales podrían ser, de manera que asumía que se debían al azar[55]. Aunque en On the Origin no es muy claro el concepto que tiene Darwin del azar referido a las variaciones, generalmente fue interpretado en la línea de Herschel cuando decía que las variaciones en la teoría darwiniana eran “arbitrarias y casuales”[56].

Gray comparte con Darwin la analogía entre el ojo y el telescopio, pero no el carácter aleatorio de las variaciones. Estas no solo no pueden ser totalmente aleatorias, sino que deben ser –de alguna forma– dirigidas por Dios y, por tanto, podrían permanecer sin una explicación de tipo científico. Dice Gray:

El origen de las mejoras y las adaptaciones sucesivas para hacer frente a las nuevas condiciones o servir otros fines, es de carácter sobrenatural, y por lo tanto sigue siendo inexplicable[57].

La sabiduría divina, sigue diciendo Gray, prevé los resultados finales que surgirán gracias a la acción de la selección natural. Y añade:

Si hay una Divinidad que da forma estos fines, el todo es comprensible y razonable; de lo contrario, no[58].

Es claro que Gray está dispuesto a aceptar la teoría de Darwin mientras no se cierre la posibilidad a una acción directiva por parte de Dios. Esta acción puede darse mediante leyes naturales, que la ciencia puede ir descubriendo, o a través de intervenciones directas. Sin embargo vemos que Gray está más inclinado a que las variaciones sean dirigidas directamente por Dios más que fruto de unas leyes que posiblemente nunca se descubrirán. Esto, por supuesto, es algo que Darwin no podía aceptar.

Aquí vemos cierta influencia de Paley en Gray, aunque este último poco a poco se distanciará del Archidiácono de Carlisle gracias a su correspondencia con Darwin. Hoy día son más o menos obvios los problemas de la doctrina de Paley, pero en el siglo XIX tuvo mucha difusión incluso en los Estados Unidos donde se usaba en las escuelas y colegios del estado de Nueva York, de donde era Gray. Sabemos que éste explicó el argumento de Paley a los hijos de Torrey en los años 1830s, y más adelante lo cita en varias oportunidades[59].

Sin embargo, dice su biógrafo, tenía una baja opinión tanto del panteísmo como del deísmo racionalista y, para no caer en el “mecanicismo del universo de Paley”, privadamente creía en un “vitalismo limitado” que no solía expresar[60].

2.   Comienzo del diálogo sobre el diseño

La respuesta de Darwin a la recensión de Gray fue muy favorable[61]. Darwin la recibió antes de su publicación, a comienzos de febrero de 1860, y le escribió tres cartas con comentarios[62]. En ellas, además de la defensa que hace de la selección como vera causa que vimos en el capítulo anterior, Darwin comienza a referirse al tema del diseño[63]:

Me he interesado por sus comentarios teológicos en la reseña, pero tengo que reconsiderarlos. Siempre me ha parecido que para un Creador omnipotente y omnisciente prever [foresee] es lo mismo que a predeterminar [preordain], pero cuando pienso sobre esto me meto en un rompecabezas incómodo, análogo al [dilema entre] “necesidad y libre albedrío” o el “Origen del mal” o cualquier otro tema bastante más allá del alcance del intelecto humano[64].

Esta identificación entre prever y determinar muestra una concepción determinista del mundo, en que el estado final se puede deducir de modo necesario a partir de las condiciones iniciales. Este tema, como veremos, aparecerá más adelante en la correspondencia y en la obra de 1868.

Otro tema que comienzan a tratar es el de algunos “órganos de extremada perfección y complicación” a los que Darwin se refiere en el capítulo titulado Difficulties on the theory[65]. Allí habla en primer lugar del ojo diciendo que parece “extremadamente absurdo” pensar que un órgano tan complejo se pudo formar por selección natural. Pero, continúa Darwin, la existencia de numerosos grados de perfección en los ojos de diferentes especies nos permite suponer que el origen de éste órgano es gradual y así podemos superar la dificultad[66].

El 23 de enero de 1860 Gray le había escrito diciéndole que entre los puntos débiles de su libro estaba el de dar cuenta de la formación de órganos como los ojos mediante selección natural[67]. A lo que Darwin responde:

Estoy de acuerdo acerca de los puntos débiles. Hasta el día de hoy el ojo me da escalofrío [cold shudder], pero cuando pienso en las gradaciones conocidas mi razón me dice que debo vencer el escalofrío[68].

Acá Darwin usa una expresión “escalofrío” que será empleada por ambos para expresar un cierto temor al llegar a un dilema en relación con los temas del azar o del diseño[69]. Apenas dos meses más tarde Darwin le dice a Gray que ha superado los escalofríos con respecto al ojo, pero no a otros órganos:

Recuerdo bien cuando el pensamiento sobre el ojo me producía escalofríos, pero he superado ese estado de la enfermedad. Ahora los detalles diminutos en la estructura [de algunos órganos] con frecuencia me hacen sentir muy incómodo. La vista de una pluma de pavo real, cada vez que la miro, me enferma[70].

Gray aludirá a esta carta en un artículo que publicará cuatro meses después, en el que expondrá su propia posición al respecto. Allí, después de dar argumentos en favor de la evolución de las especies y de mostrar la teoría de Darwin como una posible explicación ese proceso, dice que la hipótesis darwiniana está expuesta a objeciones importantes. Y dice:

Requiere no pocas agallas pensar firmemente que no solo la modificación, sino también la formación de los órganos de un animal se realiza a través de un proceso de acumulación de variaciones y selección natural. Pensemos en un ojo, el instrumento óptico más perfecto, producido en los animales inferiores y perfeccionado en los superiores[71].

Acá Gray se refiere a dos fenómenos que se pueden distinguir en el proceso evolutivo: (1) la modificación de un órgano, y (2) su formación. Es lo que en la segunda mitad del siglo XX algunos llamarán microevolución y macroevolución, y tiene que ver con el surgimiento de novedades. Para Gray es lógico pensar que se requiere un principio diferente para explicar la variación del tamaño y la forma del pico de las palomas[72], por ejemplo, que el surgimiento de un órgano tan complejo y preciso como el ojo de un mamífero.

Y con respecto a los “escalofríos” de Darwin, aunque no menciona su nombre, dice un poco en broma:

Un amigo nuestro, que acepta la nueva doctrina, confiesa que durante mucho tiempo sentía escalofríos cuando pensaba en el ojo. Él ya ha superado ese estado de la enfermedad, y ahora se encuentra en la fiebre de creer, que a lo mejor será seguida de un estado de sudoración, durante la cual se podrían expulsar del organismo toda clase humores malignos[73].

Gray no subestima las serias implicaciones de la hipótesis[74], por eso con respecto a su propio estado de salud dice que tiene “miedo de los escalofríos”. Su manera de evitarlos de momento es aceptando solo parcialmente la teoría de Darwin, ya que:

Aunque explica mucho, parece inadecuada para la tarea tan [ambiciosa] que asume; sin embargo parece mejor que cualquier otra para explicar –si es que es posible explicar– de alguna manera el modo como los seres organizados han surgido y se han sucedido unos a otros[75].

Por esto termina diciendo que su posición es la de quien está convencido hasta cierto punto, pero de ninguna manera la rechaza en su conjunto[76].

2.1.       Gray y las causas segundas

Después de escribir la primera reseña del libro de Darwin, Gray continuó su actividad en tres frentes:

1.       Defendiendo el hecho de la evolución desde el punto de vista científico.

2.      Convenciendo a los creyentes que el darwinismo no suponía una amenaza para la fe.

3.      Discutiendo con algunos “ateos” que alegaban la incompatibilidad de la nueva teoría con el teísmo.

En los últimos dos casos Gray aplicaba su lema: “la selección natural no es inconsistente con la teología natural”. En el fondo de su pensamiento encontramos la doctrina de las causas segundas: las incertidumbres en la teoría de Darwin se deben a la contingencia de las causas segundas, pero todo depende de una causa primera, es decir, del diseño providencial de Dios[77].

En los Proceedings de la American Academy of Arts and Sciences encontramos, por ejemplo, un resumen de una conferencia impartida por Gray el 4 de agosto de 1860 en la que critica las ideas expuestas por otros tres miembros de la AcademiaLowell, Bowen y Agassiz– en una reunión anterior. De los ocho puntos que se recogen, los primeros siete mencionan cuestiones de carácter científico y el octavo hace referencia al problema “teológico”.

Dice la nota en este último punto que ante la acusación de que la hipótesis en cuestión desechaba la existencia de un diseño o propósito en la naturaleza y toda la doctrina de las causas finales, el profesor Gray dijo dos cosas. La primera fue que:

Sostener que una teoría acerca de la procedencia de una especie de otra por medio de causas segundas y agentes naturales niega el diseño, parece conceder que todo lo que se lleva a cabo en la naturaleza a través de causas segundas es ajeno al ámbito del diseño, o que sólo puede ser considerado o mostrado como diseñado aquello que es sobrenatural. [Esto es] algo que ningún teísta puede admitir[78].

Acá se aleja de la posición que identifica diseño con “intromisión” por parte de Dios. La causa primera actúa a través de las causas segundas, pero no “compite” con ellas: no se trata de una causa más. El Creador trasciende la creación, y su Providencia no se reduce a lo sobrenatural. La segunda cosa que dijo fue que:

Si esta teoría en particular se establece gracias a la evidencia científica, dejaría las doctrinas de la causa final, utilidad, diseño especial, o cualquier otro punto de vista teleológico, en el mismo lugar que ocupaban antes de su promulgación, en todos los aspectos fundamentales. Esta teoría no trae ninguna nueva dificultad, i.e. ninguna con la que el filósofo de la naturaleza no esté ya familiarizado[79].

