Capítulo II. Las causas en la teoría de la evolución: Darwin y Herschel
I felt a high reverence for Sir J. Herschel, and was delighted to dine with him at his charming house at the C. of Good Hope and afterwards at his London house. I saw him, also, on a few other occasions. He never talked much, but every word which he uttered was worth listening to.
Charles Darwin, Autobiografía[1]
1. La transformación de la ciencia y de la noción de causa
La biología aristotélica no fue la única forma de entender a los seres vivos en la antigüedad, pero su peculiaridad consiste en que fue un programa de investigación que tenía unas sólidas bases tanto metafísicas como epistemológicas, en el que las causas tenían un papel muy importante. Aristóteles no solo formuló este programa de investigación sino que puso gran esfuerzo en llevarlo a cabo. A una distancia de 2300 años se pueden encontrar muchos errores desde el punto de vista científico, pero también muchos aciertos.
Las investigaciones zoológicas de Aristóteles fueron continuadas en botánica por su discípulo Teofrasto (c. 371- 287 a.C.), quien lo acompañó en el Liceo de Atenas hasta la muerte de Alejandro Magno. Fruto de su trabajo son dos obras conocidas como Historia plantarum y De causis plantarum, que están realizadas usando como modelo Historia animalium y De generatione animalium.
Dice Lennox que después de Teofrasto ocurrió el “misterio” de la desaparición de la biología aristotélica[2]. El misterio consiste en que en la época en que muere Aristóteles hubo grandes desarrollos en astronomía, medicina, óptica, aritmética, geometría y mecánica, y habría de esperarse un florecimiento de la biología, pero no fue así. De manera que el siguiente tratado biológico basado en un estudio teórico de plantas y animales fue el De Animalibus de Alberto Magno (c. 1200-1280)[3].
Esta obra de San Alberto es uno de los mejores ejemplos del modo de aplicar la metodología biológica de Aristóteles de hechos y explicaciones causales. Los primeros 19 libros de los 26 del De Animalibus, son un comentario de las principales obras biológicas del Estagirita: Historia animalium, De partibus animalium y De generatione animalium. Los siete libros restantes contienen discusiones originales de varios temas biológicos y descripciones de animales concretos[4]. En el De mineralibus Alberto dice que «el espíritu de la ciencia natural no consiste en la simple aceptación de las afirmaciones de otro, sino en investigar las causas que operan en la naturaleza»[5].
Su doctrina era “sistemáticamente y voluntariamente” aristotélica[6], como se ve en su interés por las causas, aunque no dejaba de hacer correcciones a Aristóteles cuando encontraba errores sobre los datos o cuestiones en conflicto con las enseñanzas de la fe. Sobre los errores del Estagirita, en su Physica dice: «Aquellos que creen que Aristóteles fue un dios deben también creer que no se equivocó jamás; pero si uno cree que Aristóteles era un hombre, sin duda debe pensar que fue capaz de cometer errores, como todos nosotros»[7].
Al igual que Teofrasto, Alberto aceptó la idea de que las especies existentes eran mudables algunas veces, y la ilustró con la domesticación de plantas silvestres y la conversión de plantas cultivadas en silvestres. Describió cinco formas de transformar una planta en otra. Algunas de ellas no implican un cambio de especies, mientras que otras sí, como cuando el centeno aumenta de tamaño durante tres años y se convierte en trigo, o como ocurría cuando álamos y chopos brotaban en el lugar de un roble caído o una haya cortada, o cuando el muérdago surgía sobre un árbol enfermo[8]. Como es evidente, estos cambios de variedades o de especies no estaban asociados al concepto de un universo en evolución, que no tiene cabida en el pensamiento medieval.
En la época de San Alberto encontramos dos modelos de ciencia: uno tradicional (aristotélico) fundado sobre los principios del ser, y otro que podemos llamar pitagórico, en el que las matemáticas son la puerta y la llave de las ciencias[9]. Entre los defensores de este último modelo encontramos a los ingleses Robert Grosseteste (1175-1253) y Roger Bacon (c. 1214/1220-1294). Bacon, por ejemplo, toma como modelo la óptica y dice que el conocimiento científico se caracteriza por ser un entendimiento matemático de la naturaleza, poniendo las bases para la ciencia experimental moderna[10].
El modelo de ciencia aristotélico sufrirá su crítica más dura debido a los errores en su cosmología, sobre todo a partir de la publicación del De revolutionibus orbium cœlestium de Nicolás Copérnico en 1543. También se harán evidentes otros problemas de su filosofía natural, como por ejemplo algunas inconsistencias en sus explicaciones del movimiento de los cuerpos[11].
Empezó a surgir el método científico “moderno” o “experimental”, en el que tienen especial importancia la inducción y los experimentos, y en el que las matemáticas juegan un papel muy importante en la explicación de los fenómenos físicos. Este nuevo modo de hacer ciencia parecía emanciparse definitivamente de la metafísica y conseguía un conocimiento “cierto” del funcionamiento de la realidad. En el rechazo de Aristóteles tuvo un papel importante Francis Bacon (1561-1626), quien en su Novum Organum Scientiarum –en directa oposición al Organon aristotélico– rechaza el silogismo y define un proceso alternativo que más adelante será conocido como inducción[12].
La naciente ciencia también tendrá un influjo en el modo de entender los procesos vitales. René Descartes (1596-1650) usará un enfoque cuantitativo y mecánico para explicar los seres vivos como máquinas. El padre de la filosofía moderna también es uno de los padres del mecanicismo y –debido a su dualismo– también contribuyó al posterior desarrollo del vitalismo[13]. En sus Principia philosophiae llevó a sus últimas consecuencias la teoría de que las estructuras matemáticas son el único aspecto objetivo de la naturaleza, reduciendo la materia a extensión, con la consiguiente desaparición de las causas eficiente y final[14].
La ciencia aristotélica fue rechazada progresivamente a medida que surgía la ciencia moderna, y con esto no solo fue cambiando la relación entre ciencia y causas, sino incluso la noción misma de causa. No es éste el lugar para hacer un análisis detallado de cómo se fue transformando la noción de causa desde Aristóteles hasta Darwin, pero pensamos que vale la pena hacer una breve referencia a Galileo Galilei (1564-1642), quien es uno de los personajes más importantes en esta transformación.
A partir de Galileo la ciencia moderna es ante todo una ciencia experimental. Se suele decir que a Galileo no le interesa llegar a la esencia de las cosas sino sólo la descripción de los fenómenos, sin preguntarse en absoluto acerca del porqué ni de las causas. Pasajes como el siguiente parecen confirmar está interpretación:
No me parece la ocasión para entrar a investigar la causa de la aceleración del movimiento natural, en torno a la cual los filósofos han emitido diversas opiniones (…). A nuestro autor le basta con que comprendamos que él quiere investigar y demostrar algunas propiedades del movimiento acelerado (cualquiera que sea la causa de su aceleración) (…) y si nos encontramos con que las propiedades que serán demostradas luego se verifican en el movimiento de los graves [i.e. objetos pesados] que descienden naturalmente, [podremos concluir que tal movimiento es un caso particular de movimiento acelerado][15].
Algunos, sin embargo, sostienen que Galileo no solo se preocupaba por las causas y las buscaba, sino que en muchos momentos pretende haberlas hallado. Lo que sucede es que ha cambiado la noción de causa. En la ciencia de Galileo la causalidad se presenta como una relación necesaria –en esto se parece a Aristóteles–, pero va más allá: identifica causalidad con necesidad. La causa es la “condición necesaria y suficiente” de un fenómeno[16].
Galileo contribuye a la “matematización” de la naturaleza, que influye en la nueva concepción de causalidad. La causa física tiene una dimensión matemática, de manera que en adelante no se hablará tanto de causas como de leyes: la causalidad moderna es nomológica, y se enmarca en una explicación última del mundo de tipo mecanicista [17].
Aunque Galileo rechazaba la fuerza como causa física, ésta será introducida por su contemporáneo Johannes Kepler (1571-1630), y años más tarde por Isaac Newton (1642-1727) en sus Principia mathematica philosophiae naturalis[18]. Allí Newton emplea el término vera causa[19] –que como veremos será muy importante en la formulación de la teoría de Darwin– y con su célebre hypotheses non fingo renuncia a buscar la causa de la atracción gravitatoria[20].
El descubrimiento de la fuerza de la gravedad causó mucha impresión, ya que se trataba de una ley general de la naturaleza que explicaba tanto el movimiento de los cuerpos celestes como de los terrestres: desde la caída de una piedra hasta las mareas. Esto influyó en la difusión de una concepción mecánica del universo, el cual no estaría regido por cualidades ocultas sino por leyes determinadas que podían ser expresadas mediante fórmulas matemáticas[21].
Se fue abriendo paso el mecanicismo racionalista que reduce la acción causal a una simple acción mecánica. Descartes había intentado explicar los cambios experimentados por los organismos tan solo con la inercia y la impenetrabilidad de los cuerpos. Por su parte Newton mostró que la gravedad no era reducible a la impenetrabilidad, aunque ignoraba cuál era su causa; y en su Opticks, hablando de procesos biológicos como «la causa de la fermentación, por la que el corazón y la sangre de los animales se conserva siempre en movimiento y con calor»[22], decía que a partir de los fenómenos se pueden derivar dos o tres principios del movimiento, «aunque las causas de esos principios aún no se hubiesen descubierto»[23].
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El extraordinario desarrollo de la ciencia experimental afectó, sobre todo, a las ciencias físico-químicas. Este progreso fue influyendo cada vez más en las ciencias biológicas, en las que se fue pasando del enfoque metafísico de Aristóteles a otro de tipo empírico. La filosofía “clásica” de la naturaleza –y con ella la noción aristotélica de causalidad– fue desplazada poco a poco por el mecanicismo, que surgió como una doctrina de la filosofía natural que tuvo importantes repercusiones en los planteamientos de la nueva ciencia[24]. Se trataba de una perspectiva en la que se sustituía la visión cualitativa de la naturaleza por la cuantitativa, y se atribuía una función central a las causas eficientes (mecánicas), dejando de lado las demás.
2. John Herschel y las veræ causæ
Para comprender cuál era la concepción que tenía Charles Darwin tanto de la ciencia como de la causalidad, es importante ver cómo se fue formando su pensamiento y qué influencias recibió. Lo primero que se puede observar es que, después de estudiar dos años de medicina en Edimburgo, Darwin empezó a estudiar en Cambridge en 1828. Allí había estudiado Newton 150 años atrás y, para un hombre de ciencia de la época Victoriana, el mejor ejemplo de ciencia era la mecánica gravitatoria newtoniana[25]. Sin embargo, como veremos, la influencia de Newton en Darwin será mediada en buena medida por el astrónomo John Herschel (1792-1871). Al respecto dice Darwin dice en su Autobiografía, escrita al final de su vida:
Durante mi último año en Cambridge, leí con atención y profundo interés Personal Narrative de Humboldt. Este trabajo, junto con Introduction to the Study of Natural Philosophy de Sir J. Herschel, despertaron en mí un ardiente celo por añadir aun la más humilde contribución a la noble estructura de la ciencia natural. Ni uno ni una docena de otros libros me influenciaron tanto como estos dos[26].
Alexander von Humboldt (1769-1859) fue un científico alemán conocido por su trabajo científico eminentemente empírico. En las 3754 páginas de su Personal Narrative of Travels to the Equatorial Regions of the New Continent se recogen los detalles de una expedición que realizó a Sudamérica y Tenerife entre los años 1799 y 1804. Fue en Cambridge donde John Stevens Henslow (1796-1861), profesor de botánica, animó a Darwin a leer el diario de Humboldt y luego le ayudó a aventurarse en su propio viaje a Sudamérica a bordo del His Majesty’s Ship Beagle (1831-1836). Personal Narrative fue uno de los libros que Darwin llevó en su viaje, y después le sirvió como modelo para su propio diario, publicado junto con otro material científico bajo el nombre de Journal of Researches (1839)[27].
Sin embargo Darwin no era un simple viajero y coleccionista, amante de la naturaleza, como a veces se le presenta, sino también un pensador que se interesaba por la especulación sobre la naturaleza. Darwin se consideraba a sí mismo un “naturalista filosófico” (philosophical naturalist) –como escribe en su Journal of Researches– en el sentido de un estudioso de la historia natural (geología, botánica y zoología) desde un punto de vista científico, es decir, preocupado en descubrir las teorías causales de los fenómenos, y no simplemente observarlos, recolectarlos, describirlos y clasificarlos[28]. En este sentido la influencia de Herschel fue mucho más importante que la de Humboldt.
Sir John Frederick William Herschel era hijo de William Herschel, quien llegó a ser el astrónomo más famoso de su época. Siguiendo los pasos de su padre, cuando en 1830 John Herschel publica su Preliminary Discourse on the Study of Natural Philosophy, ya era el científico más prestigioso de Inglaterra. Era un momento en el que el uso de la matemática no estaba tan extendido en las ciencias físicas, y éstas querían obtener el mismo reconocimiento de la astronomía. Podemos decir que en la Inglaterra de los años 1830s el paradigma de ciencia era la astronomía y, de manera particular, la astronomía newtoniana[29].
En la portada del Preliminary Discourse aparece un retrato de Francis Bacon, pero lo que allí se encuentra está lejos de ser “baconiano”. Herschel afirmó el papel de la inducción en la ciencia pero junto con otros como William Whewell[30] (1794-1866) y John Stuart Mill (1806-1873) se dio cuenta de sus limitaciones[31]. Al igual que lo hará Whewell, Herschel afirmaba que la investigación científica requería alternar el método inductivo con el deductivo[32].
Whewell era maestro en el Trinity College y buen amigo de Herschel. En su obra Philosophy of the Inductive Sciences (1840) habla de lo que denominó “consilience of inductions”, que se da cuando una inducción obtenida de una serie de hechos, concuerda con otra inducción obtenida de otra serie de hechos de distinto tipo[33]. Este principio coincide con el pensamiento de Herschel para quien, cuando la evidencia que soporta una hipótesis surge de varias fuentes independientes, produce en la mente una fuerte impresión de verdad[34].