Se trata pues de un “viejo problema”, sigue diciendo Gray, que consiste en descubrir la relación entre los eventos naturales ordenados con la acción Divina. Este problema se desvanece si asumimos la filosofía de la causalidad del mismo Prof. Bowen:

Que lo natural no menos de lo sobrenatural, la persistencia no menos que la creación de la existencia, tanto el origen de un individuo como el de una especie o un género, sólo puede explicarse por la acción directa de una causa inteligente[80].

Así como un individuo es generado por sus padres mediante causas naturales, de la misma manera puede surgir una nueva especie a través de causas segundas físicas que son instrumentos de la acción divina. Pero al hablar de “acción directa de una causa inteligente” Gray acepta que Dios pueda intervenir de en ambos procesos –algo que no aceptaría Darwin[81].

***

En relación con el tercer frente –su discusión con algunos “ateos”– cabe resaltar el debate con su amigo Daniel Treadwell, quien fuera profesor en Harvard y miembro del Scientific Club[82]. En esta conversación –que apareció publicada en la edición de septiembre del American Journal of Science and Arts bajo el título Discussion between two Readers of Darwin's Treatise on the Origin of Species, upon its Natural Theology– debaten acerca de si la teoría de Darwin es compatible con el teísmo o no. Para esto empiezan discutiendo acerca de dos conceptos relacionados: el diseño y la necesidad[83].

Treadwell plantea el problema colocando un ejemplo hipotético: dos jugadores de billar que impulsan dos bolas de manera independiente a lo largo de la mesa, pero que en la mitad de la mesa chocan accidentalmente cambiando la trayectoria de ambas y frustrando los objetivos que tenían ambos jugadores[84]. Dice Treadwell que mientras la primera parte del recorrido de las bolas responde a los planes que tenían los jugadores –i.e. diseño–, la segunda parte responde solo a las leyes de la física –i.e. necesidad–. De la misma manera, sigue diciendo Treadwell, “las tres grandes leyes” de Darwin muestran, en último término, que la formación de los órganos complejos como el ojo es fruto de “fuerzas ciegas actuando sin un diseño racional” y no de un Creador[85].

En su modo de plantear el problema se puede observar que Treadwell identifica el diseño con el argumento de Paley –a quien hace referencia en varias oportunidades– y tiene una concepción determinista del mundo.

Gray por su parte comienza diciendo que si simplemente observamos el choque de las bolas de billar en la mitad de la mesa no podemos inferir necesariamente que los planes de los jugadores fueron frustrados, ya que podría darse el caso que el objetivo de uno de ellos fuera precisamente frustrar el plan del otro. Y sigue diciendo:

Ahora, es importante resaltar que el diseño nunca puede ser demostrado. Ser testigo de la acción no permite conocer el diseño, como se puede ver en este caso[86].

A partir de los fenómenos físicos no podemos demostrar la existencia de diseño de la misma manera que demostramos una ley física. Lo único que podemos hacer, dice Gray, es “inferir el diseño a partir de los resultados”. La certeza de esta inferencia dependerá del fenómeno al que hagamos referencia[87], siendo en unos casos casi nula mientras que en otros podremos tener “certeza moral”, es decir, «una convicción a la que no nos podemos resistir, similar a la fuerza de una demostración matemática»[88].

Es muy interesante que Gray saque la cuestión del diseño fuera del ámbito de las ciencias físicas, aunque evidentemente haga referencia a fenómenos que éstas estudian. De hecho más adelante defiende que se pueda inferir la existencia de un diseño en el ojo, aunque haya sido producido por medio de causas segundas –dentro del proceso evolutivo– y no creado directamente. Y al final del artículo expone una metáfora muy interesante:

Si traemos una mujer de una época pasada y le mostramos un trozo de tela, y le preguntamos cómo fue hecha, nos dirá que la lana o el algodón fueron cardados, hilados y tejidos a mano. Cuando le decimos que no fue hecha a mano, y que probablemente ninguna mano ha tocado los materiales durante el proceso, es posible que piense que esta afirmación equivale a que la tela no fue diseñada, y por tanto no la creería. Si pacientemente le explicamos [cómo funcionan las máquinas tejedoras], ¿disminuiría su convicción de que la tela fue diseñada? Ciertamente creería en el diseño tan firmemente como antes (…) y se admiraría de la gran sabiduría, habilidad y capacidad [manifestados en dicho proceso][89].

Con esta apología del diseño mediante causas segundas Gray concluye que el argumento de diseño, tal como lo presentan los teólogos, es tan válido después de aceptar la teoría de Darwin como lo era antes.

2.2.       Las dudas de Darwin en relación con el diseño

En la correspondencia entre Darwin y Gray durante 1860 siguen estando presentes los temas del azar y el diseño. En mayo, por ejemplo, Darwin manifiesta su confusión al respecto:

Con respecto al punto de vista teológico de la cuestión, éste siempre es doloroso para mí. Estoy confundido. No tenía intención de escribir de modo ateo. Pero confieso que no puedo ver tan claramente como otros (…) la evidencia del diseño por todas partes[90].

Y sigue manifestando uno de los motivos de su escepticismo:

Me parece que hay demasiada miseria en el mundo. No puedo persuadirme de que un Dios bueno y omnipotente haya creado a propósito [designedly created] las Ichneumonidæ con la intención expresa de que se alimentaran dentro de los cuerpos vivos de las orugas, o que un gato deba jugar con los ratones. Al no creer esto, no veo ninguna necesidad en de creer que el ojo ha sido diseñado expresamente[91].

Como dijimos antes hablando de Paley, una consecuencia de tener una concepción deísta del Creador es que no se puede conjugar satisfactoriamente la existencia del mal físico y moral con un Dios bondadoso y omnipotente. Ante este dilema Darwin expresa cuál es su posición:

Por otro lado no puedo de ninguna manera estar contento viendo este maravilloso universo y en particular la naturaleza del hombre, y llegar a la conclusión de que todo es el resultado de la fuerza bruta. Me inclino a mirar todo como consecuencia de las leyes diseñadas, con los detalles, buenos o malos, dejados a lo que podemos llamar azar. Pero esta idea para nada me satisface. Siento hondamente que todo el tema es demasiado profundo para el intelecto humano[92].

Darwin se resiste a creer que todo en el mundo está diseñado, pero a la vez piensa que es absurdo pensar que todo el universo es fruto del azar ciego, así que opta por ver el diseño en las leyes, dejando que el azar sea el responsable de los detalles que pueden ser buenos o malos. Aunque no está muy convencido que sea así. Al final termina diciendo:

Todas estas leyes pueden haber sido expresamente diseñadas por un Creador omnisciente, que prevé todos los eventos futuros y sus consecuencias. Pero cuanto más lo pienso más me confundo, como probablemente ya lo he manifestado en esta carta[93].

Las ideas de esta carta las repite Darwin en otra que le envía a Gray en el mes de julio. Allí dice que su mente está confundida (in simple muddle) acerca de las “leyes diseñadas” y las “consecuencias no diseñadas”. Y dice:

Otra palabra en relación con “leyes diseñadas” & “resultados no diseñados”. Veo un pájaro que quiero comer, agarro mi pistola y lo mato, hago esto intencionadamente [designedly]. Un hombre inocente y bueno está bajo un árbol y es matado por un rayo. ¿Usted cree (y realmente quisiera que me lo dijera) que Dios intencionadamente mató a este hombre? Muchas o la mayoría de las personas piensan esto; yo no puedo creerlo y no lo creo[94].

Por su concepción determinista del mundo, Darwin veía que si se acepta un diseño por parte de Dios, éste se encuentra en las leyes impuestas por el Creador, que se encargan de desplegar un plan que está predeterminado. De esta manera el azar es, como para Paley, solo “apariencia de azar” –i.e. todo en el mundo se desarrolla de modo necesario– y Dios sería, en último término, el responsable directo del mal. La solución para evitar atribuir la responsabilidad del mal a Dios sería negar la existencia de un diseño –de la visión que tenía Darwin de diseño–. En este caso el azar es sinónimo de contingente: nada es necesario. Por esto termina firmando la carta: «Your muddled and affectionate friend»[95].

2.3.       La trilogía del Atlantic Monthly

Darwin, sin embargo, no pretende que su teoría esté asociada con el ateísmo, así que se interesa mucho por la defensa que Gray está haciendo al otro lado del Atlántico de la compatibilidad entre la selección natural y la teología natural. Gray desarrolló este tema en una serie de tres artículos que aparecieron de manera anónima en el Atlantic Monthly entre julio y octubre de 1860[96].

El último de los artículos es particularmente interesante. Allí Gray analiza seis reseñas de On the Origin que aparecieron en Norte América y Europa. Una de las primeras cosas que dice es que de momento no cree que sea prudente tomar una posición definitiva ante la nueva hipótesis, ya que ni se encuentra aún satisfactoriamente probada, ni tampoco es prudente rechazarla como falsa[97].

Luego entra en la cuestión del diseño diciendo que la teoría de Darwin no crea ninguna nueva dificultad en relación con las causas finales. Esto es así porque «la ciencia natural trata solo con las causas segundas o causas naturales»[98], de manera que la diferencia entre un teísta y un ateo radica solo en la cuestión de la causa primera, la cual pertenece a la filosofía.

Aunque Gray se queja de que Darwin no sea muy claro al respecto, dice que mientras no niegue la existencia de una primera causa se puede suponer que admita una posición teísta –aunque no la adopte–[99]. En cambio:

Si sostiene que las causas naturales mediante las cuales se diversifican las especies operan sin una inteligencia ordenadora y directiva, y que todas las estructuras ordenadas y las admirables adaptaciones que vemos alrededor nuestro son resultados no diseñados, fortuitos o ciegos –que el ojo, aunque sirve para ver, no fue diseñado para ver, o la mano para agarrar–, entonces suponemos que [Darwin] podría ser acusado de negar –sin ninguna necesidad– todo diseño de la naturaleza orgánica; de lo contrario suponemos que no[100].