Por su parte Mill en System of Logic (1842) sostiene que no se pueden confundir las inducciones con las hipótesis, y que una hipótesis, aunque sea muy buena como hipótesis, no constituye conocimiento inductivo[35]. Mill sostiene que el conocimiento científico se desarrolla mediante “inducciones espontáneas”: a medida que investigamos el mundo encontramos que algunos patrones se mantienen mientras que otros resultan falsos. Los primeros los aceptamos y pensamos en ellos como leyes[36].
Esta diferencia refleja bien otras diferencias más profundas entre los tres. Mientras Herschel estaba influenciado por el empirismo, Whewell era clérigo anglicano y kantiano, y Mill era empirista y positivista[37]. Entre ellos encontramos en común que la ciencia debe estar construida sobre una gran base de evidencia[38], pero también una gran diferencia: para Herschel y Whewell la ciencia debe descubrir de las causas de los fenómenos, algo que Mill –descendiente filosófico directo de Hume– no podía aceptar[39].
En su Preliminary Discourse Herschel retoma y desarrolla el concepto de vera causa empleado por Newton[40], quien en la primera de sus Regulæ philosophandi dice:
No debemos admitir más causas de las cosas naturales que aquellas que son verdaderas y suficientes para explicar los fenómenos[41].
Newton no especifica aquí qué quiere decir con “causa verdadera”. Pero inmediatamente sigue diciendo:
Ciertamente dicen los filósofos: la Naturaleza no hace nada en vano, y algo es más en vano en la medida en que sirve menos. Pues la Naturaleza es simple y no se goza en las causas superfluas[42].
De aquí podemos deducir que para Newton una causa verdadera es lo opuesto a una causa superflua. Es como una “navaja de Ockham” que sugiere que solo debemos aceptar las causas que sabemos que son efectivas en la producción de un fenómeno, es decir, aquellas de las que tenemos verdadera experiencia.
Herschel propuso una versión más refinada de las veræ causæ en su Preliminary Discourse. Hablando de las causas próximas de los fenómenos dice:
A dichas causas Newton les aplicó el término veræ causæ; es decir, causas que se puede reconocer que tienen una existencia real en la naturaleza, y que no son simples hipótesis o invenciones [figments] de la mente[43].
Herschel opone las causas verdaderas a las “simples” hipótesis entendidas en el sentido del hypotheses non fingo de Newton, es decir, una teoría que busque explicar un fenómeno simplemente salvando las apariencias. Por esto se deben buscar causas que tengan una existencia real en la naturaleza. En una recensión de la obra de Whewell dice Herschel:
Nuestros datos pueden ser homogéneos y variados (…), pueden tener una disposición evidente a estar unidos y encajar bien juntos, sin embargo, ser incoherentes por falta de un vínculo que los una. Por ello tenemos que buscar, y la búsqueda consiste en la elaboración de hipótesis y ponerlas a prueba por sus legítimos resultados. Kepler construyó al menos diecinueve [hipótesis] para representar el movimiento aparente de Marte antes de que le viniera a la mente una órbita elíptica alrededor del sol, que resultó ser la verdadera y la más simple de todas[44].
De la misma manera como hizo Kepler, de un mismo fenómeno se pueden elaborar múltiples hipótesis para explicarlo. Por tanto es labor del hombre de ciencia buscar la explicación verdadera. Herschel sugiere que el mejor modo para saber si nos encontramos ante una vera causa es cuando llegamos a ella a través de diversas evidencias independientes, es decir, si hay una convergencia en las conclusiones (la “consilience of inductions” de Whewell). Si la existencia de una causa puede ser evidenciada por hechos diversos a los que se busca explicar, esta causa deja de ser hipotética y puede empezar a ser considerada como real, conocida y verdadera; y en esa misma medida la teoría deja de ser una hipótesis inventada –feigned– para convertirse en una teoría inductiva[45].
Una característica que debe tener una causa verdadera es su carácter predictivo. Esto es tan importante para Herschel que constituye como el leitmotif de su libro. Un signo de haber encontrado una vera causa es la capacidad de anticipar fenómenos de los que aún no se tiene experiencia, algo que compartía Whewell pero no Mill[46].
Herschel y Whewell no coincidían exactamente en su visión de la ciencia: el primero estaba más inclinado al empirismo y el segundo más influenciado por Kant. Sin embargo estaban bastante de acuerdo respecto a la metodología que un científico debe adoptar para desarrollar una teoría y el modo como debería probarla[47]. Para los dos, por ejemplo, los datos son inútiles sin una teoría que permita interpretarlos. Esta coincidencia puede deberse en parte a que ambos se formaron en Cambridge y veían la mecánica newtoniana –en particular la astronomía– como el modelo de las ciencias[48].
Para Herschel la investigación científica es un proceso que tiene dos pasos: por una parte (1) la explicación del fenómeno, que se consigue mostrando las causas próximas que intervienen en él; y (2) la generalización de estos procesos causales para formar las leyes de la naturaleza[49].
El primer paso implica la descomposición de un fenómeno en sus causas inmediatas, proceso que Herschel llama análisis y que compara con la separación de sustancias que desarrolla un químico[50]. El segundo paso consiste en que, cuando no se pueden determinar todas las veræ causæ que participan en la producción de un fenómeno, éste se debe agrupar con otros análogos para formar una ley «con la esperanza de que su estudio, en un estado más avanzado del conocimiento, pueda llevar al descubrimiento de una causa próxima adecuada»[51].
Herschel distingue entre leyes fundamentales (como la gravitación y las del movimiento) y leyes empíricas (como las de Kepler)[52]. Aunque las últimas tienen un papel muy importante en la ciencia, el principal objetivo de un científico es descubrir las primeras. Un punto en el que Herschel hace mucho énfasis es en la necesidad que tienen los científicos de hacer referencia a las causas en las leyes fundamentales. En concreto se deben ir quitando las causas particulares –ad hoc– y descubrir las causas verdaderas que explican no solo un tipo de fenómeno particular sino un grupo de fenómenos[53].
***
Como vemos, en el siglo XIX en Inglaterra los conceptos de ciencia y causa dependen mucho de la mecánica de Isaac Newton y, a partir de 1830, de la obra del gran astrónomo John Herschel. Ahora intentaremos mostrar de qué manera influyó esto tanto en el origen y desarrollo de la teoría de la evolución de Darwin como en la recepción de la misma por parte de la comunidad científica.
3. Formación del pensamiento de Darwin con respecto a las causas
Darwin viajó en el H.M.S. Beagle desde diciembre de 1831 hasta octubre de 1836. Antes de embarcarse ya había leído el Preliminary Discourse de Herschel y, como ya se dijo, llevó consigo la Personal Narrative de Humboldt. Además de este último libro, Darwin tuvo consigo durante el viaje el primer volumen de los Principles of Geology del geólogo Charles Lyell (1797-1875), regalo del Capitán Robert FitzRoy[54]. El libro de Lyell convenció a Darwin de que los registros geológicos actuales podían ser explicados por las fuerzas geológicas que observamos hoy día si se les daba suficiente tiempo, lo que influirá en la teoría de la evolución darwiniana[55]. De todas formas, aunque Darwin y Herschel aprobaban en general el uniformismo de Lyell, no estaban totalmente convencidos de que estas fuerzas hayan obrado siempre con la misma intensidad[56].
Al final del viaje por Sudamérica el Beagle pasó por Sudáfrica donde Darwin pudo conocer personalmente a Herschel el 15 de junio de 1836. Por sus cartas y los comentarios que hizo a su regreso a Inglaterra, este encuentro produjo una gran impresión en Darwin[57]. Herschel había llegado a Cape of Good Hope en enero de 1834 con el fin de catalogar las estrellas, nebulosas y otros cuerpos celestes visibles desde el hemisferio sur, completando así el trabajo hecho por su padre y él mismo en el hemisferio norte. Hasta su regreso a Inglaterra en 1838, además de la astronomía, se dedicó a hacer investigaciones geológicas y botánicas.
En su jardín tenía más de 200 especies de plantas, 130 de las cuales fueron pintadas por él y su esposa Margaret. Observando la exuberancia de la flora del Cabo y la similitud que existía entre diferentes especies, Herschel se preguntaba si unas especies surgían de otras. En una carta a Lyell escrita cuatro meses antes del encuentro con Darwin escribía:
Aquel que se embarque en una búsqueda así,
no puede conocer el miedo ni desfallecer.
Para las almas cobardes o de corazón desconfiado la búsqueda sería inútil.
Por supuesto que me refiero a ese misterio de los misterios que es el reemplazo
de especies extintas por otras (…). Por mi parte –solo puedo pensar que es una
concepción inadecuada del Creador, asumir que sus combinaciones están agotadas
por uno de los teatros de su actividad anterior– aunque en esto, como en todas
sus otras obras, estamos empujados por todas las analogías a suponer que Él
opera mediante una serie de causas intermedias y que, en consecuencia, el
origen de especies nuevas –si alguna vez llegara a nuestro conocimiento– podría
ser natural y no un proceso milagroso –aunque no tenemos indicios de que un
proceso así se esté desarrollando actualmente[58].
Herschel era aún más favorable que Lyell a que el origen de nuevas especies fuera un proceso natural[59]. Sin embargo, como ya había expresado en 1826, no veía que este proceso se observara en la actualidad[60]. Parte de la carta de Herschel a Lyell fue publicada en un apéndice del Ninth Bridgewater Treatise de Charles Babbage, que es un réplica a los ocho volúmenes que aparecieron bajo el título Bridgewater Treatises que intentaban mostrar la naturaleza como “bricolaje” divino[61]. No es claro qué pensaba Herschel de los Treatises, pero hay indicios de su profundo desacuerdo con obras que trataran de usar la ciencia para soportar la religión o en las que se interpretara literalmente la Biblia sobre cuestiones científicas[62].
Para apreciar la importancia del testimonio de Herschel es importante llamar la atención sobre el prestigio que tenía en ese momento. Dice un historiador de la ciencia que «como hijo del gran William Herschel, y como brillante astrónomo por derecho propio, no solo era el científico más famoso en Inglaterra: se le consideraba casi tanto como si fuera un dios»[63].
Cuando Darwin leyó la carta de Herschel publicada por Babbage, lo celebró escribiendo en uno de sus cuadernos:
Herschel llama a la aparición de nuevas especies el misterio de los misterios, y tiene un extraordinario pasaje al respecto! Hurrah –‘causas intermedias’[64].
Durante esos años Darwin leyó algunos libros de metafísica, como recordará en su Autobiografía, pero él mismo admite que no se le daban bien esos estudios[65]. De todas formas estaba interesado en el tema de la causalidad. «Una semana antes de su matrimonio, lo encontramos leyendo a Sir John Herschel, su autor favorito en relación con el método científico»[66], momento en el que escribe en uno de sus cuadernos:
Ene 21 1839. Discurso de Herschel p. 35. Acerca del origen de la idea de causalidad: la sucesión de la noche y el día no da la noción de causa[67].
Acá Darwin se separa de la visión de causalidad del empirismo extremo, ya que ve que hay más necesidad en la conexión entre causa y efecto que la simple sucesión[68]. Fueron Herschel y Whewell –y no Mill– quienes influenciaron a Darwin en su concepción de la metodología de la ciencia y en su interés por las causas[69].
Siguiendo a Herschel y Whewell, Darwin estaba convencido de que no era suficiente recolectar datos sin una teoría que permitiera explicarlos. En su Autobiografía dirá que su mente se había convertido en una especie de máquina para “moler” [grind] teorías generales a partir de grandes colecciones de hechos[70].
El principio de la selección natural fue el resultado de su búsqueda de las causas de la transformación de las especies. Inicialmente pensó en una teoría causal de la vida que permitiera explicar la tendencia de ésta a la complejidad y a la diversidad, pero luego se centró en el control de la población[71].
Su descubrimiento fue un proceso de dos pasos: (1) captó el principio de la selección natural a partir de la analogía con la selección artificial en animales domésticos; y (2) vio que la lucha por la supervivencia debía ser la fuerza impulsora detrás de la selección natural[72].
A mediados de 1838 Darwin ya tenía el concepto de selección natural –el primer paso– pero le faltaba encontrar la manera de aplicarlo. En una carta a Alfred Russel Wallace de 1859 él mismo recuerda cómo lo descubrió:
Llegué a la conclusión de que la Selección era el principio del cambio partir del estudio de las producciones domésticas, y luego leyendo a Malthus vi inmediatamente el modo de aplicar este principio[73].
Como es sabido, el libro de Thomas R. Malthus (1766-1834) que leyó Darwin en octubre de 1838 fue An Essay on the Principle of Population, en el que defendía la tesis de que era necesaria la lucha por la supervivencia como consecuencia de que la población tiende a crecer siguiendo una progresión geométrica mientras que los alimentos lo hacen siguiendo una progresión aritmética. La trascendencia de la contribución de Malthus a Darwin se explica por la importancia que tenía para él la filosofía de Herschel y Whewell. Gracias a la lucha por la supervivencia, Darwin pudo convertir la selección en una ley que tenía un componente cuantitativo, que era a los ojos de Herschel y Whewell el mejor tipo de leyes[74].
Aquí radica una distinción muy importante entre la teoría de Darwin y las anteriores explicaciones acerca del cambio de las especies. Mientras que teorías como la de Lamarck se basaban en propiedades dinámicas de la materia, Darwin se centró en los factores externos que controlaban el crecimiento de la población[75]. Este cambio de perspectiva le permitió desarrollar bien el concepto de la selección natural, pero dejando entre paréntesis las causas de las variaciones que permitían que se pudiera aplicar la selección. Como dice un prestigioso estudioso de la evolución, «¿de dónde vienen esas variaciones hereditarias? Este fue el gran hueco en la teoría de Darwin, y él nunca lo llenó»[76].