Y poco más adelante expresa la idea por la que es más conocido y que será citada por el mismo Darwin en varias oportunidades:

Las formas ordenadas y adaptadas [que hay] en la naturaleza exigen la existencia de un diseño y, al menos mientras la causa física de las variaciones sea completamente desconocida y misteriosa, debemos aconsejar al Sr. Darwin que asuma, en la filosofía de su hipótesis, que las variaciones han sido conducidas por ciertas líneas beneficiosas [led along certain beneficial lines][101].

Gray veía claramente que la selección natural es un mecanismo ciego que actúa por necesidad. Sin embargo, viendo los resultados de la evolución, le parecía evidente que había un diseño[102]. La solución que veía era que las variaciones estuvieran de alguna manera guiadas, aunque no sabía de qué manera podría realizarse esto. Y lo compara a unos arroyos que bajan por una ladera gracias a la gravedad (que en esta metáfora hace el papel de la selección natural): éstos pueden formar su cauce a medida que bajan, pero también es posible que sus cursos hayan sido diseñados –como en un regadío–. Si vemos que los arroyos forman líneas de riego útiles –que no se explican por la gravedad– podemos inferir que sus cauces fueron diseñados[103].

Darwin vio estas palabras como una amenaza para el poder de la selección natural ya que, como veremos más adelante, pensaba que si las variaciones son guiadas la selección natural es absolutamente superflua. Por esto las palabras de Gray –“led along certain beneficial lines”– se convertirán para Darwin en el enemigo a vencer, y no descansará hasta encontrar una metáfora –la de la casa de piedra– con la que pensará haber mostrado que las variaciones no son guiadas de ninguna manera.

En cierto modo Gray prevé la oposición de Darwin cuando dice que algunos parecen pensar que solo los eventos sobrenaturales son diseñados –lo cual falsea el concepto de diseño y es algo “que ningún teísta puede admitir”– añadiendo que esta confusión es compartida tanto por los autores de las recensiones como por Darwin. De éste último dice que en ocasiones usa expresiones en las que, debido a que las especies tienen un origen natural, niega la existencia de un diseño. En cambio debería decir que:

Su hipótesis se refiere (…) al cómo y no al por qué de los fenómenos, y así dejar la cuestión del diseño justo donde estaba antes[104].

Para el botánico de Harvard la inferencia de diseño no depende de cómo han surgido los diferentes organismos, ya que así como Dios ha querido que nosotros fuésemos generados de una manera natural por nuestros padres y no mediante un acto especial de creación, así también las especies podrían haber surgido unas de otras por causas naturales[105].

Y añade Gray que, aunque el argumento de diseño no es conclusivo para todos, no es menos válido después de la teoría de Darwin, ya que para inferir la existencia de una primera causa inteligente es suficiente ver el orden en la naturaleza presente en las estructuras y adaptaciones que encontramos en plantas y animales, independientemente de que ignoremos la historia de su formación[106]. Por otra parte decir que todo es fortuito nos lleva a concluir que los resultados ordenados que vemos en el mundo se han producido por una serie de eventos con una improbabilidad “más allá de todo cálculo”. Y concluye:

Para nosotros, un Cosmos fortuito es simplemente inconcebible. La alternativa es un Cosmos diseñado[107].

Si no se admite algún tipo de plan en la naturaleza, significaría que todas estas estructuras naturales tan perfectas presentes en el universo son fruto del azar. Esto para Gray es absolutamente inconcebible y, por tanto, lo más lógico es aceptar que debe haber un diseño. Pero este plan, sigue diciendo, no se desarrolla mediante intervenciones sobrenaturales como dicen quienes –como Agassiz– plantean la disyuntiva entre que todo sea creado directamente o que proceda de la “omnipotencia de la materia”[108].

Gray alega que pensar que todo es resultado de un proceso en el que no hay ningún tipo de diseño o de dirección, es ateísmo. Pero que estudiar los fenómenos y leyes naturales –entre los que está la hipótesis darwiniana– no requiere este presupuesto tan “improbable”[109].

Más adelante se refiere al tema del azar. En primer lugar dice que ninguna persona con conocimientos científicos duda que el sistema solar fuera formado de manera progresiva, lo cual para un teísta no solo es compatible con el diseño sino incluso una manifestación de éste. Incluso Agassiz acepta la hipótesis nebular, en la que intervienen leyes físicas y muchos “accidentes”, sin negar que sea compatible con el diseño. Pero, “por algún motivo que no explica ni hemos podido deducir” Agassiz niega que un proceso similar se pueda dar en los seres vivos[110].

Y sigue diciendo Gray que es evidente que “el elemento accidental” es el punto más fuerte en contra de la compatibilidad de la hipótesis de Darwin con el diseño. En concreto mostrar que se trata de un proceso en el que la naturaleza selecciona las mejores variaciones entre una multitud de variaciones que pueden ser inútiles e incluso perjudiciales[111].

Gray acepta que la naturaleza está llena de fenómenos que son inútiles y casuales, pero esto no indica que no haya un plan general sino que el plan no está minuciosamente detallado[112]. Esto es importante para interpretar correctamente su propuesta de asumir que las variaciones son “conducidas por ciertas líneas beneficiosas”. Mientras para Darwin esto significaba que cada minúscula variación estaba diseñada por el Creador –o no lo estaba en absoluto–, para Gray significaba que Dios puede de alguna manera –directa o indirectamente– favorecer la aparición de las variaciones que dan lugar a las diferentes especies, incluido el hombre. Pero para Gray se trata de un proceso en el que puede haber muchos accidentes. Para ilustrar esto usa la siguiente figura:

Toda la vida animada (…) depende absolutamente de la vegetación y la vegetación de la lluvia. El vapor de agua es proporcionada por el océano, el cual se eleva por el calor del sol sobre la superficie de éste, y es llevado a la tierra por los vientos. Pero son muchas las gotas de lluvia que caen en el océano. Éstas carecen de una causa final tanto como las variedades incipientes que se extinguen. ¿Se puede concluir que las lluvias que caen en el suelo con tanta regularidad (…) no fueron diseñadas para soportar la vida vegetal y animal? [113]

En este texto nos parece interesante dilucidar hasta qué punto su concepción de diseño en ese momento admite eventos no diseñados y el concurso de causas accidentales. Se podría interpretar que la lluvia cumple su función dentro un ciclo natural. Pero el hecho que muchas gotas vuelvan al océano sin regar el suelo, no significa que la lluvia en su conjunto no realice dicha función. De la misma manera en el proceso evolutivo puede haber variaciones que no sean ventajosas, pero esto no significa que en su conjunto el proceso no esté planeado. Si se interpreta así, podemos decir que Gray no ve contraposición entre accidentes y un diseño general.

Sin embargo, como se verá en la correspondencia, la concepción de diseño de Gray hasta ese momento parece estar todavía influenciada por Paley, viendo el diseño divino en toda variación. En este caso, incluso las variedades incipientes (así como las gotas que caen en el océano) parecen hacer parte del diseño, no per accidens sino per se.

Otra idea de las que expone Gray en su artículo del Atlantic Monthly es que vale la pena recordar que, así como la selección natural es científicamente explicable, en cambio no se conocen ni las causas de las variaciones ni los mecanismos de la herencia. A diferencia de Agassiz que diría que es imposible que la ciencia los pueda descubrir, Gray dice que ésta eventualmente lo podría hacer. Y añade que esta explicación no invalidaría la inferencia de diseño sino que llevaría la secuencia de causas segundas más atrás, pero la causa última tiene que ver con el modo como la causa primera actúa mediante las causas segundas, cuestión que pertenece a la filosofía y, por tanto, para la ciencia seguirá siendo un misterio[114].

Sobre la acción de la primera causa –a la que en diversas oportunidades se refiere como “eficiente”–, dice que esta puede darse de tres maneras: (1) desde el inicio del tiempo, dando a la materia la capacidad de producir los fenómenos, (2) lo anterior, pero con intervenciones ocasionales en las que Dios actúa directamente, y (3) una acción inmediata, ordenada y constante[115].

El autor dice que las tres son compatibles con el teísmo, pero no toma partido abiertamente. Para Gray la Providencia se puede manifestar de cualquier forma, y al final del artículo dice:

Hacer un trabajo mediante un instrumento requiere, y por lo tanto presupone, el ejercicio de más –y no menos– poder que hacerlo directamente[116].

***

La reacción de Darwin ante esta trilogía de artículos fue muy positiva. Después de leer el primero le escribe a Gray una carta con las elogiosas palabras que citamos al inicio de este capítulo[117]. Aunque los artículos estaban dirigidos a enfrentar la oposición de los seguidores de Agassiz, Darwin se da cuenta que podrían servir para contrarrestar los ataques “teológicos” a su libro en Inglaterra.

Lo primero que hizo fue publicar el primero de los artículos en Annals and Magazine of Natural History y luego preparó la publicación de los tres artículos como un panfleto que aparecería firmado por Gray y del que compartirían los gastos de publicación por partes iguales[118].

El título de la publicación fue A Free Examination of Darwin's Treatise on the Origin of Species, and of Its American Reviewers, y en la parte superior aparecía el “lema” de Gray: Natural Selection Not Inconsistent with Natural Theology. Darwin distribuyó personalmente muchos panfletos, acompañando cada copia «con sus más encantadoras cartas»[119].