A finales de 1838 Darwin ya tenía el núcleo de su mecanismo evolutivo, y empezó a pensar en cómo convertirlo en la teoría que presentaría al mundo 20 años más tarde. Influido por Herschel, Darwin quería mostrar que la selección era la vera causa de la evolución, y es acá donde entra a tomar parte importante la analogía[77]. Para Herschel una de las maneras más convincentes de mostrar que algo es una vera causa es si podemos hacer una analogía con algo más que ya sepamos que lo sea. Herschel pone un ejemplo relacionado con la gravedad:
Por ejemplo, cuando vemos una piedra amarrada a una honda, que describe una órbita circular alrededor de la mano, manteniendo la cuerda tensa y salir volando si ésta se rompe, no dudamos en considerar que se mantiene en su órbita por la tensión de la cuerda, es decir, por una fuerza dirigida hacia el centro; porque sentimos que realmente ejercemos esa fuerza. Aquí tenemos la percepción directa de la causa. Por tanto, cuando vemos un cuerpo tan grande como la luna que gira alrededor de la tierra y no volando hacia afuera, no podemos evitar creer que es impedida de hacerlo, no por un lazo material, sino por lo [mismo] que actúa en el otro caso a través de la cuerda: una fuerza dirigida constantemente hacia el centro[78].
En el caso de la piedra con la cuerda, sabemos que se mantiene en órbita porque percibimos la fuerza que nosotros mismos causamos, y por tanto inferimos que debe haber una fuerza análoga entre la tierra y la luna. Darwin usará esta misma estrategia para probar que la selección natural era una vera causa. La selección artificial es una fuerza percibida y causada por nosotros, es decir, una causa verdadera en la producción las de variedades domésticas. Por tanto, análogamente, podemos ver la selección natural como una fuerza que la naturaleza ejerce –mediante la lucha por la supervivencia y las variaciones– en los seres vivos dando lugar a las diferentes especies[79]. La confianza que tenía Darwin en su teoría y en el uso de la analogía le llevará a escribir:
Whewell (…) dice que “si no podemos razonar a partir de las analogías entre los eventos existentes y los del pasado, no tenemos ningún fundamento para nuestra ciencia”. –Pero la experiencia ha demostrado que podemos, y que la analogía es una guía segura, y que mi teoría explica por qué es guía segura[80].
Esto se reflejará en la “estrategia” que usará para exponer su teoría y que, como veremos, se puede observar en los cuatro primeros capítulos de su principal obra, cuya primera edición fue publicada 2o años más tarde en 1859.
4. On the Origin of Species
La influencia de Herschel se puede ver desde el inicio de On the Origin, cuya introducción empieza de la siguiente manera:
Cuando iba como naturalista a bordo del H.M.S. Beagle, me sorprendieron mucho ciertos hechos en la distribución de los seres orgánicos que viven en Sudamérica, y las relaciones geológicas entre los habitantes actuales y los pasados de aquél continente. Estos hechos, como se verá en los últimos capítulos de este volumen, parecían arrojar alguna luz sobre el origen de las especies –este misterio de los misterios, como lo ha llamado uno de nuestros más grandes filósofos[81].
El objetivo de su libro es, pues, dar luz sobre el “misterio de los misterios” del que hablaba Herschel en 1836. Lo primero que Darwin pretendía era probar el hecho mismo de la evolución, es decir, que las especies cambian con el tiempo y proceden unas de otras. Lo segundo era mostrar que la explicación de la misma era la selección natural[82].
Podemos decir que la llamada “Teoría de la evolución de Darwin” expuesta en On the Origin of Species en realidad incluye cinco teorías[83]:
1. La evolución como tal: consiste simplemente en que las características de los linajes de los organismos cambian con el tiempo. La idea no es original de Darwin, pero fue él quien juntó la evidencia que pronto fue aceptada por la mayoría de los biólogos;
2. Antepasado común: es una visión radicalmente diferente de la evolución en comparación con el esquema que había propuesto Lamarck. Darwin fue el primero en sostener que las especies se diversificaban de ancestros comunes y que toda la vida podía ser vista como un gran árbol genealógico;
3. Gradualismo: es la proposición de Darwin de que las diferencias, aún entre organismos radicalmente diferentes, han evolucionado incrementalmente por pequeños pasos a través de formas intermedias. La hipótesis alternativa, llamada saltacionismo, consiste en que las grandes diferencias evolucionan a saltos sin pasos intermedios;
4. Cambio en la población: es la tesis de Darwin de que la evolución ocurre por cambios en las proporciones de individuos dentro de una población que tiene diferentes características heredadas;
5. Selección natural: fue la brillante hipótesis de Darwin, concebida de manera independiente por Wallace, de que los cambios en las proporciones de distintos tipos de individuos son causados por las diferencias en su habilidad para sobrevivir y reproducirse, y tales cambios resultan en la evolución de adaptaciones, características que parecen “diseñadas” y que hacen a los organismos más aptos al ambiente.
La explicación de Darwin se centraba en la selección natural: en los vivientes se dan pequeñas variaciones hereditarias, algunas de las cuales confieren a sus poseedores ventajas en la lucha por la supervivencia y en la reproducción. Los seres mejor adaptados tendrán más posibilidades de sobrevivir y dejarán más descendencia. A la larga, mediante un proceso gradual, las pequeñas ventajas se irán acumulando hasta producir nuevos tipos de vivientes, es decir, nuevas variedades y nuevas especies.
Darwin usa los cuatro primeros capítulos del libro para argumentar que la selección natural es la causa de la transformación de las especies, yendo de lo más a lo menos familiar[84]. Los títulos de estos capítulos son:
1. La variación en estado doméstico
2. La variación en la naturaleza
3. La lucha por la existencia
4. La selección natural
En el primer capítulo Darwin desarrolla el argumento del origen de las variedades de animales domésticos y, por extensión, de las plantas. Estas formas surgen gracias a la acción de la selección humana, que preserva los individuos que poseen mejores características que otros. Darwin utiliza varios ejemplos para mostrar que, con la asistencia de los criadores humanos, las especies animales son capaces de «una rápida mejora o modificación»[85]. Y dice:
El gran poder de este principio de la selección no es hipotético. Es cierto que varios de nuestros eminentes criadores, incluso en el marco de una sola vida, han modificado en gran medida algunas razas de ganado vacuno y ovino[86].
Decir que la selección –en este caso artificial– no es hipotética significa que Darwin la quiere hacer ver como una causa verdadera de los cambios en algunas razas de animales. Y al final del capítulo dice:
Sobre todas estas causas del cambio estoy
convencido de que la acción acumulativa de la selección, ya sea que se aplique
de forma metódica y con mayor rapidez, o inconscientemente y más lentamente
–pero de manera más eficiente– es de lejos la fuerza predominante[87].
Evidentemente cuando Darwin habla de la acción “inconsciente y lenta” de la selección se refiere a la selección natural. Acá se ve la influencia del uniformismo de Lyell, ya que Darwin asume que las causas que producen las diferentes variedades en los organismos domesticados son exactamente las mismas que las que producen las especies, solo que en estas últimas actúan de una manera “más perfecta e infinitamente más lenta”[88].
En el segundo capítulo quiere hacer ver que las variaciones que se dan en animales domésticos se dan también en estado natural. Estos cambios van dando lugar a las variedades, y éstas a las especies. Dice Darwin:
Veo las variedades más diferenciadas (…), como pasos que conducen a variedades más fuertemente definidas y más permanentes; y estas últimas, como llevando a sub-especies y especies. El paso de una etapa a otra puede ser, en algunos casos, debido simplemente a la acción prolongada de las diferentes condiciones físicas en dos regiones diferentes; pero yo no tengo mucha fe en este punto de vista; y atribuyo el paso de una variedad, desde un estado en que se diferencia muy poco de su padre a otro en el que difiere más, a la acción de la selección natural que acumula (como adelante se explicará con mayor detalle) las diferencias de estructura en ciertas direcciones definidas[89].
E inmediatamente concluye:
Por lo tanto creo que una variedad bien definida puede ser llamada justamente una especie incipiente; pero si esta creencia es justificable debe ser juzgada por el peso general de los varios hechos y puntos de vista dados a lo largo de este trabajo[90].
Darwin quiere mostrar que hay “continuidad” entre variedades y especies o, en términos metafísicos, que la diferencia no es ontológica sino de grado. Aquí ya menciona la selección natural como la responsable de la acumulación de pequeños cambios en los organismos, aunque de ella hablará más adelante.
En el tercer capítulo Darwin habla de la lucha por la supervivencia que, como ya se dijo, daba el impulso que permitía aplicar el principio de la selección en la naturaleza. Dice:
Debido a esta lucha por la vida, cualquier variación, por insignificante que sea y procediendo de la causa que sea, si es en alguna medida útil para un individuo de cualquier especie, (…) tiende a la preservación de ese individuo, y por lo general será heredada por sus descendientes. La descendencia, por lo tanto, también tendrá una mayor oportunidad de sobrevivir, ya que de los muchos individuos de cualquier especie que periódicamente nacen, solo un pequeño número puede sobrevivir. He llamado a este principio –por el que cada pequeña variación, si es útil, se conserva– con el término de selección natural, con el fin de mostrar su relación con el poder de selección del hombre[91].
El cuarto capítulo es el más importante de On the Origin of Species ya que se refiere al centro del mecanismo de la teoría de Darwin: la selección natural. Como se ha visto, en los tres primeros capítulos Darwin ha hecho referencia a ella, y al inicio del cuarto nos da la definición:
A esta preservación de las variaciones favorables, y el rechazo de las variaciones perjudiciales, yo la llamo selección natural[92].
Este sencillo concepto es para Darwin, como se verá en su correspondencia posterior, la vera causa del origen de las especies. Sin embargo en su libro no lo expresa así de claro.
Después de dar la definición de la selección natural, Darwin hace un paralelismo entre arte y naturaleza que ya se encontraba en sus manuscritos: la diferencia es que la selección que hace la naturaleza es más perfecta que la que pueden hacer los hombres, no solo porque involucra todas las características de los seres vivos[93], sino porque actúa permanentemente[94].
Un problema que tenía Darwin para mostrar que la selección natural era responsable de las nuevas especies era la dificultad para observarla en acción. Como vimos el mismo Herschel siempre estuvo abierto a que las especies surgieran mediante un proceso natural –i.e. no milagroso–, pero se resignaba a aceptar que no tenía «indicios de que un proceso así se esté desarrollando actualmente»[95].
Si no es posible observar la realización de un fenómeno, es muy difícil encontrar su causa. Sin embargo este problema no era exclusivo de la biología, ya que algo similar sucede en la geología. A pesar de esto, Charles Lyell recoge la siguiente definición al inicio de sus Principles of Geology:
La geología es la ciencia que investiga los sucesivos cambios que han tenido lugar en los reinos orgánicos e inorgánicos de la naturaleza, (…) indagando las causas de estos cambios[96].
Lyell pensaba, siguiendo a Herschel, que para desarrollar una hipótesis acerca del pasado es necesario buscar causas reales, observables, que puedan dar cuenta de las modificaciones sufridas en la superficie de la tierra. Y en el segundo volumen de su libro dice que observar el estado actual de la naturaleza puede dar luces acerca del pasado, no solo en relación con la geología sino también con los animales y las plantas[97].
En este volumen Lyell emplea “experimentos mentales” como un recurso para ilustrar la diversidad geográfica de las diferentes especies de plantas y animales[98]. Darwin tomará este método de Lyell para ejemplificar la acción de la selección natural.
En el cuarto capítulo de On the Origin of Species usará varias “ilustraciones imaginarias” para mostrar el potencial explicativo de su teoría. En estos experimentos mentales se toman diferentes condiciones imaginarias mostrando cómo actuaría la selección natural, buscando hacer ver de qué manera ésta puede explicar “un gran número de hechos”. El primero que menciona es el siguiente:
Tomemos el caso de un lobo que caza diferentes animales, atrapando a unos por astucia, a otros por fuerza y a otros por ligereza; y supongamos que la presa más ligera, un ciervo, por ejemplo, por algún cambio en el país, hubiese aumentado en número de individuos, o que otra presa hubiese disminuido durante la estación del año en que el lobo estuviese más duramente apurado por la comida. En estas circunstancias, los lobos más veloces y más ágiles tendrían las mayores probabilidades de sobrevivir y de ser así conservados o seleccionados (…). No alcanzo a ver que haya más motivo para dudar de que éste sería el resultado, que para dudar de que el hombre sea capaz de perfeccionar la ligereza de sus galgos por selección cuidadosa y metódica, o por aquella clase de selección inconsciente que resulta de que todo hombre procura conservar los mejores perros, sin idea alguna de modificar la casta[99].
El papel de estos experimentos es doble: (1) mostrar que la selección natural es capaz de producir nuevas variedades y especies, y (2) defender su teoría de posibles contraejemplos usados en su contra. La primera tarea la realiza en el cuarto capítulo bajo el título de “Ilustraciones de la acción de la selección natural” y la otra en los capítulos 6-9 donde Darwin hace referencia a algunas “Dificultades de la teoría”[100].
Sin embargo una cosa es mostrar que algo pueda ser responsable de un efecto, y otra es mostrar que realmente lo sea. Aún así Darwin pensaba que sus experimentos mentales eran convincentes y, como dice Lennox, «son su principal herramienta para persuadir a los lectores que las adaptaciones podrían haberse formado por selección natural. Todo lo demás es evidencia indirecta de que ha sido así»[101].
Para Darwin la fuerza de su explicación radica en que explica un gran número de hechos, argumento que empleará repetidamente en su correspondencia para defender su teoría. En On the Origin dice:
Quien al terminar este tratado encuentre que un gran número de hechos, de otro modo inexplicables, se pueden explicar por la teoría de la descendencia, no debe dudar en ir más lejos y admitir que una estructura incluso tan perfecta como el ojo de un águila podría estar formada por selección natural, aunque no conozca ninguno de los grados de transición. Su razón debe conquistar su imaginación[102].
Al final de la exposición de sus ilustraciones imaginarias defenderá el uso de las mismas aludiendo a Lyell en geología:
Soy muy consciente de que esta doctrina de la selección natural, ejemplificada en los anteriores casos imaginarios, está sujeta a las mismas objeciones que al principio sufrió Sir Charles Lyell (…); [porque en geología hay] causas insignificantes que son capaces de excavar gigantescos valles o formar largas líneas de acantilados[103].