La respuesta en general fue muy positiva. Por ejemplo, William Henry Harvey –a quien mencionamos en el capítulo anterior– le escribió a Gray diciéndole que “casi” lo convence de volverse Darwiniano, «pero sí me convenció de ser “Grayano”»[120]. Y Charles Kingsley dijo que «de lejos el mejor paso hacia delante en teología natural ha sido hecho por el doctor americano Asa Gray, quien ha dicho mejor que yo todo lo que yo quiero decir»[121].

Dentro del círculo de personas más cercanas a Darwin el efecto fue diverso. Lyell aceptó la posición de Gray con respecto al diseño, y al final de su libro Antiquity of Man adoptó expresamente el punto de vista de Gray[122]. Hooker, por su parte, estuvo de vacaciones en el Líbano y regresó con el firme propósito de no pensar más en los problemas “filosóficos” de la evolución[123].

Mientras tanto crecía el convencimiento general de que Darwin había aniquilado el argumento de Paley, y Huxley buscó convertirse en el intérprete oficial del darwinismo. Algo que terminó consiguiendo ya que «su agnosticismo, y no el argumento de diseño de Gray, se convirtió en la política oficial del movimiento darwiniano»[124].

2.4.       Las metáforas de Gray y las palomas de Darwin

Los artículos de Gray no lograron persuadir al mismo Darwin quien, poco después de recibir el tercero de ellos, le escribió una carta a Gray en la que le manifiesta su opinión acerca de los mismos[125]. Allí dice Darwin que le parecen muy ingeniosas las metáforas empleadas por Gray, especialmente la de la máquina de tejer –en relación con las causas segundas– y la de las gotas de lluvia en el océano –en defensa del diseño ante la aparente inutilidad de algunos eventos–. Sin embargo estas comparaciones no lo convencen de que exista un diseño:

Creo que la mayor diferencia con usted es que yo (desafortunadamente) pienso más en las gotas de lluvia que caen en el océano que en la que caen en tierra. Todos sus argumentos acerca del diseño me parecen excelentes, pero debo leerlos de nuevo. Tengo la sensación que la existencia de una multitud de estrellas, el movimiento del sistema planetario, etc. son igualmente buenos para probar [la existencia de] una primera causa; aunque si no hubiera seres vivos, difícilmente habría diseño. Pero reconozco que en este asunto estoy en un atolladero [muddled-headed] [126].

Al decir que para él son más las gotas de lluvia que caen en el océano que las que caen en la tierra, Darwin no pretende decir que en la evolución de las especies puede haber un diseño general aunque pueda haber eventos accidentales, sino que se trata de un proceso eminentemente aleatorio. Es posible que, como decía en su carta del 22 de mayo, haya leyes diseñadas –como las que rigen el movimiento de los planetas– pero los resultados no pueden ser diseñados[127].

Dos meses más tarde vuelve a escribirle a Gray luego de haber leído el tercer artículo. Después de decir que le parece “admirable”, expresa de nuevo su confusión con respecto al tema del diseño:

Me apena decir que, honestamente, no puedo ir tan lejos como usted en el tema del diseño. Soy consciente de que estoy en una confusión absolutamente desesperada [utterly hopeless muddle]. No puedo pensar que el mundo, como lo vemos, sea el resultado del azar, y sin embargo no puedo ver cada cosa (…) como resultado del Diseño[128].

Y en seguida hace referencia a la frase que más lo inquieta:

Usted me lleva a inferir (p. 414) que usted cree “que las variaciones han sido conducidas por ciertas líneas beneficiosas”. No puedo creer esto, y creo que usted tendría que creer que la cola de la colipava cambió el número y dirección de sus plumas con el fin de satisfacer el capricho de unos pocos hombres. Sin embargo, si la colipava fuera un pájaro salvaje y utilizara su cola anormal para algún fin especial, como para navegar de frente al viento, a diferencia de otras aves, todo el mundo habría dicho que es una hermosa adaptación diseñada. Una vez más digo que estoy, y siempre estaré, en una confusión desesperada[129].

Aquí vemos claramente que el concepto de diseño de Darwin está muy unido al determinismo, en la que cada pequeña variación estaría diseñada por el Creador.

Durante los veinte años en los que maduró su teoría, Darwin hizo innumerables observaciones en todo tipo de plantas y animales. Dado que uno de los elementos claves de su hipótesis era la variabilidad, debía mostrar que las variaciones se dan en la naturaleza con una frecuencia significativa para que la selección natural pueda actuar. Fue así como a partir de marzo de 1855 empezó a domesticar palomas en su casa en Downe[130] donde empezó a hacer experimentos. Parte de sus observaciones apareció en el primer capítulo de On the Origin, titulado Variation under Domestication y, sobretodo, en su libro de 1868 titulado The Variation of Animals and Plants under Domestication.

El interés de Darwin en las palomas radica en la asombrosa diversidad entre las diferentes variedades. Casi cada característica anatómica presenta cambios: tamaño y forma del pico, color y orientación de las plumas, complexión, comportamiento, etc. Lo más sorprendente es que todas las palomas domésticas descienden de una especie silvestre llamada Columba livia[131] que carece de muchas de las características que se encuentran en las variedades domésticas[132].

Una de las cosas que notó Darwin es que muchas veces los criadores de palomas consiguen cambios diferentes de los que buscaban. Así se convenció del poder de la selección y de que las variaciones surgían de manera accidental (en el sentido de que no correspondían a una intención). A medida que avanza el libro, Darwin intenta mostrar que esto mismo sucede en la naturaleza en estado salvaje con la selección natural[133].

En el texto anteriormente citado, Darwin hace notar que la cola en forma de abanico de la paloma colipava[134] no parece tener ningún valor adaptativo. Si se ha conservado esa variedad –mediante la selección artificial– es por el capricho de los domesticadores. Pero es absurdo pensar que las variaciones que condujeron a su formación respondan a un diseño.

Esto es más explicito en la carta que le escribe a Herschel seis meses más tarde. Después de manifestarle que le parece difícil pensar que el universo no está “inteligentemente diseñado”[135], dice:

No estoy dispuesto a admitir que Dios diseñó las plumas en la cola de la paloma silvestre (rock-pigeon) para que variaran de una manera tan peculiar con el fin de que el hombre pudiera seleccionar dichas variaciones y hacer una colipava (fantail). Y si esto no es admitido (ya sé que sería admitido por muchas personas), entonces no puedo ver el diseño en las variaciones de la estructura de los animales en estado natural. [Simplemente] las variaciones que eran útiles para el animal fueron conservadas y las eran inútiles o perjudiciales fueron destruidas[136].

Aquí Darwin emplea el modus tollendo tollens para descartar la existencia de diseño en la naturaleza:

 

P " Q
¬Q

Si hay diseño " la cola de la fantail está diseñada
La cola de la
fantail no está diseñada

 

˫ ¬P

No hay diseño

 

 

Volviendo a la carta a Gray del 26 de noviembre de 1860 en la que Darwin –usando el ejemplo de la colipava– expresa su incredulidad acerca de la posibilidad de que las variaciones sean “conducidas por ciertas líneas beneficiosas”, llama la atención que Gray no haya respondido nada al respecto. De este silencio se queja Darwin en una carta una sobrina suya a mediados del año siguiente en la que dice:

Asa Gray y algunos otros ven en cada variación, o por lo menos en cada variación beneficiosa (que A. Gray compararía con las gotas de lluvia que no caen en el mar, sino en la tierra para fertilizarla) como si hubiera sido diseñada providencialmente. Sin embargo, cuando le pregunto si él ve en cada variación de la paloma silvestre –de la cual el hombre ha hecho por acumulación [de pequeños cambios] una paloma guturosa o una colipava– como providencialmente diseñada para la diversión del hombre, no sabe qué responder[137].

Por este comentario de Darwin sabemos que a mediados de 1861 Gray aún no había expresado su posición con respecto a la variación de las palomas domésticas. Aunque algunas cartas de Gray se perdieron, ha llegado a nosotros una de 1863 en la que hace referencia al asunto. En agosto Darwin le había escrito diciéndole:

Lo que creo que debería darle el más severo “escalofrío” [cold chill] es el caso de la guturosa, la colipava, etc.: ¿No son estas variaciones accidentales en cuanto al fin que les ha dado el hombre?[138]

La respuesta de Gray está fechada un mes después, y es la única carta en la que éste se refiere a las palomas. Dice:

Voy a considerar la fantástica variación de las palomas. Veo problemas a lo lejos quoad [en relación con] el diseño en la naturaleza, pero he logrado evitar los escalofríos [chilliness] dando largas a las cuestiones espinosas. Aunque las preferiría evitar, no puedo ignorar las dificultades [que se encuentran] más adelante. Pero si adopto su punto de vista, ¿me puede prometer menos dificultades [en adelante]?[139]

Entre 1860 y 1863 Darwin le había escrito a Gray por lo menos doce cartas en las cuales había expresado repetidamente sus inquietudes con respecto al diseño[140]. Con respecto a Gray, sabemos por una carta de Darwin en esos años que había dicho que se encontraba “en una niebla”[141].

En la carta de 1863 que acabamos de citar vemos que Gray empieza a ver que Darwin tiene algo de razón en relación con el tema del diseño y, más concretamente, con el tema del azar. Dijimos que en su primera reseña, Gray veía la evolución como una serie de eventos dirigidos de alguna manera por la acción de una inteligencia que los ordena a un determinado fin[142]. Aunque en sus artículos de 1860 no fue muy claro acerca de cómo se realizaba esa dirección, de su inquietud con respecto a las variaciones accidentales de las palomas podemos deducir que pensaba que esa inteligencia –i.e. Dios– dirigía cada variación.

Por lo que podemos deducir Gray nunca pensó que pudiera haber incompatibilidad entre la evolución y su fe, ni dudó de la existencia de un diseño divino del mundo, pero poco a poco fue descubriendo que algo no cuadraba en su modo de entender la participación de Dios en el origen de las especies. No comprendía bien cómo compaginar un plan divino con la presencia del azar en las variaciones.

Este tema será el centro de dos de los libros más importantes de Darwin, que aparecerán en 1862 y 1868, pero antes veamos una carta que le escribió a Lyell en 1861 en la que sintetiza muy bien las diversas posiciones al respecto. Allí dice Darwin:

Creo que usted piensa, al igual que Asa Gray, que no he dado suficiente espacio [en mi teoría] para que el flujo de la variación sea guiado por un poder Superior. Últimamente he tenido una buena cantidad de correspondencia sobre este punto. Herschel en su Physical Geography tiene una frase con respecto a the Origin [en la que dice que] siempre se debe remitir a una ley superior de organización providencial [higher law of providential arrangement] [143].

La posición de Lyell, Gray y Herschel coincide en que se debe permitir algún tipo de guía por parte de Dios en la evolución. El comentario de Herschel lo recogimos en el capítulo anterior y hace referencia a que es absurdo pensar que la sola selección natural operando sobre variaciones aleatorias sea una explicación suficiente de los seres vivos[144]. Dice allí Herschel que la inteligencia que planea el proceso puede operar mediante leyes, pero éstas remiten necesariamente a la inteligencia[145]. Esto es lo que resume Darwin con el nombre de “ley superior de organización providencial”.

Y sigue diciendo que así como los astrónomos no dicen que Dios dirige el curso de cada cometa y planeta, tampoco debe ser así en la historia de la vida, ya que esto haría «que la selección natural sea del todo superflua, y de hecho saca la cuestión de la aparición de nuevas especies fuera del marco de la ciencia»[146]. Como hemos dicho anteriormente, Darwin no solo buscaba encontrar leyes naturales sino, en cierta manera, excluir completamente las intervenciones divinas.

Luego dice que las variaciones de las plumas de la fantail no pueden haber sido causadas por la providencia, y continúa:

Me parece que las variaciones en condiciones domésticas y silvestres se deben a causas desconocidas, no tienen ningún propósito, y en esta medida son accidentales. Y adquieren un propósito sólo cuando son seleccionadas por el hombre para su placer, o por lo que llamamos selección natural[147].

Darwin concluye dos cosas importantes en relación con las variaciones: (1) se deben a causas desconocidas, pero –aunque no lo diga expresamente acá– completamente naturales; y (2) éstas no responden a un propósito o plan previo y, en ese sentido, son accidentales.

Sobre el presupuesto naturalista del primer punto ya hablamos en el capítulo anterior. Sin embargo el segundo es muy interesante para el tema que estamos tratando. Aquí dice que las variaciones son accidentales, que es uno de los sentidos de azar que vimos en el primer capítulo: concurso de dos líneas causales independientes[148].­­

Después dice Darwin que seguramente Dios prevé todo, pero que si es así llegamos al problema de la predeterminación, de manera que si se acepta la “ley providencial” de Herschel, significa que Dios determinaría incluso el nivel al que se elevarían las montañas. Y termina diciendo:

Tengo que pensar que los puntos de vista de Asa Gray y Herschel simplemente muestran que sus mentes están –con respecto a este tema– en el estadio teológico de la ciencia según Comte[149].

Sobra decir que Darwin consideraba que había superado los estadios teológico y metafísico de la ciencia, y se encontraba en el científico o positivo.

***

Llegados a este punto trataremos de resumir la posición de Darwin y Gray respecto a estos temas[150]:

 

 

Darwin

Gray, Herschel, Lyell

Concepto de Dios

Deísta. Arquitecto. Dios predetermina todo.

Teísta. Providente. Dios prevé todo.

Concepto del mundo

Similar a una máquina. Regido por leyes deterministas.

Similar a un organismo (i.e. organizado). Su orden remite a un plan.

Concepto del hombre

Es fruto del azar. La diferencia con los demás seres vivos es de grado.

Su aparición es algo positivamente querido por el Creador. Hay un salto ontológico que no se puede explicar por el darwinismo.

Enfoque y alcance de la ciencia

Positivista: la ciencia puede (y debe) explicarlo todo. Independencia absoluta entre ciencia y fe, excepto en la posibilidad de aceptar que las leyes (deterministas) fueron instituidas por Dios, y que el origen de la vida puedo ser un acto creativo especial.

La ciencia solo estudia las causas segundas o naturales: el cómo. Puede estudiar todos los fenómenos naturales, pero hay cosas que posiblemente no podrá explicar. Pero no se puede poner a Dios en el lugar de lo que no entendemos.

Diseño

Si lo hay, es imperfecto y, en consecuencia, también Dios lo es. Pero no quiere negar explícitamente ni que haya un diseño ni que exista Dios.

La existencia de un diseño en la naturaleza es evidente por los resultados. La alternativa (un “Cosmos fortuito”) es irracional. Pero no se puede demostrar que haya un diseño, aunque se puede llegar a tener certeza moral de su existencia.

Alcance del diseño

El diseño (si existe) incluye todos los detalles.

Diseño general. No es claro hasta qué punto incluye los detalles. “El ojo está diseñado para ver”.

Cómo se explica el mal

O no hay diseño o es imperfecto. Pero si no hay diseño no se explican los innumerables resultados buenos (“el Universo con los seres vivos y el hombre”).

El conjunto es bueno. El mal hace parte del misterio de la Providencia. Las variedades incipientes que se extinguen hacen parte del diseño (no es del todo claro si per se o per accidens).

Cómo se manifiesta el diseño divino (si existe): en general…

Desde el inicio del tiempo en el establecimiento de las leyes naturales. Los resultados son previstos y predeterminados.

Puede ser de tres maneras: desde el inicio del tiempo, con intervenciones ocasionales, durante todo el tiempo. Todas son compatibles con el teísmo, pero Gray se inclina por la última: la Providencia actúa durante todo el tiempo. Las leyes son “la concepción humana de la acción divina continua y ordenada” y, por tanto, manifestación de la Providencia.

… y en la evolución

Hablar de diseño es “esconder nuestra ignorancia” (en realidad no hay diseño en la evolución). Todo se explica por la selección natural actuando sobre variaciones “debidas al azar” (no conocemos las causas, pero en cualquier caso no responden a ningún diseño).

Dios actúa a través de causas segundas (que incluye las leyes que estudia la ciencia), pero puede actuar directamente. La Providencia en la evolución se manifiesta en las variaciones. No es improbable al intervención directa (i.e. al margen de las leyes) de Dios.

Concepción del Azar

El azar se contrapone a diseño. Piensa que todos los resultados de la evolución son contingentes. Sin embargo el determinismo implica que el azar es aparente, como pensaban Paley y Huxley. Pero esto lleva a una contradicción porque todo sería necesario.

No es muy clara. Si tomamos la metáfora de la lluvia: hay eventos que parecen sin una finalidad, pero que aún así hacen parte del diseño divino.

Los accidentes en la evolución

Las variaciones surgen sin un propósito, independientemente de las necesidades del individuo o de la especie. Un órgano, por ejemplo, no aparece para cumplir una función, sino que surge por azar y casualmente cumple una función.

Acepta expresamente los accidentes en la nebular hypothesis. Pero como las variaciones en los seres vivos dependen de Dios (tienen origen “sobrenatural”), no sabe explicar bien la existencia de accidentes en la evolución (las variedades “inútiles” de palomas).

 

Ahora trataremos de determinar en qué medida cambian estas posturas en los siguientes años.

 



[1] Darwin Correspondence Database (DCD), University of Cambridge, entry 2910.

[2] Uno en la Brewster’s Edinburgh Encyclopedia y otro en el Eaton’s Manual of Botany.

[3] El primer encuentro entre Darwin y Gray ocurrió en el primer viaje a Europa, en 1839, durante una visita que hizo con Joseph Hooker a Richard Owen en el Hunterian Museum. Fue un encuentro tan breve que Gray lo había olvidado cuando volvió a encontrar a Darwin en la residencia de William Hooker en el año de 1851. Cfr. Duncan M. Porter, “On the Road to the Origin with Darwin, Hooker, and Gray”, Journal of the History of Biology 26 (1993), 8-9.

[4] Cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray: American Botanist, Friend of Darwin, Johns Hopkins University Press, Baltimore 1988, 44: «The religion Gray accepted, while still within the bounds of a kind of orthodoxy, had considerably altered the Calvinistic idea of predestination. The young scientist looked at a “God who is willing to save all who come unto Him…”».

[5] Ibíd.

[6] Cfr. ibíd, 44-45.

[7] La ciudad de Boston se convirtió en el núcleo del Unitarismo norteamericano, hasta el punto que se decía que la fe de los unitarios norteamericanos se basaba en the fatherhood of God, the brotherhood of man and the neighborhood of Boston.

[8] A. Hunter Dupree, Asa Gray, 136.

[9] Ibíd.

[10] Cfr. “Asa Gray (AAAS)”, Proceedings of the American Academy of Arts and Sciences 23 (1888), 339: «Many of the problems upon which Darwin was at work were those in which Gray was most interested; and he was often able to aid Darwin by his observations, and still more by his judicious and always acceptable criticisms. While the naturalist at Down was absorbed in the study of climbing plants and cross-fertilization, the greenhouses at Cambridge were also used as nurseries for the growth of climbers, and the odd, irregularly flowered plants which ought to be cross-fertilized. The writer [of this article] recalls the time when Dr. Gray hardly ever passed in or out of the Herbarium without stroking –patting on the back by way of encouraging them it almost seemed– the tendrils of the climbers on the walls and porch; and when, on the announcement that a student had discovered another new case of cross-fertilization in the Garden, he would rush out bareheaded and breathless, like a schoolboy, to see the thing with his own critical eyes».