Y continúa diciendo que la selección natural actúa de manera análoga a las causas geológicas:
La selección natural sólo puede actuar mediante la conservación y la acumulación de modificaciones heredadas infinitamente pequeñas, cada una útil al organismo preservado; y así como la geología moderna casi ha desterrado opiniones tales como que la excavación de un gran valle se deba a un único diluvio, de la misma manera la selección natural, si es un verdadero principio, desterrará la creencia de la creación continua de nuevos seres orgánicos, o de cualquier modificación grande y súbita en su estructura[104].
En este párrafo podemos observar claramente cómo influyó el uniformismo de Lyell en Darwin. Sin embargo los experimentos mentales no convencieron ni a Lyell ni a Herschel ni a Whewell, para quienes éstos no constituían evidencia suficiente de que la selección natural fuera realmente la causa del origen de las especies[105].
Una de las posibles causas de este rechazo inicial es la falta de claridad de Darwin al hablar de las causas de la evolución. Como se ve en la correspondencia, Darwin defendía que la selección natural era la vera causa de la transformación de las especies, pero nunca lo dice explícitamente en su obra. Tanto en la primera edición de On the Origin como en la última (1872) Darwin usa el término “vera causa” en tres oportunidades, pero en ningún caso refiriéndose a la selección natural sino refiriéndose a que las especies surgen unas de otras (community of descent) y no por actos milagrosos de creación. Por ejemplo, en el capítulo titulado “Distribución geográfica” dice:
Llegamos, pues, a la pregunta tan ampliamente tratada por los naturalistas, a saber, si las especies han sido creadas en uno o varios puntos de la superficie de la tierra. Sin duda hay muchos casos que presentan grandes dificultades para entender cómo la misma especie pudo haber emigrado de un punto a diversos puntos distantes y aislados donde ahora se encuentra. Sin embargo la simplicidad de la idea de que cada especie se produjo por primera vez en una sola región cautiva la mente. El que la rechaza, rechaza la vera causa de la generación ordinaria con la consiguiente migración, y pide a la intervención de un milagro[106].
Otros pasajes mencionan la existencia de causas naturales por medio de las cuales las especies se producen o se extinguen[107], que serían causas segundas «como las que determinan el nacimiento y la muerte de los individuos»[108].
En dos oportunidades se menciona la selección como causa, pero en ambos casos referida a la selección artificial. Por ejemplo en la conclusión dice:
El hombre en realidad no produce la variabilidad; sólo involuntariamente expone los seres orgánicos a nuevas condiciones de vida, y entonces actúa la naturaleza sobre la organización, y causa la variabilidad[109].
Para Darwin la selección natural funcionaría siempre y cuando hubiera abundantes variaciones en las especies. Por este motivo asume lo que denomina principio de divergencia que, junto con la selección natural, es la “piedra angular” de su libro[110]. Mientras que en el Essay de 1844 Darwin pensaba que las variaciones eran limitadas[111], en 1859 asume que son abundantes[112]. Sin embargo, en cuatro lugares de su obra Darwin reconoce su ignorancia de las causas de las mismas. El capítulo quinto, titulado “Leyes de la variación”, inicia así:
Hasta ahora algunas veces he hablado como si las variaciones –tan comunes y variadas en los seres orgánicos en estado doméstico, y en menor grado en aquellos en estado natural– fueran debidas al azar. Por supuesto que ésta es una expresión totalmente incorrecta, pero sirve para reconocer claramente nuestra ignorancia de la causa de cada variación particular[113].
Y concluye el capítulo de la siguiente manera:
Cualquiera que sea la causa de cada pequeña diferencia entre los descendientes y sus padres –y debe existir una causa para cada una–es la acumulación constante, mediante la selección natural, de tales diferencias –cuando son beneficiosas para el individuo– la que hace surgir las modificaciones más importantes de la estructura[114].
Con la selección natural Darwin pensaba haber solucionado el origen de las adaptaciones y de las especies, pero no el origen de la divergencia. Pensaba que debía haber causas de las variaciones, pero desconocía cuales podrían ser, de manera que asumía que sucedían al azar[115]. Esto no era problema para su teoría, ya que ésta funcionaría mientras las variaciones fueran abundantes –tal como asumía Darwin.
Podemos terminar preguntándonos: si para Darwin la selección natural era la vera causa del origen de las especies –como se verá claramente en su correspondencia–, ¿por qué nunca lo afirma explícitamente en su libro? La reacción que provocó entre los más importantes naturalistas de la época puede dar luces para una posible respuesta.
5. La recepción de la selección natural por parte de Herschel
En la época en que fue publicado On the Origin of Species estaba teniendo gran éxito una obra de Robert Chambers –que circulaba de manera anónima– titulada Vestiges of the Natural History of Creation (1844) que hasta diciembre de 186o había vendido 23.350 ejemplares[116]. Esta obra –que tuvo una gran influencia en Wallace– pretendía mostrar que un buen “newtoniano” debía aceptar la evolución biológica[117].
En parte gracias a lo anterior la obra de Darwin tuvo una buena aceptación entre el gran público. Sin embargo dice Hull:
Darwin esperaba que teólogos, personas con poca formación en investigación científica, e incluso científicos con fuertes convicciones religiosas, rechazaran violentamente su teoría de la evolución. Incluso había anticipado el escepticismo de los científicos más desapasionados. No había trabajado por cerca de veinte años para nada, recolectando hechos para soportar su teoría e intentar rebatir los [hechos] que aparentemente estaban en conflicto con ella. Pero no había anticipado la vehemencia con la que incluso los más respetables científicos y filósofos de su tiempo denunciarían que sus esfuerzos no eran propiamente “científicos”[118].
Muchos hombres de ciencia habían sido muy críticos con los Vestiges de Chambers por su carácter popular y sus deficiencias científicas, entre ellos encontramos a Whewell, Sedgwick, Owen y Huxley. Darwin lo sabía y era consciente del reto de convencer a sus colegas[119]. La sorpresa fue cuando varios de éstos criticaron la metodología científica de su teoría.
Darwin envió cerca de 100 ejemplares de cortesía a diversos tipos de personas. Uno llegó a manos de Adam Sedgwick, que había sido profesor suyo de geología en Cambridge. Según éste la teoría de Darwin no era inductiva, es decir, no partía de un conjunto de hechos particulares para llegar a una conclusión general. Para Sedgwick la teoría de la selección natural era una “hipótesis inventada” de la cual intentaba deducir hechos particulares[120].
El problema para Darwin fue que la posición de Sedgwick era compartida por los tres teóricos de la ciencia más conocidos de la época en Inglaterra: Herschel, Whewell y Mill. Para éstos, en pocas palabras, la teoría de la selección natural no era una teoría científica sino una simple hipótesis[121].
El hecho es que ninguno de los tres dijo prácticamente nada por escrito de On the Origin. Herschel y Mill incluyeron la teoría de Darwin en notas al pie en ediciones posteriores de sus obras, sin apoyarla, mientras que Whewell la criticó en el prefacio de la séptima edición de su Astronomy and General Physics[122]. Lyell por su parte apoyó la transmutación de especies solo en 1867, en la décima edición de sus Principles[123]. Analizaremos con más detalle la reacción de Herschel por su relación con el tema de la vera causa.
Darwin hace llegar una copia de su obra a Herschel en noviembre de 1859 junto con una nota en la que el expresa su admiración y agradecimiento por la influencia que tuvo en él su libro[124]. Darwin estaba convencido de que su teoría se adecuaba a los estándares científicos propuestos en el Preliminary Discourse, y estaba ansioso por saber qué pensaba su autor[125]. La reacción de Herschel la encontramos referida por el mismo Darwin un mes después en la posdata de una carta dirigida a Lyell:
He escuchado (…) que Herschel dice que mi libro “es la ley del desorden” [the law of the higgledy-piggledy]. No sé exactamente qué significa esto, pero evidentemente es muy despectivo. Si es verdad, es un golpe muy desalentador[126].
Como vimos, Herschel pensaba que las especies no eran fijas en el sentido que unas se extinguían y eran reemplazadas por otras. Aunque estaba abierto a la posibilidad de que este proceso se realizara por medio de causas naturales, pensaba que detrás debía haber una “inteligencia”.
En un libro titulado Physical Geography[127] publicado en 1861 escribía en una nota al pie algo que muestra qué quería decir con “the law of the higgledy-piggledy”:
Este [artículo] fue escrito antes de la publicación del trabajo de Darwin On the Origin of Species, una obra que –cualquiera que sea su mérito o ingenio– no podemos, sin embargo, considerar que refute la opinión expresada en este texto. No podemos aceptar que el principio de variación arbitraria y casual, y la selección natural, dé cuenta satisfactoriamente, per se, del mundo orgánico pasado y presente, más de lo que aceptaríamos el método Laputiano de componer libros (…) como suficiente [para escribir las obras] de Shakespeare y los Principia. En ambos casos una inteligencia, guiada por un propósito, debe estar continuamente en acción para predisponer las direcciones de los pasos de los cambios, regular su cantidad, limitar su divergencia, y dirigirlos por un curso definido[128].
Acá podemos observar muy bien lo que entendió Herschel de la teoría de Darwin, que resume como un “principio” que consiste en que la selección natural, actuando sobre variaciones “arbitrarias y casuales”, da cuenta per se de la variedad y perfecciones de los seres vivos. Pensar que esto pueda ser cierto sería como pretender que los Principia de Newton podrían ser compuestos con un método aleatorio.
Inmediatamente después Herschel dice cómo podría ser el modo como esa inteligencia ejercería su acción:
No creemos que el señor Darwin pretenda negar la necesidad de una dirección inteligente. Pero ésta no entra, por lo que podemos ver, en la fórmula de esta ley, y sin ella no podemos concebir en qué medida la ley puede haber llevado a los resultados [que supuestamente ha llevado]. Por otro lado, no pretendemos negar que la inteligencia pueda actuar de acuerdo a una ley (es decir, a un plan preconcebido y definido). (…) Pero la ley es un complemento necesario a la otra [i.e. a la inteligencia] (…). Concediendo esto –y con algún reparo en cuanto a la génesis del hombre– estamos muy lejos de pretender repudiar la opinión del señor Darwin sobre este misterioso tema[129].
El problema de fondo es que la teoría de Darwin, tal como la plantea en su libro, parece incompatible con la posibilidad de que exista un plan divino en el surgimiento de las especies. Herschel no desaprobaba la introducción de causas naturales en su teoría, sino el carácter aleatorio del conjunto. Como dice Hull, «desde el punto de vista de Herschel, Dios podía actuar mediante leyes secundarias, pero no mediante las leyes secundarias de Darwin»[130].
Herschel le envió a Darwin un ejemplar de su Physical Geography, y éste le respondió con una carta en la que, después de agradecérselo, expresa su perplejidad por la posición de Herschel en relación con lo que denomina “Diseño inteligente”, y le dice que es algo que ya ha discutido extensamente con el profesor Asa Gray. Como este tema, junto con el papel del azar en la teoría darwiniana, se verá más adelante, veamos la segunda parte de la carta de Darwin:
Usted pensará que soy muy engreído cuando digo que me siento muy confiado acerca del éxito final de mis puntos de vista, (con muchos errores –que hasta ahora no he visto– que sin duda serán eliminados); y siento esta confianza porque encuentro tantos buenos trabajadores (…) en diferentes áreas que aceptan parcial o totalmente mis puntos de vista, porque se dan cuenta que pueden agrupar y hacer comprensibles muchos hechos dispersos. Esto ha ocurrido con (…) [especialistas en] morfología, distribución geográfica, botánica sistemática, geología y paleontología. Perdóneme la jactancia, si puede; lo hago porque apreciaría su asentimiento parcial a mi opinión, más que el de casi cualquier otro ser humano[131].
En su carta Darwin deja ver un poco su impaciencia por no haber logrado convencer a un científico de la talla de Herschel. El hecho es que este último nunca cambió su punto de vista acerca de la teoría de Darwin y nunca volvieron a escribirse[132].
Pero, ¿tenía Herschel motivos razonables para pensar que la teoría de Darwin no era “científica”? Como se vio, para Herschel y Whewell la ciencia debe buscar descubrir las causas de los fenómenos, en concreto, las veræ causæ. Uno de los modos de saber si nos encontramos ante una causa verdadera –y no una “simple” hipótesis– es si hay “consiliencia” de inducciones, como decía Whewell. En su respuesta a Herschel, Darwin alega que su teoría permite a especialistas de diversas ciencias “agrupar y comprender muchos hechos dispersos”. Sin embargo, el hecho que algo pueda explicar un fenómeno no significa que realmente sea la causa. Una de las objeciones a la teoría de Darwin que Whewell expone en su prefacio de 1864 es que solo muestra la posibilidad de imaginar la transición de un órgano a otro, pero no que estas transiciones realmente hayan tenido lugar[133].
Para Herschel y Whewell los datos son inútiles sin una teoría que permita interpretarlos, idea que menciona Darwin a Gray en 1857 refiriéndose al mismo Herschel[134]. Pero para este último la hipótesis que se proponga debe poder ser puesta a prueba, como decía en 1841 hablando de las diecinueve hipótesis que hizo Kepler para representar el movimiento de Marte[135]. Si no podemos verificar una hipótesis nunca podremos afirmar que ésta sea la vera causa de un fenómeno, algo similar a lo que en el siglo XX dirá Popper sobre la “teoría de la selección natural”: se trata de una teoría “metafísica” (i.e. no científica) porque no es contrastable[136].
Cuando en su Preliminary Discourse Herschel expone la doctrina de las veræ causæ, da un ejemplo para mostrar la distinción entre una simple hipótesis y una causa realmente existente en la naturaleza:
El fenómeno de las conchas encontradas en las rocas, a una gran altura sobre el mar, se ha atribuido a varias causas por unos y otros: a un tipo de plasticidad del suelo, a la fermentación, a la influencia de los cuerpos celestes, al paso ocasional de peregrinos con sus vieiras, a aves que se alimentan de mariscos, y por todos los geólogos modernos, unánimemente, a la vida y la muerte de verdaderos moluscos en el fondo del mar, con la posterior alteración del nivel relativo de la tierra y el mar[137].
Después de enumerar las posibles causas, procede a analizarlas para ver si alguna puede ser la vera causa del fenómeno:
De éstas, la plasticidad y la influencia celeste pertenecen a la clase de ficciones de la imaginación. El transporte casual por los peregrinos es una causa real, y podría explicar algunas conchas aquí y allá dejadas en caminos frecuentemente transitados, pero no es lo suficientemente extensa como para dar una explicación adecuada. La fermentación es, en general, una causa real (…), pero no es una causa real de la producción de una concha en una roca, ya que nunca se ha visto tal cosa como uno de sus efectos, y rocas y las piedras no se fermentan. Por otro lado, que un marisco muera en el fondo del mar, dejando su concha en el barro (…), es algo que sucede a diario; y la elevación del fondo del mar para convertirse en tierra firme es algo que ha sido realmente atestiguado muchas veces, y en tal escala, como para calificarlo como una vera causa[138].
Descontando las dos primeras causas, que Herschel califica como “ficciones de la imaginación”, las demás son “causas reales”. Pero con este ejemplo geológico Herschel quiere mostrar que la existencia real de una posible causa es solo una condición débil para ser una vera causa, ya que es necesario que ésta: (1) sea adecuada para explicar el fenómeno en cuestión, y (2) se debe verificar que efectivamente lo produce[139].
Para Herschel el mismo hecho mismo de la variabilidad de las especies es algo difícil de observar[140], pero aunque éste se aceptara, no está demostrado que el “principio de la selección natural actuando sobre variaciones arbitrarias y casuales” sea la causa per se de la variedad y perfecciones de los seres vivos[141], ni tampoco es fácil de comprobar el carácter predictivo de la teoría que, como se vio, era tan importante para Herschel como signo de haber encontrado una vera causa.
Darwin usó los “experimentos mentales” para probar que su teoría tenía la capacidad de explicar la variedad del mundo orgánico, y pretendía que esto fuera suficiente dado que es un fenómeno difícil de experimentar de manera controlada. Pero para Herschel y Whewell –cuyo modelo era la mecánica newtoniana– ésta era la única manera en que quedarían satisfechos[142].
No significa que el trabajo de Darwin fuera inútil de acuerdo con el ideal de ciencia de Herschel. On the Origin of Species aportó muchas pruebas del hecho mismo de la evolución y también mostró, mediante la analogía con la selección artificial, que la selección natural –junto con la lucha por la supervivencia– era un factor que podía tener una gran influencia en este proceso. Sin embargo quitó toda importancia al origen de las variaciones, a pesar de reconocer repetidamente que ignoraba sus causas. Pensamos que esto debería haber sido suficiente para abstenerse de afirmar haber encontrado la vera causa –i.e. suficiente y comprobada– del origen de las especies.
Dice Ruse que «Darwin no tuvo completo éxito en conseguir el ideal teórico de Herschel-Whewell»[143]. Pero nos podemos preguntar, ¿se debe esto a, como alega Hull, que el estándar de ciencia propuesto por estos dos hombres no es realista?[144] ¿O hay algún problema en la formulación y sustentación de la teoría? Veamos qué argumentos utiliza Darwin en su correspondencia para defender que la selección natural es la causa verdadera de la evolución.
6. La selección natural en la correspondencia de Darwin
Para los contemporáneos de Darwin el concepto de selección natural, central en su teoría, no estuvo privado de ambigüedades. «No es claro si Darwin lo concibe como una causa eficiente o final, si es el resultado emergente de otras causas, o si es la simple descripción del trabajo conjunto de diversos factores causales independientes y no tiene en sí mismo un estatus causal»[145].
La analogía entre la selección hecha por el hombre y la que hace la naturaleza trajo críticas de algunos que veían cierta “intencionalidad” en la selección natural. Esto llevó a Darwin, a partir de la tercera edición de 1861, a mostrar el papel selectivo de la naturaleza como una “metáfora”, definiendo la selección natural como una descripción del resultado de la acción de leyes naturales en los seres vivos, más que como una causa eficiente o final; y en la quinta edición de 1869 emplea el término de Herbert Spencer “supervivencia del más apto” como sinónimo de selección natural[146].
A pesar de esta ambigüedad, Darwin defenderá en su correspondencia que la selección natural es vera causa del origen de las especies, aunque varía el modo como usa este término. En una carta de 1863, por ejemplo, dice:
La creencia en la selección natural en la actualidad se debe basar exclusivamente en consideraciones de carácter general: (1) en el hecho de ser una vera causa, a partir de la lucha por la existencia y el hecho geológico cierto de que las especies de alguna manera cambian; (2) a partir de la analogía con el cambio producido en las especies domesticas por la selección del hombre; (3) y sobre todo porque este punto de vista permite conectar de manera inteligente una serie de hechos[147].
Vemos que aquí, a diferencia de On the Origin, Darwin afirma explícitamente que la selección natural es vera causa. Sin embargo dice que se trata de una “creencia” (belief), y que sabemos que es una causa verdadera por la lucha por la supervivencia y el hecho de la transformación de las especies.
Para Darwin la selección natural no podía hacer nada sin las variaciones, como escribía a Lyell en 1865 defendiéndose de las críticas del Duque de Argyll:
No me declaro culpable de la acusación del Duque de haber olvidado que la selección natural sólo significa la preservación de las variaciones que surgen de manera independiente. He expresado esto en un lenguaje tan fuerte como he podido usar; pero sería infinitamente tedioso si tuviera que decirlo siempre[148].
Pero el hecho de que declarara su ignorancia acerca de las causas de las variaciones –asumiendo implícitamente que eran “arbitrarias y casuales”, como interpretaba Herschel– hacía que muchos vieran que su teoría no era suficiente para explicar de manera adecuada la variedad de los seres vivos. Se trataba de causas próximas reales pero no adecuadas al fenómeno que se quería explicar, siendo esta última una característica esencial de las veræ causæ[149].
El énfasis de Darwin en el poder de la selección natural le trajo muchas críticas. En la correspondencia encontramos varias cartas escritas a Darwin en las que se acepta que la selección natural tenga un papel en la evolución, pero como un agente entre muchos. Un ejemplo es William Henry Harvey, profesor de botánica en el Trinity College de Dublín, quien escribía:
Es cierto que aún no puedo (y probablemente nunca lo haré) recibir la teoría de la selección natural como una explicación satisfactoria del origen de las especies, pero estoy dispuesto a admitir que explica varios hechos de los que de otra manera es difícil dar cuenta[150].
Y al final de la carta, hablando de “la ley del más fuerte”, decía:
Por lo tanto, me opongo a que sea tomada como una vera causa de la evolución de la organización[151].
A los ojos de Harvey, Darwin no solo defendía que la selección natural era un factor importante en el surgimiento de las nuevas especies, sino que por sí sola era una explicación satisfactoria de este fenómeno.
Darwin tampoco consiguió convencer de que la selección natural era una vera causa del origen de las especies a uno de sus defensores más incondicionales: Thomas H. Huxley. En una carta a su amigo Hooker en 1860, Darwin se refiere a una conferencia en la que Huxley expuso su teoría[152]. Después de mencionar lo bien que había hablado, se queja de que «como una exposición de la doctrina, la conferencia fue un completo fracaso»[153]. El motivo es el siguiente:
No dio una idea justa de la selección natural. Siempre he visto la doctrina de la selección natural como una hipótesis, que si explica una gran cantidad de hechos merece ser clasificada como una teoría que merece aceptación, y esta por supuesto es mi propia opinión. (…) Él está de acuerdo con mi modo de ver el asunto, sólo que da más importancia que yo a la necesidad de mostrar que la selección natural es una vera causa siempre en acción[154].
Para Darwin la selección natural era una hipótesis que explicaba bien una gran cantidad de hechos, razón por la cual debía ser vista como teoría y no como una simple hipótesis[155]. En términos generales Huxley estaba de acuerdo con la teoría de Darwin, especialmente por mostrar de manera “natural” la formación de las especies. Pero no estaba convencido que la selección fuera un mecanismo que por sí solo pudiera dar razón de este hecho.
Huxley mantenía que para mostrar que mediante la selección natural podría surgir una nueva especie, se debía lograr el mismo resultado mediante la selección artificial. Aunque no existía una definición de especie universalmente reconocida, en general se aceptaba que una de las características de una especie era el aislamiento reproductivo. Éste se puede dar de dos maneras: (1) esterilidad del entrecruzamiento (cross sterility), o (2) esterilidad de la descendencia (hybrid sterility). La prueba que Huxley pedía era la producción de “especies fisiológicas”, es decir, variedades de especies que fueran estériles al cruzarse entre sí[156].
Darwin veía la dificultad de lograr la prueba que Huxley le pedía y, a la vez que trataba de encontrarla[157], intentaba disuadir a Huxley de su importancia. En 1862 le decía: «No hay duda que usted tiene razón en que hay en hiato en el argumento, pero pienso que lo sobreestima»[158]. Los intentos de disuadir a Huxley de su idea fueron en vano, y encontramos que en 1868 todavía discuten acerca del tema[159].
Los temas de vera causa, hipótesis y teoría también aparecen en su correspondencia con Asa Gray a raíz de la primera recensión publicada por éste a comienzos de 1860. Allí distingue claramente los dos objetivos de Darwin: (1) plantear que las especies pueden surgir unas de otras a través de la acumulación de pequeños cambios, y (2) probar que su teoría es la explicación de este fenómeno[160]. Sobre el primer punto dice:
Que los tipos existentes de animales y plantas, o muchos de ellos, puedan ser derivados de otros tipos anteriores, a lo largo del tiempo, no es de ninguna manera una propuesta novedosa. (…) La primera dificultad que tales teorías encuentran es que, en la época actual, con todos sus prejuicios propios y heredados, toda la carga de la prueba recae (…) sobre los hombros de quienes las proponen; y hasta ahora la carga ha sido más de lo que podían soportar. Por su misma naturaleza, no es posible dar pruebas sustanciales de la creación específica; pero de la derivación o la transmutación de las especies si se podrían dar[161].
Gray está abierto a que el origen de las especies no sea mediante actos creativos específicos por parte de Dios sino por causas naturales. Mientras lo primero no puede ser demostrado por la ciencia, esto último eventualmente podría ser probado. Y continúa diciendo lo que tendría que hacer quien pretendiera probarlo:
Quien afirma el último punto de vista está obligado a hacer una de las siguientes dos cosas, o ambas: Ya sea, (1) asignar causas reales y adecuadas, cuyo resultado natural o necesario debe producir la presente diversidad de especies y sus relaciones actuales; o bien, (2) mostrar la conformidad general de todo el conjunto de hechos con tal suposición, y también aportar casos explicables por este punto de vista e inexplicables por la concepción tradicional (…). La primera línea de prueba, llevada a cabo con éxito, permite establecer una verdadera teoría física; la segunda, una hipótesis suficiente.[162].
Aunque en el primer punto Gray no habla explícitamente de veræ causæ, es evidente que se está refiriendo a ellas: causas reales y adecuadas que no solo pueden producir un efecto sino que se puede mostrar que efectivamente lo producen[163]. Si se llega a la causa verdadera de un fenómeno podemos hablar de una teoría, mientras que si solo se muestra que podría ser la explicación, aunque sea mejor que las demás, sería una hipótesis.
Después de lo anterior Gray dice que Lamarck intentó lo primero, pero que empleó causas en parte irreales y en parte insuficientes, de manera que su teoría es un “absoluto fracaso”. De Chalmers, “el sombrío autor de Vestiges”, dice que no intentó ninguna de las dos posibilidades de prueba, por lo menos de manera científica. Y de Darwin dice que:
Intentó ambas líneas de prueba, de un modo estrictamente científico; pero el acento recae principalmente en el primero; pues, dado que él asigna causas reales, está obligado a demostrar que son suficientes[164].
Y al final de su recensión da su veredicto acerca de lo que, a sus ojos, consiguió Darwin:
El trabajo es científico, estrictamente limitado a su objeto directo, y por su ciencia debe sostenerse o caer. Su objetivo no es, probablemente, negar la intervención creativa en la naturaleza (…), sino mantener que la selección natural es la explicación de estos hechos, y también explica muchas clases de hechos que miles de actos independientes de creación no explican, pero [su teoría] deja [el asunto] más misterioso que nunca. El mundo científico a su debido tiempo podrá pronunciarse sobre hasta qué punto el autor ha conseguido su propósito[165].
En pocas palabras, Gray acepta que la teoría de la selección natural es una explicación posible (“hipótesis suficiente”), pero no que haya sido probada (“teoría real”). A Darwin le pareció una excelente recensión[166], pero su objetivo no era formular una simple hipótesis sino una teoría –en el sentido del que habla Gray–, y en las siguientes semanas le escribirá tres cartas con sus comentarios.
En la primera carta, escrita una semana después de haber recibido la recensión de Gray, le dice: «su reseña me parece admirable; de lejos la mejor que he leído»[167]. Y más adelante escribe:
Su distinción entre una hipótesis y una teoría me parece muy ingeniosa, pero creo que nunca se sigue. Hoy día todo el mundo habla de la teoría ondulatoria de la luz, sin embargo el éter es en sí mismo hipotético y las ondulaciones se deducen sólo de explicar los fenómenos de la luz. Incluso en la teoría de la gravitación, ¿se conoce la fuerza de atracción de algún modo que no sea por explicar la caída de la manzana y los movimientos de los planetas? Me parece que una hipótesis se convierte en una teoría únicamente explicando una gran cantidad de hechos[168].