[11] Cfr. Asa Gray, “Analogy between the Flora of Japan and that of the United States”, American Journal of Science and Arts 2 (1846), 135-136.

[12] Cfr. Carl von Linné, Philosophia Botanica, 1751, 157: «Species tot sunt, quot diversas formas ab initio produxit Infinitum Ens; quæ formæ, secundum generationis inditas leges, produxere plures, at sibi semper similes». Cfr. Asa Gray, “Review of Darwin's theory on the origin of species by means of natural selection”, American Journal of Science and Arts 29 (1860), 155.

[13] Cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 151. Se puede ver la influencia del pensamiento de Agassiz en los Estados Unidos en una carta de Darwin a Hooker del 26 de marzo de 1854: «I seldom see a Zoological paper from N. America, without observing the impress of Agassiz’s doctrines» (DCD, entry 1562).

[14] Cfr. Paul Jerome Croce, “Probabilistic Darwinism: Louis Agassiz vs Asa Gray on Science, Religion, and Certainty”, Journal of Religious History 22 (1998), 44-45. El siguiente comentario retrata muy bien a Agassiz: «He was virtually a celebrity with the patronage and friendship of elites and a wide popularity in the public at large; his lectures were even sold on street comers by newsboys shouting “Professor Agassiz's lecture!”. However, his religious renderings of mundane natural facts not only made science accessible, but also compromised recent research. For example, the British geologist Charles Lyell offered backhanded praise to Agassiz after one of his lectures: “it was so delightful… [I] could not help all the time wishing it was true”» (Ibíd, 47). El comentario de Lyell aparece en la carta de Darwin a Hooker del 26 de marzo de 1854. DCD, entry 1562.

[15] Archivo de los Royal Botanic Gardens, Kew. Recogida en: A. Hunter Dupree, Asa Gray, 228.

[16] Cfr. Darwin a Gray, 25 de abril de 1855. DCD, entry 1674.

[17] Cfr. Gray a Darwin, 22 de mayo de 1855. DCD, entry 1685.

[18] Cfr. Darwin a Gray, 20 de julio de 1857. DCD, entry 2125. Entre otras cosas, Darwin dice: «It is not a little egotistical, but I sh[oul]d like to tell you, (& I do not think I have) how I view my work. Nineteen years (!) ago it occurred to me that whilst otherwise employed on Nat[ural] Hist[ory], I might perhaps do good if I noted any sort of facts bearing on the question of the origin of species; & this I have since been doing. Either species have been independently created, or they have descended from other species, like varieties from one species. (…) To my mind to say that species were created so & so is no scientific explanation only a reverent way of saying it is so & so». Aunque el año no aparece en la fecha de esta carta –como en muchas otras–, hay razones para concluir que fue escrita en 1857. No faltan quienes la datan en 1856. Cfr. “Asa Gray (AAAS)”, 339.

[19] Cfr. Gray a Darwin, agosto de 1857. DCD, entry 2129.

[20] Cfr. Darwin a Gray, 5 de septiembre de 1857. DCD, entry 2136. Esta fue la carta que se leyó en la Linnean Society of London el 1 de julio de 1858, junto con el ensayo de Wallace titulado On the Tendency of Varieties to Depart Indefinitely From the Original Type. Cfr. Janet Browne, Charles Darwin: The Power of Place, Alfred A. Knopf, New York 2002, 37-42.

[21] Cfr. A. Hunter Dupree, “The First Darwinian Debate in America: Gray versus Agassiz”, Daedalus 88 (1959), 561.

[22] Cfr. Asa Gray, “Diagnostic Characters of New Species of Phænogamous Plants with Observations upon the Relations of the Japanese Flora to That of North America”, Memoirs of the American Academy of Arts and Sciences 6 (1859), 377-452.

[23] Cfr. A. Hunter Dupree, “Gray versus Agassiz”, 561-562.

[24] Proceedings of the American Academy of Arts and Sciences, 4 (1859), 132.

[25] Cfr. A. Hunter Dupree, “Gray versus Agassiz”, 564-568.

[26] Asa Gray, “On the Botany of Japan”, 443. Cfr. Journal of the Proceedings of the Linnaean Society, 3 (1858), 45-62.

[27] Asa Gray, “On the Botany of Japan”, 443.

[28] La primera edición de On the Origin of Species fue publicada el 24 de noviembre de 1859. Esta nota fue escrita antes del 25 de abril del mismo año. Cfr. A. Hunter Dupree, “Gray versus Agassiz”, 567.

[29] Cfr. Gray a Hooker, 18 de octubre de 1859: «I am quite ready to believe that any particular cognate species (so called) originated by variation, wherever you say so (…) but [I] still stick at the progression, and the development of the Vegetable kingdom by variation, from a primordial something (…). But if you carry out this view to its ultimate and legitimate results,—how you connect the philosophy of religion with the philosophy of your science. I should feel uneasy if I could not connect them into a consistent whole—i.e., fundamental principles of science should not be in conflict». Cfr. íd, Asa Gray, 266.

[30] Cfr. ibíd.

[31] Cfr. Jane Loring Gray (ed.), The Letters of Asa Gray, Houghton Mifflin, Boston 1893, II, 455. Fue ésta la recensión de la que se habló en el capítulo anterior.

[32] Cfr. Gray a Darwin, 10 de enero de 1860: «Agassiz has been helping the circulation of your book by denouncing it as atheistical in a public lecture! I suspect, also, he means to attack it in the Atlantic Monthly. The book annoys him; and I suppose the contrast I run between his theories and yours will annoy him still more» (DCD, entry 2631).

[33] Sobre la defensa de Darwin por parte de Gray, cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 264-306. El descubrimiento de importantes yacimientos de fósiles al oeste de los Estados Unidos, a comienzos de los años 1870s, facilitó la aceptación de la evolución en éste país. Incluso Agassiz moderó un poco su posición y dejó de atacar el darwinismo con argumentos de tipo “metafísico”. Cfr. George Ernest Webb, The Evolution Controversy in America, University Press of Kentucky, Lexington 1994, 15.

[34] Paul Jerome Croce, “Probabilistic Darwinism”, 43.

[35] James Dwight Dana (1813-1895) fue un distinguido geólogo y mineralogista americano, profesor en Yale y editor del American Journal of Science and Arts. Dana –quien llegó a afirmar que la experimentación científica era “handmaid of theology”– era buen amigo de Gray y aunque inicialmente se opuso a la evolución, en los años 1870s la aceptó, aunque insistiendo en la creación directa del hombre. Cfr. James C. Livingston, Darwin's Forgotten Defenders: The Encounter between Evangelical Theology and Evolutionary Thought, Regent College Publishing, Vancouver 2001, 70-77, 210; cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 230-231.

[36] Cfr. Paul Jerome Croce, “Probabilistic Darwinism”, 51.

[37] A. Hunter Dupree, Asa Gray, 232.

[38] Asa Gray, “Review of Darwin's theory”, 156.

[39] Ibíd, 160.

[40] Cfr. ibíd, 162.

[41] Cfr. ibíd, 182: «How the author of this book harmonizes his scientific theory with his philosophy and theology, he has not informed us».

[42] Cfr. William Whewell, Astronomy and General Physics Considered with Reference to Natural Theology, William Pickering, London 1847 (1833), 356; cfr. Charles Darwin, On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favored Races in the Struggle for Life, John Murray, London 1859, ii.

[43] Cfr. Asa Gray, “Review of Darwin's theory”, 182. Acá Gray menciona dos acciones divinas cuya diferencia, como se verá, Darwin nunca logrará entender: foresee y preordain.

[44] Cfr. ibíd.

[45] Ibíd, 180.

[46] Cfr. ibíd, 182: «done from all time, or else as doing through all time».

[47] En realidad Gray debió decir “deísmo”.

[48] Asa Gray, “Review of Darwin's theory”, 183.

[49] Cfr. ibíd: «We do not suppose that less power, or other power, is required to sustain the universe and carry on its operations, than to bring it into being. So, while conceiving no improbability of “interventions of Creative mind in nature”, if by such is meant the bringing to pass of new and fitting events at fitting times, we leave it for profounder minds to establish, if they can, a rational distinction in kind between His working in nature carrying on operations, and in initiating those operations».

[50] Ibíd.

[51] Evidentemente Darwin la toma de Paley aunque no lo menciona.

[52] Charles Darwin, On the Origin of Species, 188.

[53] Ibíd, 189.

[54] Cfr. ibíd: «If it could be demonstrated that any complex organ existed, which could not possibly have been formed by numerous, successive, slight modifications, my theory would absolutely break down. But I can find out no such case».

[55] Cfr. ibíd, 131, 170: «I have hitherto sometimes spoken as if the variations—so common and multiform in organic beings under domestication, and in a lesser degree in those in a state of nature—had been due to chance. This, of course, is a wholly incorrect expression, but it serves to acknowledge plainly our ignorance of the cause of each particular variation (…). Whatever the cause may be of each slight difference in the offspring from their parents—and a cause for each must exist—it is the steady accumulation, through natural selection, of such differences, when beneficial to the individual, that gives rise to all the more important modifications of structure, by which the innumerable beings on the face of this earth are enabled to struggle with each other, and the best adapted to survive».

[56] Cfr. John Herschel, Physical Geography, Adam & Charles Black, Edinburgh 1861, 12. En años posteriores Darwin seguirá diciendo que las variaciones son “debidas al azar”, en cuanto que desconocemos sus causas, pero dará más importancia a la influencia del ambiente en las variaciones. En la sexta edición de The Origin habla de este tipo de variaciones empleando el término spontaneous variations” (que aparece diez veces el libro). Cfr. Charles Darwin, The Origin of Species by Means of Natural Selection, P. F. Collier & Son, New York 1909 (1872) 6 ed., 171: «In the earlier editions of this work I underrated, as it now seems probable, the frequency and importance of modifications due to spontaneous variability. But it is impossible to attribute to this cause the innumerable structures which are so well adapted to the habits of life of each species».

[57] Asa Gray, “Review of Darwin's theory”, 184.

[58] Ibíd.

[59] Cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 137-138.

[60] Cfr. ibíd, 220.

[61] Cfr. Darwin a Gray, 18 de febrero de 1860: «Your Review seems to me admirable; by far the best which I have read» (DCD, entry 2704).

[62] Cfr. DCD, entries 2704, 2713, 2743.

[63] Cabe anotar que en el debate entre Darwin y Gray en torno al diseño se deja de lado la concepción “creacionista” del diseño que tenía Agassiz y se centra en el diseño mediante causas segundas que defendía Gray.

[64] Darwin a Gray, 24 de febrero de 1860: «I have been interested by your theological remarks in the Review, but I must reconsider them. It has always seemed to me that for an Omnipotent & omniscient Creator to foresee is the same as to preordain; but then when I come to think over this I get into an uncomfortable puzzle something analogous with “necessity & Free-will” or the “Origin of evil”, or other such subject quite beyond the scope of the human intellect» (DCD, entry 2713).

[65] Cfr. Charles Darwin, On the Origin of Species, 171-206.

[66] Cfr. ibíd, 186-187: «To suppose that the eye, with all its inimitable contrivances for adjusting the focus to different distances, for admitting different amounts of light, and for the correction of spherical and chromatic aberration, could have been formed by natural selection, seems, I freely confess, absurd in the highest possible degree. Yet reason tells me, that if numerous gradations from a perfect and complex eye to one very imperfect and simple, each grade being useful to its possessor, can be shown to exist; if further, the eye does vary ever so slightly, and the variations be inherited, which is certainly the case; and if any variation or modification in the organ be ever useful to an animal under changing conditions of life, then the difficulty of believing that a perfect and complex eye could be formed by natural selection, though insuperable by our imagination, can hardly be considered real. How a nerve comes to be sensitive to light, hardly concerns us more than how life itself first originated; but I may remark that several facts make me suspect that any sensitive nerve may be rendered sensitive to light, and likewise to those coarser vibrations of the air which produce sound».

[67] Cfr. Gray a Darwin, 23 de enero de 1860. DCD, entry 2663. Gray incluso dice que esto le parece un poco lamarckiano. Suponemos que se refiere a que, al no dar una causa proporcionada, los órganos surgen de un modo natural pero misterioso.

[68] Darwin a Gray, 8-9 de febrero de 1860: «About weak points I agree. The eye to this day gives me a cold shudder, but when I think of the fine known gradations, my reason tells me I ought to conquer the cold shudder» (DCD, entry 2701).

[69] Cfr. DCD, entries 2743, 4234, 4262, 4288. Las expresiones que usan son variadas: “cold chill”, “cold shudder”, “chilliness”, “cold all over”.

[70] Darwin a Gray, 3 de abril de 1860: «It is curious that I remember well time when the thought of the eye made me cold all over, but I have got over this stage of the complaint, & now small trifling particulars of structure often make me very uncomfortable. The sight of a feather in a peacock’s tail, whenever I gaze at it, makes me sick!» (DCD, entry 2743).

[71] Asa Gray, “Darwin on the Origin of Species (II)”, Atlantic Monthly 6 (Ago) (1860), 238.

[72] Cfr. Charles Darwin, On the Origin of Species, 444-445.

[73] Cfr. Asa Gray, “Darwin on the Origin of Species (II)”, 238.

[74] Ibíd, 238-239.

[75] Ibíd, 239.

[76] Cfr. ibíd.

[77] Cfr. Paul Jerome Croce, “Probabilistic Darwinism”, 55.

[78] Proceedings of the AAAS, 4 (1860) 415.

[79] Ibíd.

[80] Ibíd.

[81] Podemos ver nuevamente una cierta influencia de Paley, pero Gray hace más énfasis que éste en las causas segundas. Cfr. Paul Jerome Croce, “Probabilistic Darwinism”, 56; cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 138.

[82] Cfr. ibíd, 288-289.

[83] Cuando fue republicado en 1876 apareció con el título Design versus Necessity. Cfr. Asa Gray, Darwiniana. Essays and Reviews Pertaining to Darwinism, D. Appleton & Company, New York 1888 (1876), 62-86.

[84] Aunque emplean el concepto de accidente, este término nunca aparece en el artículo.

[85] Cfr. Asa Gray, “Design versus Necessity. Discussion between two Readers of Darwin's Treatise on the Origin of Species, upon its Natural Theology”, American Journal of Science and Arts 30 (1860), 227-228.

[86] Ibíd, 230.

[87] Cfr. ibíd: «The strength of this presumption may be zero, or an even chance (…); but the probability of design will increase with the particularity of the act, the speciality of the arrangement or machinery, and with the number of identical or yet more of similar and analogous instances».

[88] Ibíd.

[89] Ibíd, 239.

[90] Darwin a Gray, 22 de mayo de 1860: «With respect to the theological view of the question; this is always painful to me. I am bewildered. I had no intention to write atheistically. But I own that I cannot see, as plainly as others do, & as I shd wish to do, evidence of design & beneficence on all sides of us» (DCD, entry 2814).

[91] Ibíd: «There seems to me too much misery in the world. I cannot persuade myself that a beneficent & omnipotent God would have designedly created the Ichneumonidæ with the express intention of their feeding within the living bodies of caterpillars, or that a cat should play with mice. Not believing this, I see no necessity in the belief that the eye was expressly designed». Las ichneumonidæ son avispas que dejan sus huevos dentro de orugas vivas, de manera que las larvas las devoran desde dentro.

[92] Ibíd: «On the other hand I cannot anyhow be contented to view this wonderful universe & especially the nature of man, & to conclude that everything is the result of brute force. I am inclined to look at everything as resulting from designed laws, with the details, whether good or bad, left to the working out of what we may call chance. Not that this notion at all satisfies me. I feel most deeply that the whole subject is too profound for the human intellect».

[93] Ibíd.

[94] Darwin a Gray, 3 de julio de 1860: «One word more on “designed laws” & “undesigned results”. I see a bird which I want for food, take my gun & kill it, I do this designedly. An innocent & good man stands under tree & is killed by flash of lightning. Do you believe (& I really shd like to hear) that God designedly killed this man? Many or most persons do believe this; I can’t & don’t» (DCD, entry 2855). En otra carta a Gray del 10 de septiembre dice: «Hensleigh Wedgwood (…) is a very strong Theist, & I put it to him, whether he thought that each time a fly was snapped up by a swallow, its death was designed; & he admitted he did not believe so, only that God ordered general laws & left the result to what may be so far called chance, that there was no design in the death of each individual Fly» (DCD, entry 2910). Sin embargo por sus cartas posteriores veremos que Darwin nunca deja de pensar que el diseño implica que todo está predeterminado. Hensleigh Wedgwood era primo suyo, hermano de Emma.

[95] DCD, entry 2855.

[96] Los artículos de julio y agosto se titulan Darwin On the Origin of Species y el de octubre Darwin and his reviewers.

[97] Cfr. Asa Gray, “Darwin and his reviewers”, Atlantic Monthly 6 (Oct) (1860), 408: «Those, if any there be, who regard the derivative hypothesis as satisfactorily proved must have loose notions as to what proof is. Those who imagine it can be easily refuted and cast aside must, we think, have imperfect or very prejudiced conceptions of the facts concerned and of the questions at issue».

[98] Cfr. ibíd, 412.

[99] Cfr. ibíd, 412-413.

[100] Ibíd.

[101] Ibíd, 413-414: «Wherefore, so long as gradated, orderly, and adapted forms in Nature argue design, and at least while the physical cause of variation is utterly unknown and mysterious, we should advise Mr. Darwin to assume, in the philosophy of his hypothesis, that variation has been led along certain beneficial lines».

[102] Cfr. ibíd, 413: «For, as species do not now vary at all times and places and in all directions, nor produce crude, vague, imperfect, and useless forms, there is no reason for supposing that they ever did. Good-for-nothing monstrosities, failures of purpose rather than purposeless, indeed sometimes occur; but these are just as anomalous and unlikely upon Darwin's theory as upon any other».

[103] Cfr. ibíd, 414: «Streams flowing over a sloping plain by gravitation (here the counterpart of natural selection) may have worn their actual channels as they flowed; yet their particular courses may have been assigned; and where we see them forming definite and useful lines of irrigation, after a manner unaccountable on the laws of gravitation and dynamics, we should believe that the distribution was designed».

[104] Ibíd.

[105] Cfr. ibíd: «The whole argument in natural theology proceeds upon the ground that the inference for a final cause of the structure of the hand and of the valves in the veins is just as valid now, in individuals produced through natural generation, as it would have been in the case of the first man, supernaturally created. Why not, then, just as good even on the supposition of the descent of men from Chimpanzees and Gorillas, since those animals possess these same contrivances?».

[106] Cfr. ibíd, 415.

[107] Ibíd, 415-416.

[108] Cfr. ibíd, 416.

[109] Cfr. ibíd.

[110] Cfr. ibíd, 416-417.

[111] Cfr. ibíd, 417.

[112] Cfr. ibíd: «Some of our race are useless, or worse, as regards the improvement of mankind; yet the race may be designed to improve, and may be actually improving».