Ya antes Darwin había usado el ejemplo de la teoría ondulatoria de la luz para defender la selección natural de la acusación de ser una simple hipótesis, pero no había usado el término teoría. Esta distinción le parece ingeniosa y –como vimos en su carta a Hooker[169]– la usará en otras oportunidades. Para Darwin la prueba de que la selección natural es vera causa del origen de las especies –y no una simple hipótesis– radica en que explica muchos hechos. Pero en ocasiones Darwin parece confundir “una causa verdadera” con “la verdadera causa”, como en esta carta escrita a Sir Charles Bunbury unos días antes que la anterior:
Con respecto a que la selección natural no es una vera causa, me parece justo inventar una hipótesis y, si explica muchos fenómenos, ser admitida como real. (…) [Según su punto de vista] la teoría ondulatoria del éter hipotético (las ondulaciones mismas no se conocen) no sería una vera causa para dar cuenta de todos los fenómenos de la luz. La selección natural me parece que no es tan hipotética, ya que mientras haya variabilidad y lucha por la supervivencia, no puedo ver cómo podría dejar de entrar en juego hasta cierto punto[170].
La “teoría ondulatoria del éter hipotético”, como la llama Darwin, parecía explicar todos los fenómenos de la luz, y por esto sería más que una simple hipótesis[171]. Pero al hablar de la selección natural no dice que explique todos los fenómenos relacionados con la variedad orgánica, sino que interviene “hasta cierto punto” en la formación de nuevas especies. En general las críticas a la teoría de la selección natural por parte de los científicos hacen referencia a que no está demostrado que sea una causa suficiente del fenómeno que se pretende explicar.
Darwin no era tímido a la hora de expresar su confianza en la capacidad explicativa de su teoría. En una carta a Lyell, en la que refiere una entrevista con Sir Henry Holland, dice:
Él añadió otra objeción, que el libro era demasiado “teres atque ro-tundus” [acabado y redondo], que explicaba todo y que era máximamente improbable tener éxito en esto. Estoy de acuerdo con esta extraña objeción, y significa que mi libro debe ser muy malo o muy bueno[172].
Evidentemente Darwin pensaba que su libro, fruto de más 20 años de trabajo, era muy bueno y, por tanto, ofrecía una explicación total. Ante las objeciones de que no ofrecía una demostración de su teoría, en varias oportunidades la comparaba con la de Newton quien, como vimos, renunció a buscar la causa de la atracción gravitatoria.
En la segunda carta a Gray con motivo de su reseña, Darwin alude a la crítica de que no se ha probado que la selección natural sea una vera causa[173]. Escribe Darwin:
El otro día, mientras leía la vida de Newton escrita por Brewster, me llamó la atención encontrar que Leibniz (…) atacó a Newton por haber utilizado la gravedad, “una cualidad oculta”, para explicar el movimiento de los planetas. Newton respondió que corresponde a la filosofía explicar el movimiento de las ruedas de un reloj, pero la causa del descenso del peso no puede ser explicado. Esto me parece que tiene que ver con lo que usted dice acerca de que la selección natural no ha sido probada como vera causa[174].
Así como no es posible mostrar la causa de la atracción de los cuerpos y, como decía Newton, «para nosotros es suficiente que la gravedad realmente existe, y que actúa de acuerdo con las leyes que hemos explicado»[175], Darwin esperaba que se aceptara su teoría a pesar de que no se pudiera proporcionar una demostración como la que esperaban sus críticos. Lo que parecía no aceptar Darwin es que la ley de la gravedad de Newton y sus leyes del movimiento tienen formulaciones matemáticas precisas y comprobables, mientras que la selección natural no.
Por esto se alegró mucho cuando leyó una recensión de Frederick Hutton, de quien dice: «él es una de las pocas personas que se da cuenta de que el cambio de especies no puede ser directamente probado y que la doctrina debe hundirse o nadar de acuerdo a los fenómenos que agrupa y explica»[176].
Estas son algunas de las pocas veces que Darwin acepta que su teoría no puede ser directamente probada, pero no las únicas. Hay dos cartas en las que habla de la selección natural como algo que se debe “creer”. Una es de 1861 en la que, después de hacer referencia a “hipótesis ondulatoria” de la luz, dice:
Veo [lo que es capaz de hacer] la selección natural (…) porque sabemos lo que puede hacer la selección artificial. Sin embargo creo en la selección natural, no porque pueda probar en un caso singular que una especie haya cambiado en otra, sino porque agrupa y explica bien (me parece a mí) una serie de hechos en clasificación, embriología, morfología, órganos rudimentarios, geología y distribución[177].
La otra es una carta de 1863 a la que ya hemos hecho referencia. Allí escribe:
La creencia en la selección natural en la actualidad se basa exclusivamente en consideraciones de carácter general. (…) Cuando descendemos a los detalles, no podemos probar que una especie haya cambiado, ni se puede demostrar que los supuestos cambios sean beneficiosos, que es el fundamento de la teoría. Tampoco se puede explicar por qué algunas especies han cambiado y otras no[178].
Estas dos cartas muestran que Darwin “creía” en su teoría, pero las dificultades que tenía para convencer a otros científicos muestran que carecía de una verdadera prueba. Una cosa es descubrir un mecanismo como la selección natural y otra cosa decir que este principio, actuando sobre variaciones “arbitrarias y casuales”, sea la vera causa del origen de las especies, más aún después de reconocer repetidamente la ignorancia del origen de las variaciones.
Debido a la enorme resistencia que tuvo su teoría, en años posteriores trató de completarla. Dice Ruse que «Darwin siempre pensó que su teoría de la evolución estaba esencialmente incompleta. En concreto pensaba que debía dar una teoría de la herencia para explicar los hechos de las nuevas variaciones y su transmisión de una generación a otra»[179]. Ya en 1839 plantea el problema en los términos de Herschel-Whewell cuando escribe en uno de sus cuadernos que, aunque ya tiene la ley formal, aún no tiene las leyes físicas[180]. De esto se hace eco en On the Origin cuando dice en su conclusión: «Se abrirá un gran campo de investigación, casi inexplorado, sobre las causas y leyes de la variación»[181].
Una de las principales objeciones a la teoría de Darwin en estos años fue puesta por William Thomson, Lord Kelvin (1824-1907), y se refiere a la edad de la tierra. La teoría de la evolución por selección natural requería que la tierra fuera suficientemente antigua para permitir el surgimiento de la vida y de las diferentes especies que existen. Desde 1862 Thomson criticó el estimativo hecho por Darwin[182], quien en 1869 (7 años después del primer artículo de Thomson) escribía en una carta a Wallace:
La opinión de Thomson en relación con la edad reciente del mundo ha sido por algún tiempo uno de mis problemas más inquietantes[183].
Y en otra carta escrita ese mismo año dirá:
Estoy muy preocupado por la corta duración del mundo según Sir W. Thomson, porque para mi teoría requiero un periodo muy largo antes de la formación Cámbrica[184].
Como solución al dilema de la edad de la tierra, y para dar una ley física sobre la que se apoyara su teoría, Darwin fue quitando importancia a la aleatoriedad de las variaciones y desarrolló una “hipótesis provisional” que denominó pangénesis[185]. Según su punto de vista, con esta hipótesis –que nunca abandonó– se solucionaban muchos problemas mediante una teoría causal de la herencia y explicaba las bases de la variación[186].
Además de su búsqueda de una ley física, ¿qué pudo llevar a Darwin a formular una hipótesis que incluía algo como las “gémulas” invisibles? Al final de la carta a Bunbury encontramos algo que podría dar una explicación:
Creo que la importancia de la teoría radica en la apertura de nuevos campos de investigación y en dar una explicación racional y no teológica de numerosos hechos conocidos[187].
Darwin pensaba que encontrar la vera causa de un fenómeno era lo opuesto a dar una explicación teológica. Esto se puede ver claramente en una carta que le escribe a Lyell en la que critica la posición de Herschel, Gray y el mismo Lyell, de que Dios debe haber intervenido de alguna manera en las variaciones que dan lugar a las nuevas especies[188]. Al respecto escribe:
Pero los astrónomos no dicen que Dios dirige el curso de cada cometa y planeta. La idea de que cada variación ha sido providencialmente dispuesta me parece que hace que la selección natural sea del todo superflua, y de hecho saca la cuestión de la aparición de nuevas especies fuera del marco de la ciencia[189].
Darwin no solo buscaba encontrar las leyes naturales sino, en cierta manera, excluir completamente las intervenciones divinas. En pocas palabras: si Dios es quien tiene el control, su teoría es inútil. Por eso pensaba que el gran mérito de la mecánica newtoniana fue dar una explicación natural del movimiento de los cuerpos celestes. De ahí su tendencia a comparar su teoría con la de Newton ya desde 1837[190]. Dios podría entrar a lo sumo en la creación de las leyes que rigen el universo, pero no más.
Sin embargo Newton, como es sabido, no sostiene un mecanicismo radical. En el célebre General Scholium con el que concluye sus Principia, dice que “las solas causas mecánicas” no pueden explicar tanto orden en el universo, y añade:
Este hermoso sistema del sol, los planetas y los cometas, sólo podrían venir del consejo y dominio de un Ser inteligente y poderoso. (…) Este Ser gobierna todas las cosas, no como el alma del mundo, sino como Señor de todo; y en razón de su dominio suele ser llamado Señor, Dios, παντοκράτωρ, o Regidor Universal[191].
Aunque el universo sea regido por leyes físicas, ante todo está gobernado por un Dios que, hemos de suponer, tiene un plan. En su Crítica del juicio Kant, separándose en este aspecto de Newton, niega que se necesiten razonamientos teleológicos en la ciencia, excepto en las ciencias biológicas. Y dice que aunque las explicaciones mediante las causas eficientes son las mejores, nunca habrá un “Newton para la hierba de pasto”[192]. Aunque seguramente Darwin no conocía esta expresión de Kant –por lo menos no aparece en su correspondencia–, es claro que esto era lo que pretendía: ser el Newton de la biología.
[1] The Autobiography of Charles Darwin 1809-1882. Edited by Nora Barlow with the original omissions restored, Collins, London 1958, 107.
[2] Cfr. James G. Lennox, Aristotle’s Philosophy of Biology: Studies in the Origins of Life Science, Cambridge University Press, Cambridge 2001, 110-125.
[3] De todas formas podemos mencionar a Galeno de Pérgamo (130-200), un médico griego que conocía muy bien la biología aristotélica y tenía una visión teleológica de los seres vivos, pero que llevó a cabo una investigación diversa de la propuesta por Aristóteles.
[4] Cfr. Alistair C. Crombie, Historia de la Ciencia: De San Agustín a Galileo; Siglos V-XIII, Alianza, Madrid 1993, 140.
[5] Alberto Magno, Opera Omnia, Editio Borgnet, Paris 1890-1899, vol. V, 30a.
[6] Cfr. Richard Mathes, “Alberto Magno”, en Giuseppe Tanzella-Nitti, Alberto Strumia (eds.), Dizionario Interdisciplinare di Scienza e Fede, Urbaniana University Press, Roma 2002, 1553.
[7] Alberto Magno, Opera Omnia, Editio Coloniensis, Münster 1951ss, vol. IV/2, p. 578, vv. 23-27.
[8] Cfr. Alistair C. Crombie, Historia de la Ciencia, 139-140.
[9] Cfr. Richard Mathes, “Alberto Magno”, 1556.
[10] Cfr. Jeremiah Hackett, “Roger Bacon”, Stanford Encyclopedia of Philosophy (Spring 2009 Edition), n. 4.2.
[11] Cfr. Leo J. Elders, La filosofia della natura di san Tommaso d'Aquino: filosofia della natura in generale, cosmologia, filosofia della natura organica, antropologia filosofica, Libreria editrice vaticana, Città del Vaticano 1997, 11-12.
[12] Cfr. ibíd, 14: «Bacone, che pur biasimò Aristotele di non aver raccolto sufficiente materiale concreto e di non aver verificato le sue deduzioni, non fu molto originale, ma il suo lavoro di volgarizzatore ebbe tale risonanza da gettare in discredito la filosofia di Aristotele e da propagare una separazione netta tra la considerazione teleologica della natura ed il lavoro scientifico sulla natura».
[13] Cfr. Landu Matthew, Finalism in Biology: A Return to the Aristotelian-Thomistic Theory of Being, Pontificia Universitas Urbaniana (Tesis Doctoral), Roma 1997, 119.
[14] Cfr. Leo J. Elders, La filosofia della natura di san Tommaso, 14-15.
[15] Galileo Galilei, Discorsi e dimostrazioni matematiche intorno a due nuove scienze, 1638, Giornata terza.
[16] Cfr. Rafael Martínez, “La filosofía de Galileo y la conceptualización de la causalidad física”, en Juan Arana (ed.), La filosofía de los científicos (Thémata, vol. 14), Universidad de Sevilla, Sevilla 1995, 44-50.
[17] Cfr. ibíd, 50-54.
[18] Cfr. íd, Immagini del dinamismo fisico. Causa e tempo nella storia della scienza, Armando, Roma 1996, 42-47.
[19] Cfr. Isaac Newton, Principia mathematica philosophiæ naturalis, James MacLehose, Glasgow 1871 (1726) 3 ed., Liber Tertius, Regulæ Philosophandi, 387.
[20] Cfr. ibíd, Liber Tertius, Scholium Generale, 530: «Hactenus phænomena cælorum & maris nostri per vim gravitatis exposui, sed causam gravitatis nondum assignavi. Oritur utique hæc vis a causa aliqua (…). Rationem vero harum gravitatis proprietatum ex phænomenis nondum potui deducere, & hypotheses non fingo. Quicquid enim ex phænomenis non deducitur, hypothesis vocanda est; & hypotheses seu metaphysicæ, seu physicæ, seu qualitatum occultarum, seu mechanicæ, in philosophia experimentali locum non habent. In hac philosophia propositiones deducuntur ex phænomenis, & redduntur generales per inductionem. Sic impenetrabilitas, mobilitas & impetus corporum & leges motuum & gravitatis innotuerunt. Et satis est quod gravitas revera existat, & agat secundum leges a nobis expositas, & ad corporum cælestium & maris nostri motus omnes sufficiat».
[21] Cfr. Leo J. Elders, La filosofia della natura di san Tommaso, 15-16.
[22] Isaac Newton, Óptica, Alfaguara, Madrid 1977 (1717), 345.
[23] Ibíd, 347.
[24] Cfr. Mariano Artigas, Filosofía de la ciencia experimental, Eunsa, Pamplona 1992, 312-313.
[25] Cfr. David L. Hull, “Darwin’s science and Victorian philosophy of science”, en Jonathan Hodge, Gregory Radick (eds.), The Cambridge Companion to Darwin, Cambridge University Press, Cambridge 2009, 175. Mientras Newton estuvo en el Trinity College, Darwin estudió en el Christ’s College.
[26] Autobiography of Charles Darwin, 67-68.
[27] Cfr. Gordon Chancellor, “Humboldt's Personal narrative and its influence on Darwin”, The Complete Work of Charles Darwin Online (March 2011). El nombre completo del primer libro publicado por Darwin es Journal of Researches into the Geology and Natural History of the Various Countries Visited by H.M.S. Beagle.
[28] Cfr. Jonathan Hodge, Gregory Radick, “Introduction”, en Jonathan Hodge, Gregory Radick (eds.), The Cambridge Companion to Darwin, Cambridge University Press, Cambridge 2009, 10-14.
[29] Cfr. Walter F. Cannon, “John Herschel and the Idea of Science”, Journal of the History of Ideas 22 (1961), 238.
[30] Se pronuncia como “Hule” en inglés.
[31] Cfr. David L. Hull, Darwin and his critics: the reception of Darwin's theory of evolution by the scientific community, Harvard University Press, Cambridge (MA) 1973, 4-5.
[32] Cfr. íd, “Darwin’s Science”, 178.
[33] Un ejemplo simple podría ser el de la fórmula de la gravedad, que describe bien tanto el movimiento de los planetas como la caída de una manzana de un árbol. El término consilience se suele traducir al español como consiliencia y significa “unidad del conocimiento”. Otros términos acuñados por Whewell son: scientist, physicist, uniformitarianism, catastrophism, nebular hypothesis, anode, cathode, ion, conductivity, Eocene, Miocene y Pliocene.
[34] Cfr. John Angus Campbell, “Why Was Darwin Believed? Darwin's Origin and the Problem of Intellectual Revolution”, Configurations 11 (2003), 207-208.
[35] Cfr. David L. Hull, “Darwin’s Science”, 177.
[36] Cfr. Fred Wilson, “John Stuart Mill”, Stanford Encyclopedia of Philosophy (Fall 2011 Edition), n. 5.
[37] A pesar de que Whewell conocía muy bien los textos de Kant, para él la causalidad no era una categoría mental sino una entidad que de alguna manera existía en la realidad. Cfr. Alvar Ellegård, “The Darwinian Theory and Nineteenth-Century Philosophies of Science”, Journal of the History of Ideas 18 (1957), 365ss.
[38] Cfr. David L. Hull, “Darwin’s Science”, 178.
[39] Cfr. Walter F. Cannon, “Herschel and the Idea of Science”, 220-221.
[40] Cfr. John Angus Campbell, “Why Was Darwin Believed?”, 234: «Newton (…) developed the vera causa principle in its modern form». Para un estudio de la historia del principio de vera causa, Campbell remite a: Vincent Kavalovski, The Vera Causa Principle: A Historico-Philosophical Study of a Metatheoretical. Concept from Newton through Darwin, University of Chicago (Tesis Doctoral), Chicago 1974.
[41] Isaac Newton, Principia, Liber Tertius, Regulæ Philosophandi, 387: «Causas rerum naturalium non plures admitti debere, quam quæ & veræ sint & earum phænomenis explicandis sufficiant».
[42] Ibíd: «Dicunt utique philosophi: Natura nihil agit frustra, & frustra fit per plura quod fieri potest per pauciora. Natura enim simplex est & rerum causis superfluis non luxuriat».
[43] John Herschel, A Preliminary Discourse on the Study of Natural Philosophy, Longman, Rees, Orme, Brown & Green; John Taylor, London 1840 (1830), 144.
[44] íd, “Whewell on the Inductive Sciences (1841)”, en Essays from the Edinburgh and Quarterly Reviews: with addresses and other pieces by John F. W. Herschel, Longman, Brown, Green, Longmans & Roberts, London 1857, 245.
[45] Cfr. David L. Hull, “Darwin’s Science”, 180.
[46] Cfr. Michael Ruse, “Darwin’s debt to philosophy: an examination of the influence of the philosophical ideas of John F.W.Herschel and William Whewell on the development of Charles Darwin’s theory of evolution (1975)”, en Michael Ruse (ed.), The Darwinian Paradigm: essays on its history, philosophy, and religious implications, Routledge, London 1989, 11; cfr. David L. Hull, “Darwin’s Science”, 181-184.
[47] Cfr. Brian Warner, “Charles Darwin and John Herschel”, South African Journal of Science 105 (2009), 433.
[48] Cfr. Michael Ruse, “Darwin’s debt to philosophy”, 12.
[49] Cfr. Peter Gildenhuys, “Darwin, Herschel, and the role of analogy in Darwin's origin”, Studies in History and Philosophy of Biological and Biomedical Sciences 35 (2004), 594.
[50] Cfr. John Herschel, Preliminary Discourse, 92.
[51] Ibíd, 144.
[52] Cfr. ibíd, 178.
[53] Cfr. Michael Ruse, “Darwin’s debt to philosophy”, 11.
[54] El libro de Lyell fue publicado entre 1830 y 1833. El segundo volumen llegó a manos de Darwin en 1832 mientras se encontraba en Montevideo, y el tercero lo esperaba a su regreso en 1836. Cfr. Brian Warner, “Darwin and Herschel”, 434.
[55] Cfr. Gordon Chancellor, “Humboldt's influence on Darwin”.
[56] Cfr. Walter F. Cannon, “Herschel and the Idea of Science”, 224. La posición contraria al uniformismo se denomina catastrofismo y fue defendida principalmente por Georges Cuvier.
[57] Cfr. Brian Warner, “Darwin and Herschel”, 434-435.
[58] Herschel a Lyell, 20 de febrero de 1836. Cfr. Walter F. Cannon, “The Impact of Uniformitarianism: Two Letters from John Herschel to Charles Lyell, 1836-1837”, Proceedings of the American Philosophical Society 105 (1961), 305. Las primeras frases son tomadas de una novela de Sir Walter Scott.
[59] En su respuesta a Herschel del 1 de junio de 1836 dice Lyell: «In regard to the origination of new species, I am very glad to find that you think it probable that it may be carried on through the intervention of intermediate causes. I left this rather to be inferred, not thinking it worthwhile to offend a certain class of persons by embodying in words what would only be a speculation» (Katherine M. Lyell (ed.), The Life, Letters, and Journals of Sir Charles Lyell, John Murray, London 1881, I, 467).
[60] Cfr. Brian Warner, “Darwin and Herschel”, 435.
[61] Estos tratados de teología natural, publicados entre 1833 y 1840, fueron financiados por Francis Henry Egerton, Earl of Bridgewater, y eran vistos por algunos como una continuación de la Natural Theology (1802) de William Paley.
[62] Cfr. Brian Warner, “Darwin and Herschel”, 436. Sobre las creencias religiosas de Herschel: «Like his father before him, John Herschel had been a nominal Christian at best. But following his marriage, he underwent a genuine conversion experience. Margaret was the daughter of a Scottish Presbyterian. Her piety and quiet life elevated John from a Christianity verging on pantheistic-deism to a total and clear acknowledgement of Christ as Lord and Savior» (Dan Graves, Scientists of Faith: 48 Biographies of Historic Scientists and Their Christian Faith, Kregel Publications, Grand Rapids 1996, 115).
[63] Walter F. Cannon, “Two Letters from Herschel to Lyell”, 301.
[64] Charles Darwin, Notebook E: Transmutation of species 4 (oct. 1838-jul. 1839), CUL-DAR124, 59. La teoría de Darwin se fue concretando en forma de reflexiones recogidas en una serie de cuadernos escritos después de su viaje, entre marzo de 1837 y septiembre de 1839.
[65] Cfr. Autobiography of Charles Darwin, 84-85: «As I was not able to work all day at science I read a good deal during these two years on various subjects, including some metaphysical books, but I was not at [all] well fitted for such studies».
[66] Howard E. Gruber, Barrett Paul H., Darwin on man. A psychological study of scientific creativity; together with Darwin's early and unpublished notebooks, Wildwood House, London 1974, 373.
[67] Charles Darwin, Notebook N: Metaphysics and expression 2 (oct. 1838-ago. 1839), CUL-DAR126, 60. El texto al que hace alusión Darwin es el siguiente: «The first thing impressed on us from our earliest infancy is, that events do not succeed one another at random, but with a certain degree of order, regularity, and connection; some constantly, and, as we are apt to think, immutably –as the alternation of day and night, summer and winter–, others contingently, as the motion of a body from its place, if pushed…» (John Herschel, Preliminary Discourse, 35).
[68] Cfr. Howard E. Gruber, Barrett Paul H., Darwin on man, 374.
[69] Cfr. Armand Maurer, “Darwin, Thomists, and Secondary Causality”, The Review of Metaphysics 57 (2004), 501; cfr. David L. Hull, “Darwin’s Science”, 174; cfr. Michael Ruse, “Darwin’s debt to philosophy”, 18.
[70] Cfr. Autobiography of Charles Darwin, 139: «My mind seems to have become a kind of machine for grinding general laws out of large collections of facts».
[71] En una nota escrita posiblemente en 1839 Darwin expresa su concepción de la vida hasta ese momento: «Effects of Life in the abstract is matter united by certain laws different from those, that govern in the inorganic world; life itself being the capability of such matter obeying a certain & peculiar system of movements different from inorganic movements». Esta nota fue luego clasificada por el mismo Darwin dentro de un grupo denominado “Old and useless Notes about the moral sense & some metaphysical points written about the year 1837 & earlier”. Cfr. Howard E. Gruber, Barrett Paul H., Darwin on man, 392; cfr. Phillip R. Sloan, “Darwin, Vital Matter, and the Transformism of Species”, Journal of the History of Biology 19 (1986).
[72] Cfr. Michael Ruse, “Darwin’s debt to philosophy”, 19.
[73] Darwin a Wallace, 6 de abril de 1859. Darwin Correspondence Database (DCD), University of Cambridge, entry 2449.
[74] Cfr. Michael Ruse, “Darwin’s debt to philosophy”, 20.
[75] Cfr. Phillip R. Sloan, “Evolution”, Stanford Encyclopedia of Philosophy (Fall 2010 Edition), n. 2.2.
[76] Douglas J. Futuyma, Evolution, Sinauer Associates, Sunderland 2005, 8.
[77] Cfr. Michael Ruse, “Darwin’s debt to philosophy”, 23.
[78] John Herschel, Preliminary Discourse, 149.
[79] Cfr. Michael Ruse, “Darwin’s debt to philosophy”, 24.
[80] Charles Darwin, Notebook E, 128. Las palabras de Whewell fueron pronunciadas en un discurso con motivo del aniversario de la Geological Society, el 15 de febrero de 1839.
[81] íd, On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favored Races in the Struggle for Life, John Murray, London 1859, 1.
[82] Estos dos objetivos se pueden observar en la conclusión, donde dice: «I have now recapitulated the chief facts and considerations which have thoroughly convinced me that species have changed, and are still slowly changing by the preservation and accumulation of successive slight favourable variations» (ibíd, 480).
[83] Cfr. Douglas J. Futuyma, Evolution, 8.
[84] Cfr. John Angus Campbell, “Why Was Darwin Believed?”, 215-222; cfr. Peter Gildenhuys, “Darwin, Herschel, and analogy”, 597-607.
[85] Charles Darwin, On the Origin of Species, 8.
[86] Ibíd, 30-31.
[87] Ibíd, 43.
[88] Cfr. íd, Notebook E, 71: «It is a beautiful part of my theory, that domesticated races of organics are made by precisely same means as species—but latter far more perfectly & infinitely slower». Este comentario fue hecho en diciembre de 1838.
[89] íd, On the Origin of Species, 51-52.
[90] Ibíd.
[91] Ibíd, 61.
[92] Ibíd, 81.
[93] Cfr. ibíd, 82: «As man can produce and certainly has produced a great result by his methodical and unconscious means of selection, what may not nature effect? Man can act only on external and visible characters: nature cares nothing for appearances, except in so far as they may be useful to any being. She can act on every internal organ, on every shade of constitutional difference, on the whole machinery of life. Man selects only for his own good; Nature only for that of the being which she tends. Every selected character is fully exercised by her; and the being is placed under well-suited conditions of life».
[94] Cfr. ibíd, 84: «It may be said that natural selection is daily and hourly scrutinising, throughout the world, every variation, even the slightest; rejecting that which is bad, preserving and adding up all that is good; silently and insensibly working, whenever and wherever opportunity offers, at the improvement of each organic being in relation to its organic and inorganic conditions of life».
[95] Herschel a Lyell, 20 de febrero de 1836. Walter F. Cannon, “Two Letters from Herschel to Lyell”, 305.
[96] Charles Lyell, Principles of geology, being an attempt to explain the former changes of the Earth's surface, by reference to causes now in operation, John Murray, London 1830-1833, I, 1. Como se ve, ya en el título del libro hace referencia a las causas de los cambios en la superficie de la tierra.
[97] Cfr. ibíd, II, 1-2 y 179.
[98] Cfr. James G. Lennox, “Darwin’s Methodological Evolution”, Journal of the History of Biology 38 (2005), 88, 97.
[99] Charles Darwin, On the Origin of Species, 90.
[100] Cfr. James G. Lennox, “Darwin’s Methodological Evolution”, 91.
[101] Ibíd, 92.
[102] Charles Darwin, On the Origin of Species, 188.
[103] Ibíd, 95.
[104] Ibíd, 95-96.
[105] Cfr. Phillip R. Sloan, “Evolution”, n. 2.4; cfr. James G. Lennox, “Darwin’s Methodological Evolution”, 90.
[106] Charles Darwin, On the Origin of Species, 352. Los otros pasajes donde aparece el término se encuentran en las pp. 159 y 482.