[113] Ibíd: «The whole animate life of a country depends absolutely upon the vegetation; the vegetation upon the rain. The moisture is furnished by the ocean, is raised by the sun's heat from the ocean's surface, and is wafted inland by the winds. But what multitudes of rain-drops fall back into the ocean, are as much without a final cause as the incipient varieties which come to nothing! Does it, therefore, follow that the rains which are bestowed upon the soil with such rule and average regularity were not designed to support vegetable and animal life?».

[114] Cfr. ibíd: «Thus far the cause of variation, or the reason why the offspring is sometimes unlike the parents, is just as mysterious as the reason why it is generally like the parents. It is now as inexplicable as any other origination; and if ever explained, the explanation will only carry up the sequence of secondary causes one step farther, and bring us in face of a somewhat different problem, which will have the same element of mystery that the problem of variation has now». Y en su artículo del AJSA Gray le dice a Treadwell: «Wherefore, when, at the close, you quote Laplace, that “the discoveries of science throw final causes farther back”, the most you can mean is, that they constrain us to look farther back for the impulse. They do not at all throw the argument for design farther back, in the sense of furnishing evidence or presumption that only the primary impulse was designed, and that all the rest followed from chance or necessity» (íd, “Design versus Necessity”, 232).

[115] Cfr. íd, “Darwin and his reviewers”, 418.

[116] Ibíd, 424-425.

[117] Cfr. Darwin a Gray, 10 de septiembre de 1860. DCD, entry 2910. Y a Jeffries Wyman, profesor de anatomía en Harvard y amigo de Gray, Darwin le escribirá el 3 de octubre: «No one other person understands me so thoroughly as Asa Gray. If ever I doubt what I mean myself, I think I shall ask him! His generosity in getting my views a fair hearing, & not caring himself for unpopularity has been most unselfish,—I would say noble» (DCD, entry 2936). Cfr. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 149.

[118] Cfr. Darwin a Gray, 19 de octubre de 1860. DCD, entry 2955. Sobre la publicación y efecto del panfleto, cfr. DCD, entries 2961, 2969, 3017, 3028, 3050, 3064, 3073, 3087, 3115.

[119] Janet Browne, Charles Darwin: The Power of Place, 155.

[120] Harvey a Gray, 3 de noviembre de 1860. A. Hunter Dupree, Asa Gray, 299.

[121] Kingsley a Frederic D. Maurice. Ibíd, 300.

[122] Cfr. Charles Lyell, The Geological Evidences of the Antiquity of Man with Remarks on Theories of the Origin of Species by Variation, John Murray, London 1863, 502-506.

[123] Cfr. Hooker a Gray, 25 de diciembre de 1860: «The whole subject had gone as much out of my head & heart as was possible under any circumstances, & I positively looked at the ‘Origin’ with aversion on my return» (A. Hunter Dupree, Asa Gray, 302).

[124] Ibíd, 301.

[125] Cfr. Darwin a Gray, 26 de septiembre de 1860: «As for your metaphors & similes, they make me envious: I sh[oul]d like to steal a few: yet you never are tempted to use them prodigally. The two last essays are far the best Theistic essays I ever read. But I must return to the metaphors I like specially that of the woman & the cloth; and that of the rain-drops on the ocean» (DCD, entry 2930).

[126] Ibíd: «I believe my chief difference with you, is that I (unfortunately) think more of the rain-drops on the ocean than on those on the land. All your arguments about Design seem to me excellent; but I must hereafter read all again. I have a feeling that the existence of the multitude of Stars & the motion of the planetary system &c are equally good with living beings to prove a First Cause; & yet if there were no living things, there could hardly be design. But I well know that I am muddled-headed on this subject».

[127] Cfr. DCD, entry 2814.

[128] Darwin a Gray, 26 de noviembre de 1860: «Yesterday I read over with care the third Article; & it seems to me, as before, admirable. But I grieve to say that I cannot honestly go as far as you do about Design. I am conscious that I am in an utterly hopeless muddle. I cannot think that the world, as we see it, is the result of chance; & yet I cannot look at each separate thing as the result of Design» (DCD, entry 2998).

[129] Ibíd: «You lead me to infer (p. 414) that you believe “that variation has been led along certain beneficial lines”. I cannot believe this; & I think you would have to believe, that the tail of the Fan-tail was led to vary in the number & direction of its feathers in order to gratify the caprice of a few men. Yet if the fan-tail had been a wild bird & had used its abnormal tail for some special end, as to sail before the wind, unlike other birds, everyone would have said what beautiful & designed adaptation. Again I say I am, & shall ever remain, in a hopeless muddle».

[130] Que no se debe confundir con el nombre de la casa: Down House.

[131] En español se le conoce como paloma bravía, y en inglés como rock pigeon porque cría en paredes rocosas.

[132] Cfr. Charles Darwin, On the Origin of Species, 23: «Great as the differences are between the breeds of pigeons, I am fully convinced that the common opinion of naturalists is correct, namely, that all have descended from the rock-pigeon (Columba livia), including under this term several geographical races or sub-species, which differ from each other in the most trifling respects».

[133] Cfr. Michael Ruse, Charles Darwin, Blackwell, Malden 2008, 21-24.

[134] Esta es una variedad ornamental de la Columba livia, que también se le conoce como pavona (por su semejanza con el pavo) o, en inglés, fantail pigeon.

[135] Cfr. Darwin a Herschel, 23 de mayo de 1861: «The point which you raise on intelligent Design has perplexed me beyond measure; & has been ably discussed by Prof. Asa Gray, with whom I have had much correspondence on the subject.—I am in a complete jumble on the point. One cannot look at this Universe with all living productions & man without believing that all has been intelligently designed; yet when I look to each individual organism, I can see no evidence of this» (DCD, entry 3154). Herschel fue una de las personas a las que Darwin envió una copia del panfleto de Gray.

[136] Ibíd: «I am not prepared to admit that God designed the feathers in the tail of the rock-pigeon to vary in a highly peculiar manner in order that man might select such variations & make a Fan-tail; & if this be not admitted (I know it would be admitted by many persons), then I cannot see design in the variations of structure in animals in a state of nature,—those variations which were useful to the animal being preserved & those useless or injurious being destroyed».

[137] Darwin a Julia Wedgwood, 11 de julio de 1861. DCD, entry 3206. (Frances) Julia “Snow” Wedgwood (1833–1913) era hija de Hensleigh. La guturosa o buchona es una variedad de la Columba livia que se caracteriza por dilatar el buche. El nombre en inglés es pouter.

[138] Darwin a Gray, 4 de agosto de 1863. DCD, entry 4262.

[139] Gray a Darwin, 1 de septiembre de 1863: «I will consider about fantastic variation of pigeons. I see afar trouble enough ahead quoad design in nature but have managed to keep off the chilliness by giving the knotty questions a rather wide birth. If I rather avoid, I cannot ignore the difficulties-ahead. But if I adopt your view bodily, can you promise me any less difficulties?» (DCD, entry 4288).

[140] DCD, entries 2713, 2814, 2855, 2930, 2998, 3176, 3216, 3256, 3283, 3342, 3595, 3820. En estas cartas, al referirse a su desasosiego con relación al tema, Darwin emplea expresiones como: “uncomfortable puzzle”, “this is always painful to me”, “your muddled friend”, “muddled-headed on this subject”, “I am in an utterly hopeless muddle”, “I am in the same sort of muddle”, “I do not feel sure of my ground”, “I am in thick mud”, “fetid abominable mud”.

[141] Cfr. Darwin a Gray, 11 de diciembre de 1861: «If I was to say that I believed this, I should believe it in same incredible manner as the orthodox believe the Trinity in Unity.— You say that you are in a haze; I am in thick mud;—the orthodox would say in fetid abominable mud» (DCD, entry 3342).

[142] Cfr. Asa Gray, “Review of Darwin's theory”, 183: «If by the successive origination of species and organs through natural agencies, the author means a series of events which succeed each other irrespective of a continued directing intelligence,—events which mind does not order and shape to destined ends,—then he has not established that doctrine, nor advanced towards its establishment, but has accumulated improbabilities beyond all belief».

[143] Darwin a Lyell, 1 de agosto de 1861. DCD, entry 3223.

[144] Recordemos que es acá donde hace referencia al método “Laputiano” de componer libros.

[145] Cfr. John Herschel, Physical Geography, 12: «Equally in either case an intelligence, guided by a purpose, must be continually in action to bias the directions of the steps of change-to regulate their amount, to limit their divergence, and to continue them in a definite course. We do not believe that Mr. Darwin means to deny the necessity of such intelligent direction. But it does not, so far as we can see, enter into the formula of this law, and without it we are unable to conceive how far the law can have led to the results. On the other hand, we do not mean to deny that such intelligence may act according to a law (that is to say, on a preconceived and definite plan). Such law, stated in words, would be no other than the actual observed law of organic succession; a one more general, taking that form when applied to our own planet, and including all the links of the chain which have disappeared. But the law is a necessary supplement to the other, and ought, in all logical propriety, to form a part of its enunciation».

[146] DCD, 3223.

[147] Ibíd.

[148] Cfr. In Metaph., VI, 3, 20.

[149] DCD, 3223.

[150] El punto de vista de Herschel y Lyell es, en líneas generales, muy similar al de Gray. Cfr. James G. Lennox, “The Darwin/Gray Correspondence 1857–1869: An Intelligent Discussion about Chance and Design”, Perspectives on Science 18 (2010), 458. Nos parece que también pensaban así Newman, Whewell y Kingsley –entre otros.

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"Causalidad y azar en el origen de la teoría de la evolución a partir de la correspondencia entre Charles Darwin y Asa Gray"
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