[107] Cfr. ibíd, 487: «As species are produced and exterminated by slowly acting and still existing causes, and not by miraculous acts of creation and by catastrophes».
[108] Ibíd, 488.
[109] Ibíd, 466-467. El otro sitio donde se menciona una idea similar es al final del primer capítulo, p. 43.
[110] Cfr. Darwin a Joseph Dalton Hooker, 8 de junio de 1858. DCD, entry 2282. La definición que se suele citar de este principio es: «The more diversified the descendants from any one species become in structure, constitution, and habits, by so much will they be better enabled to seize on many and widely diversified places in the polity of nature, and so be enabled to increase in numbers» (Charles Darwin, On the Origin of Species, 112).
[111] Cfr. Francis Darwin (ed.), The Foundations of the Origin of species. Two essays written in 1842 and 1844, Cambridge University Press, Cambridge 1909, 81: «Most organic beings in a state of nature vary exceedingly little».
[112] Cfr. Charles Darwin, On the Origin of Species, 45: «I am convinced that the most experienced naturalist would be surprised at the number of the cases of variability, even in important parts of structure, which he could collect on good authority, as I have collected, during a course of years». Acerca de la evolución del pensamiento de Darwin al respecto, cfr. Janet Browne, “Darwin's Botanical Arithmetic and the Principle of Divergence, 1854-1858.”, Journal of the History of Biology 13 (1980) y David Kohn, “Darwin’s Keystone: The Principle of Divergence”, en Michael Ruse, Robert J. Richards (eds.), The Cambridge Companion to the "Origin of species", Cambridge University Press, Cambridge 2009.
[113] Charles Darwin, On the Origin of Species, 131.
[114] Ibíd, 170. También habla de la ignorancia de las causas de las variaciones en las pp. 61 y 486.
[115] Más adelante discutiremos el papel que tiene el azar en la teoría de Darwin.
[116] Cfr. Phillip R. Sloan, “Evolution”, n. 2.5.
[117] Cfr. Michael Ruse, “Darwin’s debt to philosophy”, 21.
[118] David L. Hull, Darwin and his critics, 3.
[119] Cfr. Phillip R. Sloan, “Evolution”, n. 2.6.
[120] Cfr. David L. Hull, “Darwin’s Science”, 173.
[121] Cfr. ibíd, 174.
[122] Cfr. ibíd, 186-192; cfr. Michael Ruse, “Darwin’s debt to philosophy”, 28-29.
[123] Cfr. Brian Warner, “Darwin and Herschel”, 436.
[124] Cfr. Darwin a Herschel, 11 de noviembre de 1859. DCD, entry 2517.
[125] Cfr. Darwin a Lyell, 23 de noviembre de 1859. DCD, entry 2543: «Sir J. Herschel, to whom I sent copy, is going to read my Book. (…) I sh[oul]d excessively like to hear whether I produce any effect on such a mind».
[126] Darwin a Lyell, 10 de diciembre de 1859. DCD, entry 2575.
[127] Este volumen recogía una serie de artículos escritos por Herschel poco antes de la publicación de On the Origin para la octava edición de la Encyclopædia Britannica.
[128] John Herschel, Physical Geography, Adam & Charles Black, Edinburgh 1861, 12. El método “Laputiano” hace referencia a un pasaje de Los viajes de Gulliver (obra de Jonathan Swift publicada en 1726) en el que se habla del método usado por los habitantes de la isla flotante de Laputa para adquirir conocimiento: los miembros de la Academia usaban dados con palabras para formar frases aleatorias. Las frases que tenían sentido se recogían, y se volvían a lanzar los dados para seguir formando frases que pudieran adicionarse a las anteriores. El argumento del método “Laputiano” fue usado luego por William Thomson (Lord Kelvin) y por Karl Ernst von Baer para criticar la teoría de Darwin. Cfr. Francis Darwin, Albert C. Seward (eds.), More letters of Charles Darwin. A record of his work in a series of hitherto unpublished letters, John Murray, London 1903, I, 330; cfr. David L. Hull, Darwin and his critics, 419; cfr. John Beatty, “Teleology and the Relationship Between Biology and the Physical Sciences in the Nineteenth and Twentieth Centuries”, en Frank Durham, Robert D. Purrington (eds.), Some Truer Method. Reflections on the Heritage of Newton, Columbia University Press, New York 1990, 126.
[129] John Herschel, Physical Geography, 12.
[130] David L. Hull, “Darwin’s Science”, 187. En este sentido nos parece equivocada la repetida afirmación de Ruse de que Herschel era “anti-evolucionista”. Se podría decir que era “anti-darwinista”, que es diferente. Cfr. Michael Ruse, “Darwin’s debt to philosophy”, 10, 18.
[131] Darwin a Herschel, 23 de mayo de 1861. DCD, entry 3154.
[132] Como es sabido, los restos de ambos reposan en la misma nave de Westminster Abbey, junto a la tumba de Isaac Newton.
[133] Cfr. David L. Hull, “Darwin’s Science”, 189.
[134] Cfr. Darwin a Gray, 15 de marzo de 1857: «As careful observation is far harder work than generalisation & still harder than speculation; do you not think it very possible that it may be overvalued? It ought never to be forgotten that the observer can generalise his own observations incomparably better than anyone else. How many astronomers have laboured their whole lives on observations & have not drawn a single conclusion; I think it is Herschel who has remarked how much better it would be, if they had paused in their devoted work & seen what they could have deduced from their work» (DCD, entry 2060). Cfr. John Herschel, Preliminary Discourse, 266.
[135] Cfr. íd, “Whewell on the Inductive Sciences”, 245.
[136] Cfr. Karl R. Popper, Búsqueda sin término. Una autobiografía intelectual, Tecnos, Madrid 1985, 230.
[137] John Herschel, Preliminary Discourse, 144-145.
[138] Ibíd, 145.
[139] Cfr. James G. Lennox, “Darwin’s Methodological Evolution”, 87.
[140] Cfr. Herschel a Lyell, 20 de febrero de 1836. Walter F. Cannon, “Two Letters from Herschel to Lyell”, 305.
[141] Cfr. John Herschel, Physical Geography, 12.
[142] Cfr. James G. Lennox, “Darwin’s Methodological Evolution”, 90.
[143] Michael Ruse, “Darwin’s debt to philosophy”, 17.
[144] Cfr. David L. Hull, Darwin and his critics, 29.
[145] Phillip R. Sloan, “Evolution”, n. 2.4.
[146] Cfr. Charles Darwin, The Origin of Species by Means of Natural Selection, P. F. Collier & Son, New York 1909 (1872) 6 ed., 94: «This preservation of favourable individual differences and variations, and the destruction of those which are injurious, I have called Natural Selection, or the Survival of the Fittest»; cfr. Phillip R. Sloan, “Evolution”, n. 2.4. El 2 de julio de 1866 Wallace le escribió una carta a Darwin en la que, después de hacer un detallado análisis de las críticas al concepto de selección natural, lo anima a usar el término de Spencer. Cfr. DCD, entry 5140.
[147] Darwin a George Bentham, 22 de mayo de 1863. DCD, entry 4176.
[148] Darwin a Lyell, 22 de enero de 1865. DCD, entry 4752.
[149] Cfr. John Herschel, Preliminary Discourse, 144; cfr. íd, Physical Geography, 12; cfr. James G. Lennox, “Darwin’s Methodological Evolution”, 97.
[150] William Henry Harvey a Darwin, 24 de agosto de 1860. DCD, entry 2898.
[151] Ibíd.
[152] La conferencia tuvo lugar en la Royal Institution el 10 de febrero de 1860. Joseph Dalton Hooker fue uno de los científicos que más prontamente apoyó abiertamente la teoría de Darwin con su ensayo sobre la flora de Tasmania, On the origination and distribution of vegetable species: introductory essay to the Flora of Tasmania (1860). Cfr. Peter J. Bowler, The Eclipse of Darwinism, The Johns Hopkins University Press, Baltimore 1992 (1983), 31.
[153] Darwin a Hooker, 14 de febrero de 1860. DCD, entry 2696.
[154] Ibíd.
[155] Más adelante veremos que muy posiblemente Darwin toma esta distinción entre hipótesis y teoría de Asa Gray.
[156] Cfr. Frederick Burkhardt, et al (eds.), The Correspondence of Charles Darwin, Cambridge University Press, Cambridge 1985–, Volume 10: 1862, Introduction.
[157] Cfr. Darwin a Hooker, 3 de enero de 1863. DCD, entry 3998.
[158] Darwin a Huxley, 14 de enero de 1862. DCD, entry 3386. Cfr. Darwin a Huxley, 28 de diciembre de 1862. DCD, entry 3878: «To get the degree of sterility you expect in recently formed varieties seems to me simply hopeless. It seems to me almost like those naturalists who declare they will never believe that one species turns into another till they see every stage in process».
[159] Cfr. Darwin a Huxley, 30 de enero de 1868. DCD, entry 5817; cfr. Michael Ruse, “Darwin’s debt to philosophy”, 27.
[160] Cfr. Asa Gray, “Review of Darwin's theory on the origin of species by means of natural selection”, American Journal of Science and Arts 29 (1860), 161.
[161] Ibíd, 161-162.
[162] Ibíd, 162.
[163] Gray conocía el término vera causa ya que lo menciona en una carta a Darwin del 7 de julio de 1857. Cfr. DCD, entry 2120.
[164] Asa Gray, “Review of Darwin's theory”, 162.
[165] Ibíd.
[166] Así se lo comunicó a Lyell y Hooker. Cfr. DCD, entries 2693, 2696.
[167] Darwin a Gray, 18 de febrero de 1860. DCD, entry 2704.
[168] Ibíd.
[169] Cfr. Darwin a Hooker, 14 de febrero de 1860. DCD, entry 2696. Esta carta fue escrita pocos días después de que Darwin leyera la recensión de Gray.
[170] Darwin a Charles Bunbury, 9 de febrero de 1860. DCD, entry 2690. Énfasis nuestro.
[171] A finales del s. XIX el experimento de Michelson-Morley demostró la inexistencia del éter.
[172] Darwin a Lyell, 10 de diciembre de 1859. DCD, entry 2575. La expresión latina es tomada de una de las Sátiras de Horacio en las que describe al sabio estoico como “et in se ipso totus teres atque rotundus”: completo, acabado y redondo en sí mismo.
[173] Así lo entendió Darwin, aunque como se vio en su reseña Gray no usa el término vera causa sino que habla de “causas reales y adecuadas”.
[174] Darwin a Gray, 18 de febrero de 1860. DCD, entry 2713. Darwin expone este mismo argumento en una carta a Lyell del día anterior. Cfr. DCD, entry 2707.
[175] Isaac Newton, Principia, Liber Tertius, Scholium Generale, 530.
[176] Darwin a Hooker, 23 de abril de 1861. DCD, entry 3098.
[177] Darwin a Cuthbert Collingwood, 14 de marzo de 1861. DCD, entry 3088. Cfr. George Sarton, “Darwin's Conception of the Theory of Natural Selection (After an unpublished letter of 1861)”, Isis 26 (1937), 336-340.
[178] Darwin a George Bentham, 22 de mayo de 1863. DCD, entry 4176.
[179] Michael Ruse, “Darwin’s debt to philosophy”, 28.
[180] Cfr. Charles Darwin, Notebook E, 53-55.
[181] íd, On the Origin of Species, 486.
[182] Cfr. Sir William Thomson, “On the Age of the Sun’s Heat”, Macmillan's Magazine 5 (1862); cfr. Joe D. Burchfield, Lord Kelvin and the Age of the Earth, University of Chicago Press, Chicago 1990, 43.
[183] Darwin a Wallace, 14 de abril de 1869. James Marchant (ed.), Alfred Russel Wallace letters and reminiscences, Cassell, London 1916, I, 242. No disponible en la DCD.
[184] Darwin a James Croll, 31 de enero de 1869. Frederick Burkhardt, et al (eds.), The Correspondence of Charles Darwin, volume 17 (1869). No disponible en la DCD.
[185] Darwin presentó su teoría en The Variation of Animals and Plants under Domestication (1868), la cual presuponía la existencia de “gémulas” (gemmules) invisibles en las células que podían ser afectadas por el ambiente. Estas viajarían por la sangre a las células germinales y de esa manera se transmitirían a la descendencia. Cfr. Phillip R. Sloan, “Evolution”, n. 2.6.
[186] August Weismann (1834-1914) rechazó completamente la posibilidad admitida por Darwin de la existencia de mecanismos de tipo lamarkiano. La distinción que estableció entre las células germinales, aisladas de las influencias del entorno, y las células somáticas, apunta hacia lo que sería más tarde el marco general de la moderna teoría de la evolución.
[187] Darwin a Charles Bunbury, 9 de febrero de 1860. DCD, entry 2690.
[188] Cfr. Darwin a Lyell, 1 de agosto de 1861: «I believe you think with Asa Gray that I have not allowed enough for the stream of variation having been guided by a Higher power. I have had lately a good deal of correspondence on this head. Herschel in his Phy[sical] Geograph[y] has sentence with respect to the Origin something to the effect that the higher law of providential arrangement sh[oul]d always be stated» (DCD, 3223).
[189] Ibíd.
[190] Cfr. Charles Darwin, Notebook B: Transmutation of species 1 (jul. 1837-feb. 1838), CUL-DAR121, 101-102: «Astronomers might formerly have said that God ordered each planet to move in its particular destiny. In same manner God orders each animal created with certain form in certain country, but how much more simple and sublime power let attraction act according to certain law, such are inevitable consequences — let animal be created, then by the fixed laws of generation, such will be their successors. | Let the powers of transportal be such, and so will be the forms of one country to another. — Let geological changes go at such a rate, so will be the number and distribution of the species!!».
[191] Cfr. Isaac Newton, Principia, Liber Tertius, Scholium Generale, 530.
[192] Cfr. Immanuel Kant, Crítica del Juicio, 1790, II, sec. 14; cfr. John Beatty, “Biology and Physical Sciences”, 115.